La banca cooperativa Cajamar acaba de presentar la publicación ‘Una hoja de ruta para la citricultura española’, que ha sido coordinada por José María García Álvarez-Coque, catedrático de Economía Aplicada y profesor de Economía y Política Agrarias en la Universitat Politècnica de València (UPV), y Enrique Moltó García, director del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), con las aportaciones de 41 expertos que han compartido sus puntos de vista para conformar un exhaustivo análisis de la situación y retos de futuro del sector citrícola en nuestro país.
En la presentación de este libro promovido y editado por Cajamar han participado Roberto García Torrente, director de Innovación Agroalimentaria de Cajamar; los coordinadores de la obra, José María García Álvarez-Coque y Enrique Moltó García; Rosa Gallardo Cobos, directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba, así como Francisco Borrás Escribá, consultor agroalimentario y asesor de Anecoop, y Alberto Urbaneja García, especialista en control biológico e integrado de plagas del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del IVIA. Todos ellos, autores de algunos de los capítulos de esta publicación, destacan el peso específico que los cítricos tienen para la economía y la agricultura en España.
Papel fundamental de la citricultura
Para el director de Innovación Agroalimentaria de Cajamar menciona en este sentido “el papel fundamental” que en el último siglo ha desempeñado la citricultura “en la modernización de la agricultura española”, configurándose como “un referente a la hora de introducir innovaciones tecnológicas, organizativas y de mercado”.
Sin embargo, en los últimos años se ha llegado a un punto de inflexión, acentuado en la campaña de 2018, como consecuencia de un exceso de producción y la contención de la demanda, lo que ha dado lugar a que se produzcan una serie de cambios. Entre ellos, Roberto García Torrente menciona la creciente globalización de los mercados, que ha aumentado la competencia al principio y al final de cada campaña con los productos procedentes del hemisferio sur, y advierte sobre el desplazamiento de la producción desde la Comunitat Valenciana hacia otras zonas que gozan de buenas condiciones climatológicas y de agua, en las que, además, las fincas, de mayor extensión, permiten una explotación más racional y económica; así como del interés de los comercializadores tradicionales por controlar todo el proceso, desde el cultivo hasta el consumidor final, invirtiendo en fincas de distintas regiones. También refiere la continua apuesta por la innovación, visible en la mecanización de los trabajos; las nuevas técnicas de cultivo integrado y ecológico, y la introducción de nuevas tecnologías; la necesaria reinvención de las cooperativas citrícolas para rentabilizar su actividad, y la continua amenaza de las enfermedades que ponen en riesgo la viabilidad de las explotaciones.
Los coordinadores de la obra señalan por ello que esta publicación explora los escenarios futuros y recoge recomendaciones concretas alrededor de cuatro ejes principales: una cadena de valor competitiva; las nuevas perspectivas para la sostenibilidad económica que abren las tecnologías; el reto de la sostenibilidad ambiental de la producción, especialmente, ante el cambio climático; y el impacto de la globalización y de las políticas europeas. José María García Ávarez-Coque y Enrique Moltó suscriben la necesidad de reforzar el liderazgo del sector citrícola español, preparar un plan estratégico, mejorar la coordinación vertical y horizontal, así como diferenciar el producto y estimular la integración de la oferta. A su juicio, “la citricultura española debe aprovechar el potencial de regulación de la Unión Europea, no exclusivamente basado en la PAC, para fortalecer la posición de los citricultores dentro de un modelo europeo que defiende unos estándares ambientales y sociales más estrictos que en otros países”.
Francisco Borrás Escribá se centra en la situación actual y el futuro de la comercialización de los cítricos españoles, destacando la importancia de casar el calendario de comercialización en fresco con el consumo doméstico, ya que representa el 22 % del total de la cosecha, que sumado al 21 % destinado a industria y el 56 % para la exportación, componen el total del uso de la producción en las últimas campañas. También resalta el peso de la Unión Europea como destino de las ventas, con el 90 % del total, y expone una batería de “propuestas estratégicas” para aplicar en todos los ámbitos de la cadena: resolver el problema del minifundio; desarrollar una política pública y privada para la obtención de nuevas variedades y su posterior implantación con criterios comerciales; aprovechar la búsqueda de diferenciación por parte de la distribución, que demanda cada vez más productos sin tratamiento después de la recolección, residuo cero y bio, a los que pronto se sumarán factores como el agua, el suelo, la sostenibilidad, parámetros específicos de calidad y criterios de recolección y manipulación; mayor eficiencia de los almacenes de confección; concentración de la oferta; aumentar el porcentaje de miembros integrados en organizaciones de productores; y apostar por una organización interprofesional “potente y operativa”, que ayude a abrir y consolidar mercados salvando obstáculos como los protocolos de exportación.
La participación de Rosa Gallardo Cobos gira en torno a la visión de la citricultura en Andalucía, explicando algunas de las peculiaridades que diferencian al sector en esta comunidad autónoma respecto a otras regiones. Una de ellas, apunta, es el tamaño, pues las explotaciones superiores a cinco hectáreas son más representativas en Andalucía que en el resto de zonas productoras. “En la Comunitat Valenciana y en la Región de Murcia destacan las explotaciones de menos de una hectárea, mientras que en Andalucía, las de este tamaño suponen menos de un 27 %”. Una característica que supone un mejor rendimiento en la producción para las fincas andaluzas. También recuerda la problemática asociada a la caída de los precios en origen, en algunos casos, por debajo de los costes de producción, así como la necesidad de una mayor organización y unidad del sector, aprovechando herramientas como las OPFH, sin olvidar la necesaria apuesta por la innovación, en busca de un mayor valor añadido. Además, apunta que son numerosas las voces que vienen reclamando la puesta en marcha de una interprofesional nacional para incentivar el consumo interno mediante campañas de promoción.
Alberto Urbaneja García desgrana los mecanismos para la gestión de plagas y la importancia de avanzar en la incorporación de nuevas herramientas biológicas y tecnológicas, tras anotar la ausencia de graves enfermedades que están limitando la producción de cítricos en otros países con el huanglongbing o greening (HLB), la clorosis variegada de los cítricos (CVC) o el chancro de los cítricos (citrus canker CBC), si bien advierte que habrá que estar muy atentos a la evolución de la amenaza que supone la llegada de la plaga del cotonet, procedente de Sudáfrica, que está provocando ya serios daños en la Comunitat Valenciana.
Reflexiones y conclusiones que aporta esta obra colectiva promovida y editada por Cajamar con el propósito de contribuir a fortalecer la actividad del sector citrícola, que en 2019 afrontó un ejercicio de luces y sombras, situándose en 2.500 millones de euros el valor de la producción de cítricos en origen, el 5 % del total nacional, al tiempo que el valor de las exportaciones alcanzaron los 3.200 millones de euros, lo que representa el 6 % de las ventas al exterior del sector agroalimentario español.