Bizancio, una etapa dorada para la cultura

{jcomments on} El Buen Pastor es una pieza encontrada en Gádor perteneciente a esta época.

Expertos en áreas desde el arte al derecho han analizado la época dorada para la cultura que existió durante el reinado del emperador Justiniano, en las Jornadas de Estudios Bizantinos.

Este sábado se clausuraron en el Museo de Almería las primeras Jornadas de Estudios Bizantinos, que durante tres días han reunido a especialistas en derecho romano, arqueología, historia antigua, filología latina o historia medieval. En las sesiones se han enumerado los logros del reinado del emperador Justiniano, una etapa dorada para la cultura y, como han asegurado los ponentes participantes, claramente también, un hito decisivo en la Historia.

El motivo de celebrar este encuentro en Almería es porque el territorio almeriense tuvo la oportunidad de participar activamente en este brillante período. “En un momento en el que se había perdido todo el Imperio Romano de Occidente, fragmentado en diversos reinos bárbaros, desde Oriente, Justiniano pretendió recuperar todos esos territorios, volver a hacer del Mediterráneo un lago romano, devolviéndole su esencia de Mare Nostrum. Es así como mediante el programa de Renovatio Imperii se arrebató África a los vándalos, Italia a los ostrogodos, y, finalmente, parte de Hispania, a los visigodos”, señalaba hoy el rector de la Universidad de Almería, Pedro Molina, en el acto de clausura.

Como se ha apuntado en estas jornadas, en nuestro caso, los dominios bizantinos se ciñeron a la franja litoral que va desde el estrecho de Gibraltar a Denia, incluyendo también las Baleares. Una zona, por tanto, en la que Almería estuvo inserta y no de forma testimonial, sino viviendo de cerca los acontecimientos en ciudades como la antigua Baria, o la enigmática Urci, sede episcopal, que no cayó hasta que las tropas de Sisebuto pusieron cerco al sureste.

Para entonces, destacan los historiadores, Almería ya era muy distinta a como había sido en época romana. Entre otras cosas, como dejan ver las esculturas del Buen Pastor de Gádor, el cristianismo había calado en la sociedad. No obstante, los materiales que aparecen en las excavaciones o prospecciones llevadas a cabo muestran que de la mano de la colosal empresa justinianea, Almería pudo seguir volcada al Mediterráneo, recibiendo los productos de la vecina África o las más lejanas provincias orientales. Lucernas y ánforas encontradas en yacimientos arqueológicos son testimonio de un intercambio y de un particular modus vivendi.

Para Rosalía Rodríguez, directora de estas jornadas, a diferencia de otras zonas de Hispania que permanecieron en manos visigodas, “los almerienses de entonces pudieron seguir siendo romanos, conectados a un mar que, ahora con más fuerza, fue flujo de productos, ideas, personas…, vinculados a la nueva Roma, Constantinopla, que como canta un poeta de la época, Coripo, buscó tiempos pasados y una edad nueva”.

El congreso ha abordado desde distintos enfoques (historia, arqueología, derecho y arte) las claves del proceso iniciado por el emperador Justiniano (527-565 d.C.) para expulsar a los “bárbaros” de Occidente. Primero fue en África, luego en Italia y, por último, a partir del año 552, también en las costas hispanas, que conocieron el desembarco de los soldados romanos, llamados bizantinos.

En las jornadas se ha abordado también la síntesis que existió en el mundo bizantino entre religión y política, que queda patente en tres exposiciones que podrán visitarse hasta el próximo 6 de enero en el Museo de Almería. Dos de ellas están centradas en el reflejo de ese espíritu en las artes, en concreto, en una  de sus más brillantes creaciones: los iconos. Una última muestra insiste en esa misma herencia bizantina multisecular, los monasterios del monte Athos, reserva de una herencia cultural de enorme valor.

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