Un estudio internacional coliderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y en el que han participado investigadores de la Universidad de Málaga y la Universidad de Granada, ha elaborado un mapa genético de la Península Ibérica que abarca los últimos 8.000 años.
El trabajo, publicado en la revista Science, ha analizado los genomas de 271 habitantes de la Península de diferentes épocas históricas y los ha contrastado con los datos recogidos en estudios previos de otros 1.107 individuos antiguos y de 2.862 modernos. Los resultados muestran una imagen inédita de la transformación de la población ibérica a lo largo de las diferentes etapas históricas y prehistóricas.
La Universidad de Málaga también está presente en esta publicación científica, en la que han participado casi un centenar de investigadores de España y Portugal. En concreto, el profesor del Área de Genética de la Facultad de Ciencias Enrique Viguera junto con los investigadores Cecilio Barroso y Francisco Bermúdez, de la Fundación Instituto de Investigación de Prehistoria y Evolución Humana, han aportado 16 muestras de ADN de unos 5.000 años de antigüedad, extraídas en la excavación de 2016 de la Sima del Ángel (Lucena), lugar de ocupación permanente de homínidos durante al menos 300.000 años.
El Museo Arqueológico de Granada, cuyo director, Isidro J. Toro Moyano, también participa en este estudio, alberga 42 de los nuevos individuos incluidos en esta investigación.
Desde hace más de 3 años, estos investigadores implementaron un protocolo específico de recogida de muestras que pudieran contener ADN antiguo para evitar su contaminación. Las 16 muestras que se han aportado para este estudio datan del periodo Calcolítico y consisten en piezas de molares, hueso petroso y temporal, muchas de las cuales han proporcionado más de 800.000 variaciones en el ADN de tipo SNPs.
Según Viguera, la potencialidad de este yacimiento es enorme dado que hasta la fecha se han encontrado más de 2500 restos humanos del Neolítico y Calcolítico que corresponden a un mínimo de 40 individuos con evidencias de haber sufrido una descarnación fruto de un rito funerario o de canibalismo.
Reemplazo de la población masculina en la Edad del Bronce
La llegada de grupos descendientes de pastores de las estepas de Europa del Este hace entre 4.000 y 4.500 años supuso el reemplazo de aproximadamente el 40 por ciento de la población local y de casi el 100 por cien de los hombres. “Los resultados genéticos son muy claros en este aspecto. De forma progresiva durante una etapa que pudo durar unos 400 años, los linajes del cromosoma Y presentes hasta entonces en la Iberia de la Edad del Cobre fueron casi totalmente sustituidos por un linaje, el R1b-M269, de ascendencia esteparia”, explica el investigador Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva, centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra.
Sin embargo, el sur de la Península Ibérica reservó una sorpresa. Fue la región menos afectada por este avance de hombres esteparios. De hecho, una característica que muestra el registro arqueológico es que muchos individuos de la Edad del Bronce se entierran en megalitos (sepulcros típicos de la Edad del Cobre). Un ejemplo lo tenemos en Panoría (Darro, Granada) que excava el equipo dirigido por Gonzalo Aranda y Margarita Sánchez Romero, ambos del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR.
“Si bien este fue claramente un proceso dramático, los datos genéticos por sí solos no nos pueden decir qué lo impulsó”, dice David Reich, investigador principal en la escuela de medicina de Harvard y co-responsable del estudio.
“Sería un error afirmar que la población local fue desplazada, puesto que no hay evidencia de violencia generalizada en ese periodo”, añade Íñigo Olalde, investigador de la Universidad de Harvard.
Una explicación alternativa sería que las mujeres ibéricas locales prefirieran a los recién llegados de Europa central en un contexto de “fuerte estratificación social”, comenta Lalueza-Fox.
Genética vasca
Otra de las principales conclusiones del estudio es que la genética de los vascos actuales apenas ha cambiado desde la Edad del Hierro (hace unos 3.000 años). Al contrario de lo que apuntan algunas teorías que situaban a los vascos como los descendientes de cazadores mesolíticos o de los primeros agricultores que vivieron en la península Ibérica, los resultados de este trabajo muestran que la influencia genética de las estepas también llegó al País Vasco, de hecho, tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b. Por el contrario, apenas presentan influencias de migraciones posteriores como los romanos, los griegos o los musulmanes, de las que quedaron aislados.
