La celulosa bacteriana es un biomaterial con múltiples aplicaciones en la industria y que está en pleno auge por sus posibilidades y por tratarse de un material totalmente biodegradable. Esta materia prima ha sido protagonista de una revolución que ha hecho posible la inteligencia artificial, con la que se ha logrado aumentar su producción en un 30 por ciento.

La coordinadora del Grado de Diseño en el Creative Campus de la Universidad Europea, Paloma Rodera Martínez, ha publicado un estudio en su estudio en el que analiza cómo la IA está revolucionando el diseño y la fabricación de biomateriales, centrándose en la celulosa bacteriana, un polímero biocompatible y 100 % biodegradable. La experta subraya “la necesidad de adoptar un enfoque equilibrado que combine las herramientas tecnológicas con una reflexión ética y una visión socialmente responsable”.
Por qué la inteligencia artificial ha impulsado la producción de celulosa bacteriana
El estudio demuestra que la inteligencia artificial y los sensores en el fermentador son la clave para el impulso de la celulosa bacteriana. Gracias a estas herramientas, los científicos pueden vigilar y ajustar al instante las condiciones de cultivo de las bacterias que producen la celulosa; así logran más material en menos tiempo, con menos gasto de agua y energía, y con muchos menos residuos.
“Con modelos predictivos entrenados con años de datos podemos prever el resultado sin repetir físicamente cada prueba, lo que convierte un proceso de semanas en cuestión de días”, explica Rodera. Gracias a estas optimizaciones, la producción de CB se incrementó hasta un 30 % y se recortó de forma notable el gasto de agua y energía, un avance clave para escalar aplicaciones en moda, envases o biomedicina.
Triple avance gracias a la inteligencia artificial
El estudio entrenó redes neuronales con datos históricos y conectó sensores que monitorizan en tiempo real pH, temperatura y nutrientes usando algoritmos que ajustan automáticamente estos parámetros y predicen las propiedades finales del material antes de que termine el cultivo ofreciendo un resultado que destaca por tres pilares fundamentales:
- Eficiencia: ciclos de producción un 30% más cortos y uso optimizado de recursos.
- Sostenibilidad: reducción significativa de agua, energía y subproductos de desecho.
- Escalabilidad: metodología exportable a otros biomateriales, acortando la curva de I+D.
Además de probar este salto de rendimiento, el trabajo describe una hoja de ruta sencilla de replicar: sensores de bajo coste que miden la fermentación, un software de IA que aprende esos datos y un “piloto automático” que ajusta las condiciones en tiempo real. Esto hace que cualquier laboratorio o startup pueda replicar sin gran inversión.
“Queremos democratizar el acceso a biomateriales de bajo impacto y convertir a España en hub de innovación sostenible; cuantos más actores adopten la guía, antes veremos estos materiales en el lineal del supermercado o en una prenda de vestir”, remarca Rodera.
La revolución tecnológica, sin embargo, abre frentes éticos. “¿A quién pertenece un diseño co-creado con algoritmos?”, se cuestiona la investigadora. El estudio reclama marcos legales que reconozcan la “creatividad híbrida” y alerta de la posible automatización de tareas humanas. De ahí la llamada a reforzar la formación ética y multidisciplinar en las escuelas de diseño, promover la transparencia en los procesos y garantizar un acceso equitativo a estas herramientas.
De cara al futuro, Rodera anticipa flujos de trabajo donde el diseñador parte de modelos generativos que sugieren soluciones personalizadas y calculan, al instante, la huella ambiental de cada decisión. “Humanos y máquinas colaborarán para crear materiales inclusivos y sostenibles; el reto es mantener la transparencia, la equidad y la diversidad creativa en todo el proceso”, concluye.