La Universidad de Málaga estudia las bases biológicas de la depresión, para el desarrollo de nuevos antidepresivos muy personalizados que actuarán sobre los desencadenantes de este problema de salud mental.
La enfermedad mental ha salido del armario. La pandemia hizo que se multiplicaran los casos de depresión y que muchas personas dejaran atrás la vergüenza que acompaña a la enfermedad mental, para buscar ayuda de profesionales. Esta explosión de casos y de diagnósticos ha servido también para cuestionarse la eficacia de los fármacos actuales para tratar la depresión.
Cómo actúan los antidepresivos
Los antidepresivos que se prescriben más frecuentemente actúan sobre la serotonina, conocida como la hormona de la felicidad, y consiguen que su efecto se mantenga durante más tiempo, y consecuencia de ello mejora el estado de ánimo. Sin embargo la efectividad de estos fármacos se limita al 40 ó 60 por ciento de los casos, un dato que sugiere que en el origen de la depresión no solamente actúa un desajuste en los niveles de serotonina, sino que hay otros factores que la generan, y que está pendiente desarrollar tratamientos más específicos, incluso personalizados, para cada tipo de depresión.
El grupo de investigación Neuropsicofarmacología Aplicada en Enfermedades Neurológicas y Neuropsiquiátricas de la Universidad de Málaga está estudiando el origen biológico de la depresión inducida por estrés. Analiza modelos animales diferentes para conocer en profundidad las bases biológicas, que están centradas en cambios neuroplásticos inducidos por estrés, en cambios inflamatorios y, más recientemente estudia también que alteraciones en la microbiota pueden desencadenar un proceso depresivo.
Qué otras patologías pueden derivar en una depresión
Su trabajo es alternativo el sistema serotoninérgico, sobre el que actúan la mayoría de los fármacos disponibles para el tratamiento de la depresión. Pero es más, incluso en algunas de sus investigaciones abordan esta enfermedad mental no solamente desde el sistema nervioso, ya que se está comprobando que patologías cardiacas o inflamaciones en una articulación, que generen una inflamación constante en el organismo, pueden afectar al cerebro y desencadenar una depresión, explica la estudiante de doctorado adscrita a este grupo de la Universidad de Málaga, Inmaculada Infantes, que actualmente realiza una estancia de investigación en California.
“Tratar esa inflamación puede bajar los niveles sistémicos de inflamación y los niveles de inflamación en el sistema nervioso central y, por tanto, ayudar a controlar la depresión. Ya no se trata solamente de actuar sólo sobre esta enfermedad mental, sino también sobre otra patología asociada”, aclara Inmaculada Infantes.
La clave en esta manera más actual de entender la depresión reside en conocer su origen, algo nada sencillo y sobre lo que todavía apenas hay certezas, más bien hipótesis, para decidir cuál es el tratamiento farmacológico más adecuado.
Cuáles pueden ser los detonantes de una depresión
El desarrollo de una depresión no parte necesariamente de una situación de estrés emocional o de una situación de tristeza profunda, como comúnmente se cree. Otros factores más de tipo fisiológico pueden llevar a que se desencadene un proceso depresivo. La catedrática de Psicobiología e integrante de este grupo de investigación de la Universidad de Málaga, Carmen Pedraza, explica que en el desarrollo de una depresión suele haber una predisposición genética, porque no todas las personas que pasan por un bache emocional caen en ella. También, cambios epigenéticos, situaciones que pueden cambiar la expresión de algunos genes, como el maltrato infantil, el estrés en primera fase de vida o en adolescencia, responsables de que el cerebro sufra modificaciones y hace que la persona sea mucho más vulnerable a sufrir una depresión por cualquier factor estresor. Y se ha visto que en determinadas patologías en las que hay una inflamación pueden desembocar en una depresión. “No hay un factor único, sino que se trata de factores genéticos, factores ambientales y la combinación de todos ellos”, dice Carmen Pedraza.
Además, añade Inmaculada Infantes, se ha comprobado que hay otros factores añadidos que predisponen a la depresión, como el entorno socioeconómico y la formación, “porque si una persona cuenta con herramientas emocionales y una educación que le permita gestionar las situaciones de estrés de una mejor manera está más protegida frente a la depresión”.
¿Se puede prevenir la depresión con unos hábitos de vida saludables?
Los hábitos de vida saludables también influyen en la posibilidad de caer en una depresión. Una buena alimentación, la práctica de ejercicio físico de manera regular, así como un régimen de sueño adecuado hacen que la persona esté más protegida ante situaciones de estrés emocional, en la medida en que su organismo está más preparado frente a los posibles cambios químicos que hacen caer en un estado depresivo.
“La alimentación sana te va a proteger de la inflamación que puede afectar al sistema nervioso, puede favorecer el proceso neuroplástico en el cerebro. El ejercicio físico fomenta la neurogénesis, que es la formación de nuevas células, con la que se facilita que las personas puedan adaptarse a cambios ambientales y hacer frente a los estresores. Dormir suficientemente es fundamental, porque cuando no duermes, aparte de acumular tóxicos en el organismo, la capacidad para procesar la información también se ve afectada; una característica de las personas con depresión es que tienen muy activada una función del cerebro que procesa pensamientos negativos, si tú procesas eventos negativos del entorno con más facilidad sesgas la realidad”, afirma Carmen Pedraza.
El contacto con la naturaleza también es fundamental para protegerse frente a la depresión, porque reduce el cortisol, que es la hormona del estrés. Y también son fundamentales los apoyos sociales, ya que la soledad percibida aumenta la vulnerabilidad personal.
Estos hábitos no curan la depresión, pero sí ayudan a prevenirla; incluso, afirma esta investigadora de la Universidad de Málaga, llegan a formar parte de una terapia integral, en la que se incluye terapia psicológica y productos farmacológicos, para salir de la esta situación emocional.
Por qué se dispararon los casos de depresión en la pandemia
Con la pandemia se dispararon los casos de depresión y otras enfermedades mentales. En parte, el crecimiento de estas situaciones emocionales está relacionado con que el impacto social del coronavirus redujo todos esos factores que protegen a las personas frente a la enfermedad mental. La población no tenía la experiencia para saber gestionar la pandemia, puesto que fue una situación que nunca antes se había vivido. También se caracterizó por su imprevisibilidad, ya que no se conocía cómo iba a evolucionar la situación. Y los confinamientos redujeron los contactos sociales de manera radical.
Pero es más, lo peor puede estar por venir, porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) está advirtiendo de que la próxima pandemia va a ser la de la salud mental. “Una de cada cinco personas va a padecer un trastorno depresivo, al menos, una vez en su vida, por lo tanto estamos hablando de cifras muy alarmantes, y parece que va en aumento. En 2030 será la primera causa de discapacidad, según la OMS”, añade Carmen Pedraza.
Cuáles son los retos de la psicofarmacología para tratar la depresión
Ante esta situación, la evolución de la psicofarmacología para tratar la depresión va a ser clave. Esta disciplina tiene ante sí el reto de desarrollar tratamientos más efectivos, pero sobretodo, fármacos personalizados, que vayan a los elementos que están provocando el trastorno de salud mental.
Por otro lado, es clave afinar el diagnóstico y trabajar en la concienciación de las personas, para que sean capaces de dar el paso de admitir que padecen un problema de salud mental y ponerse en manos de especialistas.
Si se toma en serio la salud mental, como actualmente parece que se está haciendo, y estos cambios en los modelos del tratamiento de las depresiones se podrá conseguir que el impacto de la nueva pandemia anunciada por la OMS sea menor, porque la sociedad contará con las herramientas necesarias para hacerle frente.