El futuro de la exploración lunar se está cocinando en laboratorios terrestres, y un estudiante recién egresado en Física por la UNED, Josu Egea Carro, forma parte de esta innovadora aventura. Desde hace meses, Josu ha liderado un proyecto pionero de la Agencia Espacial Europea (ESA) para cultivar plantas en un entorno que simula las condiciones de la Luna. Su objetivo es demostrar que los hongos micorrícicos, unos viejos conocidos en nuestro planeta, pueden mejorar el crecimiento de cultivos en suelo lunar, ofreciendo una vía sostenible para la alimentación de futuras misiones espaciales.
El proyecto, bautizado como Selenar Fungi, se ha llevado a cabo en las instalaciones de la ESA en los Países Bajos, donde los investigadores emplearon tecnologías avanzadas como la Máquina de Posicionamiento Aleatorio (RPM) y la Centrífuga de Gran Diámetro (LDC) para replicar las condiciones gravitatorias de la Luna. Además, se ha empleado un simulador de regolito lunar, la capa de polvo y roca que cubre la superficie de la Luna. Egea explica que, “aunque se ha demostrado que las plantas pueden crecer en el regolito lunar, este sustrato plantea muchos desafíos, ya que es muy pobre en nutrientes y está compuesto por partículas finas y afiladas que dificultan la formación de raíces”.
Cuál es el objetivo del proyecto que estudia el uso de hongos para cultivar en la Luna
La misión de Selenar Fungi es, en esencia, descubrir cómo los hongos micorrícicos pueden ayudar a las plantas a prosperar en el inhóspito suelo lunar. Estos hongos, que forman una relación simbiótica con las raíces de las plantas, mejoran la absorción de agua y nutrientes, lo que podría ser un factor clave para la agricultura en la Luna.
En investigador de la UNED explica que “nuestra hipótesis es que la simbiosis entre hongos y plantas podría ser la clave para optimizar los cultivos destinados a producir alimentos en la Luna, reduciendo así la dependencia de recursos terrestres». Durante el proyecto, su equipo analizó cómo las plantas responden a diferentes niveles de gravedad, desde los 0.16g característicos de la Luna hasta condiciones de hipergravedad.
La experiencia ha sido, sin duda, satisfactoria. «Mi primer contacto con el sector espacial ha sido muy enriquecedor», confiesa el estudiante, quien recientemente terminó sus estudios de Física en la UNED mientras cursa de forma simultánea los de Medicina. «He tenido la oportunidad de aprender de la mano de expertos y colaborar con estudiantes de todo el mundo. Estoy aprendiendo a organizar un proyecto internacional, como líder del equipo, conociendo gente increíble y aprendiendo también a reportar lo que un experimento necesita antes de ser llevado a cabo con los requisitos ECSS (European Cooperation for Space Standardization)”.
La colaboración internacional ha sido, por tanto, otro de los puntos fuertes del proyecto. Josu Egea trabajó codo con codo con estudiantes y científicos de diversos países, enriqueciendo su experiencia y expandiendo su red de contactos en el ámbito espacial. «mi experiencia en este programa educativo de la ESA es un antes y un después para mi carrera. He tenido mi primer contacto con el sector espacial, en un entorno internacional y además desarrollando y participando en un proyecto innovador para la ciencia, y no veo mejor sitio para empezar que en un sitio así y acompañado de la manera en la que he estado, por mis compañeros de Selenar Fungi y los mentores de la ESA Academy«.
Con la fase experimental ya concluida, el equipo está ahora en pleno proceso de análisis de datos. Se espera que los resultados preliminares sean presentados el próximo año, lo que podría abrir nuevas puertas para futuras investigaciones en el cultivo de alimentos en entornos extraterrestres. «Mi meta a largo plazo es combinar mis conocimientos en física y medicina para aportar soluciones a los desafíos médicos y científicos que plantea la exploración espacial», concluye Josu.