Un equipo de investigación de la Universidad de Málaga, formado por los grupos BioSiP y Leeduca, en colaboración con la Universidad de Northumbria de Reino Unido, ha confirmado que el cerebro de las personas disléxicas procesa de forma diferente el lenguaje debido a una conectividad atípica.
Los resultados permiten entender mejor los procesos que se producen y diagnosticar en edades en las que todavía no se ha desarrollado completamente el habla. Así, se podrá intervenir antes y facilitar un correcto desarrollo del aprendizaje.
La dislexia es un trastorno que afecta a la capacidad de leer y escribir con fluidez. Suele diagnosticarse a partir de que el niño comienza a dominar el lenguaje y se observa dificultad al reconocer palabras o comprender significados de lo que leen. Existen numerosas estrategias educativas para apoyar una adecuada evolución en el progreso formativo.
Sin embargo, la detección precoz puede minorar estas necesidades específicas del aprendizaje si se aplican antes de que el niño consolide su conocimiento del lenguaje, cuando aún desarrolla la oralidad. Este trabajo, publicado en el artículo ‘Casualidad intercanal del EEG para identificar patrones de conectividad de la fase fuente/sumidero en la dislexia del desarrollo’ de la revista International Journal of Neural Systems, demuestra que se observan comportamientos diferenciados en ciertas áreas de un cerebro con dislexia.
Cómo se ha llevado a cabo el estudio
Así, han diseñado un método para calcular la conectividad en el cerebro, basado en el análisis de causalidad de Granger, que examina las relaciones entre las señales en diferentes regiones y ayuda a identificar cómo interaccionan entre sí.
”Cuando escuchamos y procesamos el habla, se gestionan diferentes tipos de modulaciones o cambios en la frecuencia del sonido que recibimos. Hemos observado alteraciones en esas conexiones en personas con dislexia que dificultan las funciones del lenguaje”, indica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Málaga Ignacio Rodríguez Rodríguez, autor del artículo.
El análisis de causalidad de Granger establece si un evento B es consecuencia de otro A o, lo que es lo mismo, si A es, o no, la causa de B. El cerebro funciona así. Una zona recibe un estímulo y ofrece una respuesta que, a su vez, puede influir en otra. Sin embargo, el de una persona disléxica presenta diferencias, de forma que la conectividad entre distintas áreas es mayor.
Así, hay zonas que presentan influencia en otras, pero algunas de ellas no deberían intervenir. Cuando se produce un exceso en esas relaciones causa-efecto se produce un mal procesamiento del estímulo y, por tanto, la dificultad en la gestión del mensaje.
Los ensayos consistieron en el estudio de las señales de electroencefalografía (EEG), recogidas por el grupo LEEDUCA, relativas tanto a niños normotípicos como con dislexia. Se les sometía a un ruido blanco que ejerce el mismo efecto en el cerebro que la frecuencia silábica y prosódica, es decir, de entonación. El hecho de utilizar un sonido neutro evita fallos en la comprensión de significados y la aportación de emociones ante conceptos concretos. Los sonidos se procesan en el cerebro como ondas eléctricas que estimulan distintas zonas y las van conectando.
Los expertos confirmaron que mientras en el grupo de control las áreas cerebrales que se excitaban estaban bien definidas y seguían un patrón concreto, en las personas con dislexia tenían mayor actividad causa-efecto. Las conclusiones apuntan que las diferencias se encuentran sobre todo con las bandas de frecuencia Theta y Gamma, relacionadas con dificultades en el procesamiento del lenguaje, la atención, la percepción y la comprensión de la escritura.
De esta manera, los expertos han realizado un mapa completo de las relaciones causa-efecto que se producen en el cerebro de una persona con dislexia, lo que permite determinar las anomalías existentes antes de que el niño se enfrente al desarrollo del lenguaje. Aún así, los expertos continúan sus trabajos para mejorar la técnica. Plantean este mismo estudio con otras técnicas de procesamiento de la señal para afinar sus conclusiones y obtener una imagen más precisa sobre cómo funciona el cerebro en este marco.
Los trabajos se han financiado con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) a través del proyecto ‘Detección precoz de la Dislexia Evolutiva: un estudio de la conectividad espectral de señales de EEG guiado por la teoría alofónica’, de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía, y ‘Computación de altas prestaciones en el análisis de biomarcadores funcionales aplicado al diagnóstico y predicción de la dislexia evolutiva’, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.