Sin embargo, ‘Un momento de descanso’ es más que eso: Orejudo experimenta también aquí una nueva forma de afrontar la conocida como novela de campus. El hecho de que tanto él como Cifuentes sean profesores de universidad, y que los dos se vuelvan a encontrar en la universidad tras tantos años, genera una ventana de oportunidad excelentemente aprovechada para iniciar una reflexión sobre la evolución y el estado de salud de nuestra enseñanza superior. Y las conclusiones no son nada buenas: situaciones que a veces rozan la astracanada, personajes caricaturescos, acontecimientos surrealistas… presentan a la universidad (norteamericana o española) como una institución alejada de sus objetivos pasados. “Volví los ojos a Cervantes y me di cuenta de que el problema que yo tenía con la novela lo resolvía poniendo a dos tíos a hablar. Mi novela es eso: dos amigos hablando. Y trata de algo muy autobiográfico, algo que nos pasa a los hombres a una determinada edad, cuando nos relajamos, cuando dejamos de ser los atletas morales que siempre hemos querido ser, cuando dejamos paso a la corrupción en nuestras vidas. Me refiero a ese momento de descanso, que es lo que hacen todos los personajes de la novela”.
El resultado final, de las 300 páginas iniciales que primero escribió y que terminó tirando a la basura –“era una completa astracanada”-, es, en ‘Un momento de descanso’, un ejercicio de estilización máxima, a la búsqueda siempre de un mismo objetivo: que el lector, rey y soberano, no se aburra. “No quiero que el lector se me duerma entre los brazos. Uno puede intentar resultar interesante, atractivo, divertido. Me da igual el camino y el recurso: lo importante es mantener al lector o a la lectora atento y despierto”.
Orejudo, que ha estado acompañado en la presentación por el profesor Miguel Gallego Roca, ha respondido después a las preguntas que le han planteado los alumnos. Entre otras cosas decía que, para él, un escritor no es sólo alguien que tiene la capacidad de escribir bien, sino una persona que sabe borrar. Y también aquel que consigue que su lenguaje sea transparente, lejos de un lenguaje literario que ha reconocido “odiar”.