Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2019 el cáncer fue la primera o segunda causa de muerte antes de los 70 años en 112 de 183 países y ocupa el tercer o cuarto lugar en otros 23 países. El Dr. Marchal Corrales, catedrático del Departamento de Anatomía y Embriología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, analiza el estado de la prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer colorrectal
La UGR, como parte de la Red Española de Universidades Promotoras de Salud (REUPS), impulsa dentro de la tercera edición de la iniciativa “Un mensaje saludable por un objetivo común” la campaña que en este mes de marzo analiza la importancia de los hábitos en la prevención y tratamiento del cáncer colorrectal.
Juan Antonio Marchal Corrales es responsable del grupo de investigación “Terapias avanzadas: diferenciación, regeneración y cáncer (CTS-963)”, director de la Cátedra “Dres. Galera y Requena de investigación en células madre cancerígenas” y del Laboratorio Singular en Biofabricación y (bio)impresión 3D (BioFabi3D) de la UGR.
Además, es miembro garante y fundador de la Unidad de Excelencia Modeling Nature: from nano to macro (MNat) de la UGR. El Dr. Marchal y su equipo multidisciplinar tienen como uno de los principales ejes de su investigación el estudio de las células madre del cáncer (CMC) y su contribución a la carcinogénesis, la invasión y la metástasis en distintos tipos de cáncer tales como el melanoma, el cáncer de mama, el cáncer de páncreas y el cáncer de colon.
Su investigación incluye la búsqueda de nuevos marcadores útiles en el diagnóstico y el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas dirigidas frente a estas CMC que permitan la traslación a los pacientes en el menor tiempo posible. En el caso del cáncer colorrectal (CCR), el grupo posee una amplia experiencia en aspectos relacionados con el papel de las CMC en su carcinogénesis y mayor agresividad, la búsqueda de nuevos marcadores en biopsia líquida y en la microbiota de heces de pacientes con este tipo de cáncer y el desarrollo de diferentes estrategias terapéuticas basadas en terapia génica y en nuevos compuestos antitumorales.
El cáncer es una de las principales causas de muerte y un importante obstáculo para el aumento de la esperanza de vida en todos los países del mundo. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2019 el cáncer es la primera o segunda causa de muerte antes de los 70 años en 112 de 183 países y ocupa el tercer o cuarto lugar en otros 23 países. El creciente protagonismo del cáncer como principal causa de muerte, en parte refleja los marcados descensos de las tasas de mortalidad por accidente cerebrovascular y cardiopatía coronaria en muchos países.
Según el Observatorio Global del Cáncer GLOBOCAN (órgano que forma parte de la Organización Mundial de la Salud) se estima que en 2020 se han producido en todo el mundo 19,3 millones de nuevos casos de cáncer y casi 10 millones de muertes por cáncer. El CCR ha sido el tercer cáncer más diagnosticado con 1,9 millones de casos (10%), tras el cáncer de mama femenino y el de pulmón, siendo la segunda causa de muerte con 935.000 muertes (9.4%) tras el cáncer de pulmón.
El CCR puede considerarse un marcador del desarrollo socioeconómico y, en los países que están experimentando una transición importante, las tasas de incidencia tienden a aumentar de manera uniforme con el aumento de su índice de desarrollo. Por tanto, el CCR se considera una enfermedad ambiental, aunque también puede ser heredada o familiar, y está asociada a una amplia gama de factores, a menudo mal definidos, como los culturales, sociales y de estilo de vida. De hecho, varios estudios muestran el incremento de las tasas de incidencia en los migrantes de países de bajo riesgo a los de alto riesgo.
El índice de masa corporal (IMC), la baja actividad física, la mala alimentación (altos niveles de carne roja y procesada, baja ingesta de fibras, cereales integrales, productos lácteos y calcio), el consumo de cigarrillos y el consumo excesivo de alcohol son factores de riesgo notables. La obesidad se acompaña de inflamación y resistencia a la insulina, las condiciones inflamatorias en el microambiente tumoral promueven el crecimiento y la progresión del tumor en el CCR.
Además, se ha demostrado que un incremento de 10 centímetros en la circunferencia aumenta del 4% el riesgo de desarrollar CCR. Se ha comprobado que la modificación de los hábitos alimentarios puede reducir el riesgo de CCR hasta el 70% y la actividad física reduce el riesgo de CCR a través de la inducción de la motilidad intestinal, la activación del sistema inmune y la reducción de la inflamación y las hormonas metabólicas.
Particularmente, el alcohol, con su metabolito primario acetaldehído, está clasificado como cancerígeno para el ser humano por la Agencia Internacional de Investigación (IARC, 2012), y es capaz de inducir daños directos en el ADN y alterar su correcta síntesis y metilación.
