Con una atmosfera intimista y un decorado bastante desnudo, Ainhoa Arteta apareció acompañada del genial pianista Marco Evangelisti dio un recital donde dejó su alma e incluso al final ofreció tres bises, lo cual demuestra que Arteta se mostró muy agusto. “Seguiría cantando pero me tengo que reservar un poco porque el lunes actúo en Madrid”, dijo.
Arteta preparó un concierto inteligente que fue creciendo en complejidad e intensidad a medida que avanzaba y que dividió en dos partes a modo de grandes bloques temáticos. En la primera, la cantante se centró en piezas del repertorio Hispanoamericano con Jaime Ovalle (Azulao, Modinha), Jaime León (A ti), Oswaldo Lacerda (O menino doente), Carlos Guastavino (La rosa y el sauce) que remató con cinco canciones negras de Xavier Montsalvatge (Cuba dentro de un piano, Punto de habanera, Chévere, Canción de cuna y Canto negro).
En la segunda, sin embargo, se centró en autores españoles contemporáneos como Enrique Granados haciendo La maja y el Ruiseñor de Goyescas (La maja de Goya, el majo tímido, el tra la la y el punteado y el majo discreto) y Joaquín Turina con Poema en forma de canciones (Dedicatoria, Nunca olvida, Cantares, Los dos miedos y Locas por amor) que se convirtieron en uno de los momentos más intensos de la noche.
Evangelisti tuvo tiempo de ejecutar solo una fenomenal pieza de Alberto Ginestera titulada Danza de la mosa donosa y la soprano trasmitió en todo momento la sensación de firmeza y seguridad en un repertorio tan variado como atractivo que demuestra, una vez más, su capacidad para salir con éxito de cualquier reto. El público la despidió puesto en pie y con varios minutos de aplausos.