Más coches, más parking, más carriles, más coches. No es un juego de palabras. Es la pescadilla que se muerde la cola. Un círculo vicioso en el que vuelve a caer corporación tras corporación municipal para hacer más cómoda la vida al vehículo privado, que no al ciudadano, peatón o conductor.
Almería es una de las provincias con más coches por habitante de España. El parque móvil de Almería ha aumentado un 40% en 9 años, y los nuevos ricos son los mayores consumidores de coches de lujo del país. Sólo en 2006 se matricularon 33.000 nuevos vehículos en la provincia. Un parque móvil imposible de ubicar en una ciudad con un trazado urbanístico caótico y con una saturación demográfica que ha convertido en reliquia un metro cuadrado de zona verde en el centro.
La Policía Local ha cifrado en 6.000 los aparcamientos ilegales diarios en la ciudad. Coches en las aceras, en los descampados, sitiando a San Cristóbal a los pies del cerro, bajo el Cable Inglés o Las Almadrabillas, y haciendo de Almería un paraíso para el gorrilla que recibe la “propina” del conductor resignado y asediado por el minutero del reloj. Los coches no respetan ningún espacio, ni siquiera temen a las multas.
Dirán los responsables del tráfico en la ciudad, y con parte de razón, que el caos en la movilidad urbana es un fenómeno que afecta a la práctica totalidad de las ciudades de España. Pero lo que no tiene tanto sentido es apagar los fuegos con gasolina. Minar la ciudad a base de nuevos parking, o ampliar carriles en detrimento de las zonas verdes, como es el caso de la Rambla, no son más que soluciones para contentar a unos comerciantes del centro que creen que para vender más hay que facilitar al consumidor que pueda aparcar con su coche en la puerta del probador de su establecimiento.
Un caso similar ocurre en la Universidad. A pesar de que Surbus, la Empresa Municipal de Transportes, tiene a las líneas del campus entre las más rentables, son minoría los estudiantes y docentes que acuden cada día a la Universidad en transporte público. La saturación de coches ha llegado a tales niveles que hasta el frente marítimo ha acabado convertido en un aparcamiento en la boca de las olas. La situación es aún más paradójica si se comprueba como cada día son más los estudiantes que acuden al campus con vehículos de gran cilindrada, y que el número de docentes que apuesta por esta forma de movilidad se puede contar con los dedos de la mano.
Es cierto que en los últimos años se han hecho tímidos esfuerzos por cambiar esta situación. Medidas como la “Tarjeta 10” para fomentar el uso de transporte público entre los estudiantes, la gratuidad del autobús para mayores y discapacitados, paneles para anunciar el próximo autobús en las paradas, la mejora en la calidad de los autobuses, más cómodos y accesibles, o la peatonalización de algunas calles, han ido en esa dirección. Además, no todos los parking son un error. Pero su construcción indiscriminada, o su ubicación –recuérdese aquel proyecto que pretendía poner patas arriba el parque Nicolás Salmerón para construir uno de ellos- no puede más que hacernos caer en la desesperanza de que se camina en la dirección opuesta al de ciudades que han empezado a coger el toro por los cuernos.
Pongamos sólo algunos ejemplos. El alcalde de París ha propuesto crear un sistema público de alquiler de coches eléctricos. En Londres desde hace tiempo se cobra una tasa por acceder al centro en vehículo privado. Medida que ya se están planteando ciudades como Madrid. Sin embargo, en Almería copiamos de Madrid sus soterramientos de vías. Si Gallardón entierra la M-30, Almería lo hará con la carretera de Ronda, y está en proyecto hacerlo con la vía Parque. Obras faraónicas que llevan a preguntarse si no hubiese sido mejor, con una parte de ese presupuesto, hacer un concurso de ideas internacional para buscar soluciones a los problemas de movilidad de esta ciudad, sobre todo teniendo en cuenta que estamos en fase de aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Almería.
Por ejemplo, a Norman Foster se le ha elegido “a dedo” para diseñar un Palacio de Congresos en la capital. Este arquitecto es el autor de la primera ciudad sostenible del mundo, Masdar, en Abu Dhabi. Ningún habitante de esta futurista ciudad estará a más de doscientos metros de un transporte público. Por descontado, en la ciudad no tiene cabida el coche privado, entre otras ventajas como el abastecimiento energético a partir de fuentes renovables o la reinvención de la arquitectura bioclimática.
