Almería, ¿la ciudad perdida?

Almería es una ciudad en busca de una identidad que la haga aún más atractiva desde el punto de vista turístico y para ello, recuperar la imagen del centro histórico es fundamental, un reto difícil que requiere el esfuerzo de todos.

Almería es una ciudad milenaria que se autodestruye a medida que crece. Desde que en 955 la fundara Abderramán III, esta ciudad está inmersa en un constante proceso de transformación que todavía no ha acabado. Y eso no es malo, es muestra del dinamismo propio del Mediterráneo, de la necesidad de hacer de este espacio con un clima privilegiado un lugar mejor donde vivir. Sin embargo, las distintas transformaciones a las que se ha sometido a esta ciudad, muy grande allá por el siglo X, todavía no convencen a sus ciudadanos, que ven cómo la ciudad se encamina hacia un destino algo incierto, cada vez más desdibujado, en el que va desapareciendo a pasos forzados sus rasgos distintivos en favor de formas y estructuras típicas de otros lugares. Falta de personalidad y pérdida de identidad es lo que puede caracterizar a la actual Almería, una ciudad que desesperadamente busca su sitio en el mapa turístico dominado por otras capitales colindantes como la granadina, la malagueña o la murciana, que sí han sabido explotar todo su potencial y ponerlo en valor.

En este constante proceso de transformación se han cometido muchos errores, aunque no todo está perdido. Se está a tiempo de que los poderes públicos entablen un diálogo fluido con la ciudadanía para que sean éstos últimos los que ayuden a sus dirigentes a capitanear la nave que, hace tan sólo unas pocas décadas, parecía destinada al naufragio y que en los últimos tiempos está viendo tierra, lejana, pero tierra. El Plan Urban, la apuesta por la renovación de un patrimonio tan esencial para la ciudad como el Cable Inglés o las actuaciones para revitalizar entornos tan característicos como el de la Alcazaba son sólo algunos de ejemplos, y muy importantes, de la senda a tomar.

En busca de identidad

La ciudad de Almería no puede presumir de tener un casco histórico que funcione como centro de la ciudad y que articule el flujo de vecinos que fluyen por la ciudad. Más bien al contrario, el casco histórico de Almería ha perdido su condición de centro de la ciudad a medida que ésta ha ido expandiéndose en el espacio. Razones obvias explican esta situación, como el encajonamiento en el que se encuentra este entorno de la ciudad, flanqueado por la caída al mar de la Sierra de Gádor y el propio puerto. Sin embargo, no tenía por qué, el casco histórico, lo que hasta hace no muchas décadas fue el núcleo de la ciudad casi que se ha convertido en un barrio periférico, un lugar que ha quedado en el olvido de los vecinos y las instituciones, y en el que se permitieron auténticos desmanes con la expansión vertical de la ciudad, en los años 60, con la sustitución de muchos edificios históricos por bloques de pisos sin personalidad, que han acabado por borrar gran parte de la esencia de la que gozaba el casco histórico de Almería hasta esas fechas.

La necesidad de la época y otro tipo de mentalidad propiciaron auténticos ataques contra el modelo mediterráneo de ciudad que era la Almería anterior al despoblamiento de los núcleos rurales y la migración hacia la ciudad. “En este hecho urbano se debe cumplir una regla básica y es que no se pueden trasladar las categorías actuales al pasado”, explica el geógrafo Rodolfo Caparrós, “lo que ahora se concibe como un desastre, en aquel momento se entendió como una forma de sobreponerse a la enorme migración que se produjo de las zonas rurales hacia la capital”. Y es que en aquel entonces se produjo una explosión de población de tal magnitud que el ayuntamiento de la época no pudo planificar nada y sólo se limitó a acomodar a la población que llegaba de fuera como podía.

“El ayuntamiento tenía que expandir la trama de la ciudad o la densidad. La expansión de la trama implicaba más costes porque había que ampliar las infraestucturas. Además, también estaba la coartada de la vega, que no era un terreno disponible en aquel entonces”, declara Caparrós, convencido de que los fallos cometidos en aquella época los están pagando todavía los vecinos de la ciudad, en forma de problemas de movilidad, caos organizativo y un modelo de ciudad que no está hecho a su medida.

En aquellos tiempos ni se tenían las armas legales para la planificación, la primera ley del suelo data de 1956, y tampoco se pudo llevar a cabo una reflexión profunda sobre la ciudad.

En aquel entonces hubo una legitimidad moral adicional, y es que desde la Carta de Atenas de 1920 y de todos los tratados de Le Corbusier se había legitimado el crecimiento en vertical, pero precisamente para reservar espacios libres. “Aquí se tomó al pie de la letra la parte vertical, pero no la horizontal en este sentido, y ahí sí se podría hablar de desastre que ha condicionado la calidad del suelo en Almería y que ha condenado a la ciudad a unos niveles de crisis funcional brutales”, explica este experto geógrafo.

Y ahora surge la duda, ¿es posible recuperar las partes perdidas de ese casco histórico? Para el también geógrafo, Alfonso Viciana, sí que es posible. El defiende recuperar la Almería horizontal del siglo XIX y de principios del siglo XX, si no entera, sí en algunas partes muy características como la Puerta de Purchena y su entorno, la zona que rodea a las plazas de Campomanes y El Bendicho, así como el entorno de la catedral. Estos lugares emblemáticos del casco histórico pueden ser recuperables, pero hay que hacerlo con “imaginación”, con una inversión a medio y largo plazo que reconduzca la situación hacia la horizontalidad característica de Almería y la convierta en una ciudad atractiva desde el punto de vista turístico.

