A pesar de su larga y nutrida trayectoria detrás de la cámara fotográfica, Cristóbal Hara y Rafael Sanz Lobato han pasado casi desapercibidos por el panorama artístico y fotográfico de este país. Con ‘Trabajos de campo’, una muestra que se inaugura esta tarde, el Centro Andaluz de Fotografía recupera el trabajo de estos dos autores, y lo hace de una manera muy especial, establece un paralelismo entre el método de investigación de las ciencias sociales y el proceder de los dos fotógrafos. La muestra se puede ver hasta el 22 de noviembre.
Cristóbal Hara y Rafael Sanz Lobato parten de planteamientos estéticos muy alejados. Sin embargo, tienen en común el mismo entorno rural para narrar su propia visión del mundo. Las imágenes de Sanz Lobato mantienen un diálogo con los trabajos en color de Cristóbal Hara, hasta establecer un juego de resonancias y diferencias que ilustra la diversidad del lenguaje fotográfico.
En ‘Trabajos de campo’ se pueden apreciar los elementos más característicos de sus estilos, con la contraposición de los matices de seriedad o humor, respeto o transgresión que caracterizan las obras.
En la exposición conviven dos concepciones de la fotografía, pero que comparten una misma circunstancia: el hecho de que Lobato y Hara, a pesar de haber desarrollado un excelente y coheren-te trabajo a lo largo de sus vidas, incluso convirtiéndose en maestros de otros fotógrafos (es notoria la influencia de Lobato en la obra de Cristina García Rodero), son poco conocidos por el gran público. De ahí su definición de artistas a contracorriente. Y es que mientras en los años 70 se impuso un tipo de fotografía experimental, dejando de lado cualquier otra corriente, Lobato y Hara prefirieron mantener su creación independiente, perseverando en su modo de trabajar aunque ello implicara quedarse al margen. Es así como crearon una trayectoria propia y personal, un estilo propio, hoy ampliamente reconocida en el mundo de la fotografía española.
A lo largo de la muestra quedan reflejados el trabajo de ‘Bercianos de Aliste’ de Lobato y la serie sobre los toreros de Hara. Ambas colecciones constituyen un buen ejemplo de una forma apasionada de tomar parte en una demostración de que las imágenes cobran pleno sentido al presentarse como discurso.