La movilidad urbana es un problema de cualquier polis del siglo XXI. En Brasil, la ciudad de Curitiba inició en los años setenta una verdadera revolución urbana en América Latina que se ha convertido en referente a nivel mundial. Promovió la primacía del hombre sobre los automóviles. Mientras el resto de las ciudades fomentaban las ciudades dormitorio, las autopistas de conexión con el centro, y nuevas infraestructuras para los coches, Curitiba estableció un sistema de transporte masivo y cerró al tráfico su área más céntrica devolviéndola a los peatones. Al mismo tiempo creó un sistema vial lineal para la ciudad, evitando el congestionamiento del área central.
El sistema aumentó la velocidad de los autobuses, nuevas líneas vertebraron los barrios, se diversificó la vivienda, las oficinas, comercios, escuelas, de forma que no girase la movilidad en torno al centro, y con ello se ha conseguido que 1,3 de sus 1,7 millones de habitantes usen el transporte público a diario. En Almería hay autobuses urbanos con una frecuencia de una hora en pleno núcleo urbano. En la mayoría de las líneas lo más normal es que entre un autobús y otro transcurran entre quince y treinta minutos. Si a ello sumamos que no existen carriles bus, como en otras ciudades no tan futuristas como Masdar –como por ejemplo las vecinas Granada y Murcia-, y que los recorridos de las líneas son en muchos casos tortuosas e irracionales, encontramos un transporte público en clarísima desventaja con respecto al vehículo privado. Estos problemas, y no la gratuidad del autobús, es lo que impide que más usuarios opten por esta forma de desplazamiento. Por ello, en una sociedad en la que el tiempo es oro, o no tienes coche, o tienes las neuronas muy verdes para optar por el transporte público. Almería tiene un serio problema de movilidad por la desastrosa herencia urbanística recibida, que condiciona, y de qué forma, este fenómeno. Pero ¿Se están sentado las bases en el nuevo PGOU para intentar solucionar este problema? No, si se atiende a los debates abiertos en los medios de comunicación. Si hacemos caso a los temas que centran los debates de políticos, periodistas y la masa gris de la ciudad en general, el principal problema que tiene esta ciudad es que abra sus puertas El Corte Inglés, que se desarrollen planes parciales de viviendas unifamiliares, y que haya aparcamientos para ir de compras y poder recoger al niño en la puerta del colegio sin tener que aparcar en triple fila. El Partido Popular, que gestiona el Ayuntamiento de la capital, prometió en la campaña de las últimas elecciones municipales el impulso del Programa Municipal de Movilidad ciudadana. El plan incluye, entre otras medidas, la creación de un metro ligero que una el Puerto con el barrio de Torrecárdenas, información sobre los autobuses en los teléfonos móviles, peatonalización de calles, así como nuevas líneas de autobuses con Retamar y El Toyo para potenciar este tipo de transporte frente al coche. Como en muchos otros temas, Roquetas se ha adelantado a la capital también en este asunto. El Ayuntamiento tiene previsto construir un metro ligero en superficie que permita conectar Aguadulce y Playa Serena a través del núcleo de Roquetas, vertebrando un municipio de 75.000 habitantes censados a través de transporte público. Población que alcanza los 165.000 en verano. Las previsiones de crecimiento demográfico de esta ciudad indican que en pocos años se puede doblar el censo actual, con lo que esta infraestructura puede sentar las bases de la futura movilidad urbana de la ciudad. Además, puede ser el principio para planificar el transporte público dentro de un mismo sistema con Vícar y La Mojonera, las localidades vecinas. Algo que en Almería también está por hacer, entender el transporte público de la capital junto con su área metropolitana. Esa es otra asignatura pendiente a resolver.
Lo cierto es que la movilidad urbana es uno de los problemas más candentes de la ciudad, y el que quizá ocupe menos espacio en los debates públicos. Cuando lo hace es para buscar soluciones para mejorar la vida del coche en el núcleo urbano, en lugar de para minimizar su uso. Si en los próximos años no se sientan las bases de un transporte público moderno, planificado, puntual, vertebrador, eficaz y rápido puede que el centro de la ciudad deje de ser atractivo en detrimento de zonas periféricas comerciales y de servicios en los que el coche encuentra menos problemas.
Artículo publicado en el Anuario Crítico de Almería de la Asociación de Periodistas de Almería en 2008.