Esta transformación es posible con el derribo de una serie de edificios de grandes dimensiones, que en la época de expansión vertical sustituyeron a verdaderas joyas de la arquitectura almeriense, muy valiosa después de los trabajos realizados a principios del siglo pasado por arquitectos como Trinidad Cuartara, el mismo arquitecto que también construyó el edificio de la Casa de las Mariposas.

Alfonso Viciana reconoce que su propuesta es atrevida, sin embargo, explica que es una apuesta de futuro para la ciudad, en la medida en que puede beneficiarse de un turismo de puentes y de fines de semana, que entienda a Almería como un destino con muchas posibilidades como un centro histórico atractivo, un clima envidiable durante prácticamente todo el año y, todo ello, apoyado en el enorme atractivo que suponen los espacios naturales que rodean a Almería. Hace años, una propuesta similar le costó el cargo a un concejal en el Ayuntamiento de Pamplona, que propuso una idea parecida a la que contempla Alfonso Viciana.

Hoy día, la normativa actual convierte a los ayuntamientos en los grandes tenedores del suelo y no resultaría complicado plantear permutas y compensaciones a los vecinos afectados, después, claro está, de un trabajo pedagógico por parte de los poderes públicos en los que se les haga ver la importancia de esta cesión de espacio para el futuro de Almería, para crear el “casco histórico del futuro”, añade Viciana, que sea fuente de atracción turística y fuente de riqueza para una ciudad en plena transformación hacia un destino turístico.

Uno de los edificios que Alfonso Viciana señala como candidato a iniciar la regeneración de Almería es la sede de Correos ubicada detrás del Paseo de Almería, después de que la empresa haya decidido trasladarse a un polígono industrial en la aglomeración urbana de Almería. Es más, asegura que varios arquitectos de prestigio le han comentado que estarían dispuestos a reproducir el edificio que había en ese lugar de manera gratuita.

El edificio de Correos es una posibilidad de futuro, algo parecido a lo ocurrido con el antiguo edificio Trino. Esta construcción, que se levantaba junto a la gasolinera ubicada al final de la Rambla fue derribado y los vecinos compensados. Se trató de una actuación polémica en su día, pero que ha permitido que la ciudad respire frente al mar y disfrutar de uno de los entornos como la Rambla, que con el paso de los años se ha ganado a pulso la condición de centralidad que en otros tiempos tuvieron la catedral o el Ayuntamiento de Almería.

La actual situación económica quizá no es la mejor para llevar a cabo una reconversión del casco histórico de tal envergadura, aunque se trata de una posibilidad a largo plazo y que un ayuntamiento tan sólido como el actual, con una mayoría muy amplia podría asumir desde el punto de vista político. Diálogo, consenso, educación, pedagogía y, sobre todo, una perspectiva integral de la ciudad son las armas necesarias para que algún día esta aspiración se convierta en realidad.

Y ahí se entra de lleno en uno de los grandes problemas de Almería. No sólo desde los años 60 ó 70, sino desde ya entrada la democracia y con las herramientas legales de planificación existentes, “no se ha sido capaz de leer la ciudad, de hacer frente a los retos estratégicos, sino que simplemente se han ido añadiendo zonas de suelo a las demandas, pero no se ha afrontado la ciudad como problema”, se lamenta Rodolfo Caparrós. Los dirigentes que ha tenido Almería no han mirado hacia el futuro y hacer reservas estratégicas de suelo que sirvan para integrar las operaciones que más pueden ayudar a cualificar la ciudad, de ahí nace, en parte, muchos de los problemas a los que se debe enfrentar esta ciudad. Así se entiende, según Caparrós, la apuesta que se realizó por un campus ciudadela para la Universidad de Almería, en vez de integrarlo en la ciudad. “En realidad, la universidad se inscribe en un proceso en el que la ciudad no ha sido capaz de prever necesidades de suelo, de manera que cada vez que se han necesitado nuevos suelos, la ciudad los ha trasladado fuera de su entorno, bien por el Bajo Andarax, por La Cañada, algo que yo he definido como vertedero de localización urbana”, sentencia Rodolfo Caparrós.

Después de ver todos estos aspectos negativos de la ciudad de Almería, algunos de ellos muy graves, Rodolfo Caparrós y Alfonso Viciana coinciden al señalar una serie de actuaciones estratégicas que conviertan a Almería en esa ciudad mediterránea con personalidad que fue en su día, con una apuesta decidida por mejorar la movilidad a través del fomento del uso de la bicicleta, tal y como se ha hecho en otras ciudades, con una visión global que evite situaciones como la enorme barrera que corta la relación con el mar como es el barrio del Zapillo, invertir en una construcción de calidad que aporte materiales como la piedra natural o el hierro, en sustitución del ladrillo visto que incorporan las construcciones de la Vega, y, como no, recuperar corredores verdes que enlacen la ciudad con los espacios naturales que la rodean, como la Sierra Alhamilla o el Parque Natural Cabo de Gata Níjar. Estas actuaciones cambiarían el aspecto de la ciudad y la dotarían de un mayor dinamismo para consolidarse como un destino turístico más atractivo y, por qué no, como una ciudad más habitable. Sin embargo, todos estos logros no se pueden alcanzar sin la participación de los ciudadanos, sin su implicación en las decisiones que toman los poderes públicos. El 2005 fue una oportunidad para revolucionar esta ciudad y se dieron muchos pasos, pero no los suficientes y, seguramente, tampoco en la dirección correcta. Ahora políticos y ciudadanos están llamados a buscar un punto de encuentro que sirva para dibujar la Almería del futuro, una ciudad con un clima inigualable, con mucho potencial. Almería tiene que actuar como un elemento de atracción de talento, energía y capital para afrontar proyectos más ambiciosos, con visión estratégica.

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