El humo del cigarrillo, en función de su alto contenido en componentes tóxicos, es capaz de inducir daños irreversibles en la mucosa colorrectal, tanto por efecto directo por ingestión, como por efecto indirecto a través del sistema circulatorio. Es capaz de inducir alteraciones genéticas y epigenéticas que dan lugar a efectos carcinogénicos.
Por ello, se considera necesario hacer una prevención primaria como estrategia clave para reducir las crecientes cifras del CCR. Los descensos en la incidencia del CCR en algunos países de alta incidencia se han atribuido a los cambios a nivel de la población hacia opciones de estilo de vida más saludables (por ejemplo, la disminución del tabaquismo, la ingesta de alcohol o seguir la dieta mediterránea) y a la aceptación del cribado en la población mediante la realización de colonoscopia y la eliminación de las lesiones precursoras.
En mayo de 2021, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE UU actualizó sus directrices y recomendó que el cribado comenzara a los 45 años para las personas de riesgo medio con el fin de reducir la incidencia y la mortalidad del CCR. El grupo de trabajo recomienda el cribado con una de las siguientes estrategias: prueba de sangre oculta en heces de alta sensibilidad (HSgFOBT), prueba inmunoquímica fecal (FIT), prueba de ADN fecal multiobjetivo (mt-ADN), colonografía por tomografía computarizada (colonoscopia virtual), sigmoidoscopia flexible, sigmoidoscopia flexible con FIT o colonoscopia tradicional.
Además de estas opciones recomendadas, existen varias modalidades de cribado de CCR emergentes y novedosas que aún no están aprobadas para el cribado de primera línea en individuos de riesgo medio. Entre ellas se encuentran el cribado basado en sangre o “biopsia líquida”, la endoscopia con cápsula de colon, la metabolómica urinaria y las pruebas de microbioma basadas en heces para la detección de pólipos colorrectales y/o CCR.
En este sentido, el grupo de investigación de Marchal ha publicado varios trabajos relacionados con la búsqueda de nuevos marcadores específicos de CMC circulantes en sangre y heces de pacientes con CCR. Concretamente, el equipo de investigación ha determinado algunos microRNAs (pequeñas moléculas de ARN) como biomarcadores de CMC colorrectales (miR-21, miR-210, miR-10b y miR-31b) y al miR-18a como biomarcador sérico de CCR metastásico en pacientes adultos. Del mismo modo, ha demostrado el papel supresor de CMC del miR-485-5p, que fue analizado en sangre y en heces de pacientes con CCR.
Los trabajos han encontrado la disminución de este miRNA en sangre de pacientes metastásicos y en el tejido tumoral en comparación con la mucosa de colon normal. Por otro lado, se ha determinado mediante herramientas de inteligencia artificial cómo niveles de expresión altos del pre-miR nc886 en tumores, en plasma y en tejidos sanos pueden sugerirse como un biomarcador potencial, tanto para la respuesta de primera línea a la quimioterapia basada en 5-fluoracilo (fármaco de elección en CCR) como para la supervivencia de los pacientes con CCR metastásico durante al menos 18 o 36 meses.
Finalmente, en el ámbito del tratamiento, el personal investigador de la UGR ha demostrado la eficacia de una combinación de proenzimas provenientes del páncreas para inhibir las características de CMCs de CCR, induciendo la pérdida de malignidad de estas células.
Además, en colaboración con la clínica Dove for Integrated Medicine del Reino Unido, en un ensayo clínico de uso compasivo en 46 pacientes con cánceres metastásicos avanzados de distinto origen (próstata, mama, ovario, páncreas, colorrectal, estómago, pulmón de células no pequeñas, cáncer de intestino y melanoma) tras el tratamiento con una formulación rectal de ambas proenzimas pancreáticas se encontraron que 19 de 46 pacientes (41,3%) con enfermedades malignas avanzadas, la mayoría de ellos con metástasis, tuvieron un tiempo de supervivencia significativamente más largo que el esperado; de hecho, para el conjunto de tipos de cáncer, la supervivencia media (9,0 meses) fue significativamente mayor que la expectativa de vida media (5,6 meses).
Todos estos estudios indican que para atajar el CCR es fundamental llevar a cabo distintos abordajes que incluyen: (i) la prevención, manteniendo un estilo de vida saludable basado en una alimentación rica en fibra y basada en la dieta mediterránea, y en la práctica de ejercicio físico regularmente; (ii) la realización de campañas de detección precoz de CCR con técnicas ya estandarizadas y con nuevos métodos de biopsia líquida; (iii) la búsqueda de nuevos tratamientos selectivos que provoquen menos efectos secundarios y sean más adaptados a las características específicas de cada paciente con CCR.
Para que esto sea posible, es necesario concienciar a la sociedad de la importancia que la investigación científica tiene para hacer de este tipo de cáncer una enfermedad curable o controlable y así evitar los índices de mortalidad que aún produce.