Contactos africanos
La distribución de la corriente genética desde África hacia la Península es mucho más antigua de lo documentado hasta el momento. El estudio confirma la presencia en el centro de la península Ibérica, en el yacimiento de Camino de las Yeseras (Madrid), de un individuo procedente del norte de África que vivió hace unos 4.000 años, así como de un nieto de emigrante africano en un yacimiento gaditano de la misma época. Ambos individuos portaban considerables proporciones de ancestralidad subsahariana. Sin embargo, se trata de contactos esporádicos que dejaron poca huella genética en las poblaciones ibéricas de la Edad del Cobre y del Bronce.
Romanos, griegos, fenicios, visigodos y musulmanes
El análisis del mapa genético muestra profundas modificaciones de población en la península Ibérica en períodos históricos más recientes. “Documentamos por primera vez el impacto genético de los mayores acontecimientos de la historia de la península. Los resultados muestran que para cuando comenzó la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental (romanos, griegos y fenicios), lo que revela que las migraciones durante este periodo seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea”, explica Íñigo Olalde.
Uno de los ejemplos de este fenómeno mencionados en el trabajo es la colonia griega de Empúries, en el noreste peninsular, fundada entre los años 600 antes de nuestra era y el período tardorromano. Los 24 individuos analizados se dividen en dos grupos de herencia genética distinta: uno compuesto por individuos con una ancestralidad típica griega y otro compuesto por población genéticamente indistinguible de los íberos del cercano poblado de Ullastret.
Los yacimientos granadinos de época romana indican el gran peso de la ancestralidad norteafricana y, en menor medida, oriental. El colapso del Imperio Romano no supuso, al contrario que otros lugares como el noreste (la actual Cataluña), un reemplazo importante de la población. Por el contrario, los resultados de este trabajo cuestionan el papel de las “migraciones (invasiones) bárbaras” y ponen de manifiesto la continuidad de población de sustrato norteafricano y la aparición de individuos de origen anatólico (actual Turquía). Esto último se debió, seguramente, a un episodio histórico poco conocido: la Recuperatio Imperii. Una empresa promovida por el emperador Justiniano I, en el siglo VI d.C., para recuperar los territorios ocupados por las poblaciones centroeuropeas. Las tropas del prefecto Liberio ocuparon solo una pequeña franja del sur de Hispania, hasta Cartago Nova.
La llegada de poblaciones islámicas, en el 711 d.C., provocó la difuminación del componente anatólico y el aporte norteafricano y oriental. Efectivamente, a lo largo de 900 años, la población del sur de la Península Ibérica muestra una clara raigambre norteafricana que se mantuvo hasta la expulsión definitiva de los moriscos en 1609. Pero el Reino de Granada también se nutrió de población subsahariana, como lo demuestran dos individuos enterrados en la Necrópolis de Torna Alta (Alquería de Mondújar, Valle de Lecrín) y consta en los libros de apeo y repartimiento de diferentes localidades de la provincia de Granada.
Estructura de la población de la Iberia Mesolítica
Este estudio, junto con otro publicado el mismo día en Current Biology, identifica por primera vez la presencia de una estructura genética espacial y temporal entre los cazadores recolectores de la península Ibérica durante el Mesolítico (hace aproximadamente 8000 años).
En el noroeste, los cazadores mesolíticos que vivieron pocos siglos antes de la llegada de los primeros agricultores muestran una afinidad genética con los cazadores recolectores centro europeo. Esa ancestralidad no estaba presente en los anteriores cazadores recolectores de esa misma región ni en los cazadores recolectores contemporáneos del sureste de Iberia a finales del Mesolítico.
La investigación ha sido financiada por la Caixa, FEDER-MINECO (BFU2015-64699-1118P), el National Institutes of Health (grant GM100233), la Paul G. Allen Family Foundation y el Howard Hughes Medical Institute, entre otros.