Los ecosistemas del Pacífico colombiano están en peligro. Estos entornos sufren viven un proceso de alteración de su equilibrio natural, que afecta no solamente a la conservación de las especies de fauna y flora, sino también a la propia actividad pesquera de la zona. La preocupación de los científicos es evidente, que ya han alertado del peligro que corren estos ecosistemas y también han identificado el origen de este problema.

El Pacífico colombiano es una región caracterizada por albergar algunos de los ecosistemas más ricos y diversos del mundo, pero también por ser una de las más vulnerables en términos de manejo ambiental y social. Las bahías de Buenaventura y Tumaco, las dos principales puertas al mar, se han visto afectadas por años de conflicto, desarrollo urbano desorganizado, turismo, minería legal e ilegal, agricultura intensiva y expansión de monocultivos como la palma de aceite.
A qué se debe la degradación del Pacífico colombiano
La degradación de los ecosistemas del Pacífico colombiano se debe al vertido de aguas residuales. Diego Esteban Gamboa García, doctor en Ciencias Agrarias e integrante del Grupo de Investigación en Ecología y Contaminación Acuática (Econacua) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), menciona que “en Buenaventura, cada vez que se abren las compuertas de la represa del río Anchicayá se libera una gran cantidad de sedimentos que alteran la dinámica del estuario, donde el agua dulce de los ríos —rica en nutrientes y sedimentaciones— desemboca y se mezcla con la salada del océano, lo que produce cambios en la salinidad, condición que determina qué especies pueden habitar en esa zona”.
A esto se suma el hecho de que los dos municipios carecen de plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) lo suficientemente grandes como para manejar las cantidades de vertimientos urbanos. La mayoría de las descargas de las ciudades terminan en el mar sin ser tratadas, lo que aumenta la contaminación.
Para su trabajo doctoral, el investigador Gamboa desarrolló un análisis sobre la relación entre la calidad del agua y su impacto en la biodiversidad y la pesca artesanal en ambos municipios costeros del Pacífico, y encontró que los cambios en la salinidad y los nutrientes del agua, aunque son naturales, se ven alterados por vertimientos de asentamientos humanos y producen cambios en la variedad de especies que habitan los estuarios.
Estas zonas son fundamentales para la cría de especies acuáticas aprovechadas por los pescadores locales. La producción pesquera de esta región es de unas 30.000 toneladas anuales, casi un 65 % de la nacional, una actividad económica esencial en municipios como Tumaco y Buenaventura, que abastecen alrededor del 80 % del mercado local y regional y garantizan la seguridad alimentaria de miles de familias.
Qué estudios se han realizado en la zona
Durante 2 años, gracias a un esfuerzo conjunto con pescadores locales, el investigador colectó y analizó 114 especies de peces y cerca de 6.465 individuos en los estuarios de Buenaventura y Tumaco, en muestreos desarrollados con la dirección del profesor Guillermo Duque Nivia, coordinador del grupo Econacua, y la codirección de la profesora Pilar Cogua, de la Universidad Santiago de Cali.
Además tomó muestras de agua a dos profundidades para evaluar las variables fisicoquímicas –como salinidad, oxígeno disuelto, nitritos, nitratos, fosfatos y calidad general– asociadas con los sitios de pesca y captura.
El estudio se enfocó en la captura de peces y macroinvertebrados, para lo cual se emplearon métodos tradicionales de pesca artesanal como la red de arrastre, conocida como “changa”, un oficio practicado ancestralmente en las costas del Pacífico. También analizó dos áreas específicas en cada bahía (interna y externa) y abarcó épocas tanto de menor como de mayor precipitación o lluvias.

Diferencias en la biodiversidad por contaminación
Uno de los hallazgos del estudio es que Buenaventura, a pesar de ser una bahía altamente impactada por la actividad humana y la contaminación, tiene una mayor diversidad de peces en su zona externa (más alejada de la costa) en comparación con Tumaco, lo cual obedecería a las características ecológicas del estuario, que cuenta con áreas de baja salinidad en su interior, lo que permite la presencia de especies adaptadas a aguas dulces, mientras que en la zona externa, con mayor salinidad, se encuentran especies marinas.
Los peces capturados en Buenaventura incluyeron especies como el barbinche, la pelada y el ñato, todas de importancia tanto para la pesca comercial como para la subsistencia de las comunidades locales. En Tumaco, aunque la diversidad de peces fue menor, se observó una mayor estabilidad en las condiciones del estuario, lo que, por el contrario, favorece la presencia de especies de macroinvertebrados como el camarón tití y las jaibas, que requieren hábitats más estables, sin alteraciones fuertes en salinidad y nutrientes.
Cómo es la calidad del agua en esta zona del Pacífico
En relación con la calidad del agua de los estuarios se observó que mientras Tumaco registró concentraciones más bajas de nitratos –un indicador de contaminación por actividades humanas–, Buenaventura mostró niveles altos, resultado de las descargas de los ríos que desembocan en la bahía, agravadas por la minería ilegal y la deficiente gestión de residuos en la cuenca.
“La diversidad fue significativamente menor en Buenaventura, donde hay menor salinidad por las descargas de los asentamientos humanos, y mayor concentración de fosfatos y clorofila. Esas zonas se asocian con los sitios donde descargan los ríos, que cambian muy fuertemente la salinidad, donde pueden prevalecer las especies tolerantes”, explica el investigador Gamboa.
Por su parte, el profesor Duque advierte sobre los riesgos de la eutrofización, “un proceso de acumulación excesiva de nutrientes que puede llevar a condiciones de hipoxia, afectando gravemente a la fauna acuática”.
El docente se refiere a que este fenómeno ambiental, que ocurre cuando los cuerpos de agua reciben una cantidad excesiva de nutrientes, especialmente nitratos y fosfatos –provenientes de actividades como la agricultura, el vertimiento de aguas residuales y la industria–, se genera un crecimiento descontrolado de algas en la superficie del agua, y cuando estas mueren y se descomponen consumen grandes cantidades de oxígeno creando en el agua condiciones de bajos niveles de oxígeno (hipoxia) que dañan la salud y la reproducción, e incluso provocan la muerte de muchas especies, especialmente peces y otros animales que dependen de este para sobrevivir.
El investigador Gamboa advierte que “si no se toman medidas urgentes, con el tiempo veremos una reducción significativa en los rendimientos de la pesca artesanal, lo que afectará directamente la seguridad alimentaria y la economía de estas regiones”.