Presume de ser un campesino de vida austera, con una huella ecológica que es el diez por ciento de la de cualquier urbanita. Joaquín Araújo es conocido por su labor como escritor, científico y, sobre todo, divulgador del medio ambiente. Está convencido de que la sociedad necesita reencontrarse con la Tierra, adoptar una forma de vivir más sostenible y, sobre todo, tener una ética ecológica, tema sobre el que versará la conferencia que ofrece este viernes, en la Universidad de Almería, en el marco de los Viernes Científicos que organiza la Facultad de Ciencias Experimentales.
Vivimos en una sociedad del usar y tirar, ¿cómo introducir la ética ecológica?
A través de los únicos posibles caminos, porque para que haya una rectificación en los comportamientos morales, solo se puede utilizar el convencimiento, la palabra y la metodología científica. La comunicación debe ser el instrumento de la necesaria rectificación que deberíamos emprender. Y eso va ligado a que debe ser un tema repetido infinitas veces en el sistema educativo, en los medios de comunicación, en la vida cotidiana o incluso en toda la oferta artística y cultural de una sociedad.
¿Cómo define la ética ecológica?
Fundamentalmente es la recuperación de nuestra cercenada mitad. El tropiezo intelectual más grave, el tropiezo intelectual más grande y una catástrofe científicamente hablando, es considerar que no somos parte de este mundo, considerar que no necesitamos las mismas cosas que el resto de lo viviente. La aproximación debe ser desde primero una añoranza de esa mitad perdida. En ese sentido hay aportaciones muy interesantes que es todo lo que tiene que ver con la conservación de la naturaleza, incluso la exaltación de la armonía natural, la belleza espontánea, el sentimiento de admiración por las cosas de este mundo. Evidentemente, si no echas de menos esa mitad, te va a dar igual, no tienes que cambiar de conducta. Este primer paso está muy dirigido a las emociones, luego se puede construir un edificio científico de una complejidad considerable.
¿Qué pequeños gestos podemos hacer en nuestra vida cotidiana para reducir nuestra huella ambiental?
En realidad son cientos o miles de gestos, pero hay tres o cuatro que son básicos. El más importante de todos es el no esperar a nadie. No plantear ninguna dilación. La segunda es reconocer que al no haber esperado a nadie para tomar medidas, para gastar un poco menos de agua, de energía, de materias primas, de comer menos carne, dar más pasos y pedaladas, esa es la solución en tu vida cotidiana. Como vivimos en el estímulo permanente al consumo y al derroche entramos en una tercera gama de búsqueda voluntaria de una mayor sencillez y una mayor austeridad. La austeridad es una especie de anatema, vivimos emborrachados por el llamamiento al exceso, al que no se tiene uno que conformar con su vida cotidiana, sino que tiene que acumular mucho más. Entonces, algunos que tenemos la suerte de vivir en plena naturaleza y que descubrimos que se puede vivir con mucho menos, eso se convierte en una forma de bienestar exquisita. Es bella, es sosegante, que es una de las palabras más importantes. La ética ecológica es sosegarnos. Podríamos hacer una lista de cosas que hacer en la vida cotidiana a favor del bienestar general, de todo lo viviente y de las generaciones futuras.
¿Hasta qué punto la sociedad es consciente de que el cambio climático afectará a su modo de vida?
Hay una regla de fácil comprensión: cuanto más grande e importante es algo más se le agrede. En estos momentos, la máxima agresión es la atmósfera. La segunda, a la mayor criatura de la atmósfera, que a su vez es la madre de todas las vidas que es el clima; y estoy muy intencionalmente definiendo al clima como una madre, algo que no suele hacerse. Para entender el desastre que estamos provocando hay que entender que todos somos hijos del clima, somos una criatura que depende de las condiciones climáticas históricas, presentes y futuras. La tercera realidad más importante de este planeta es el agua, pues es lo tercero más agredido. Necesitamos luchar contra el calentamiento global provocado por nuestro modelo de vida y nuestro modelo energético.
Ahora se habla de economía circular, algo nada nuevo, ¿cuándo la dejamos de lado?
Fundamentalmente cuando entramos en la era del consumo y en el usar y tirar. El 80% de las cosas que utiliza esta sociedad son para un solo uso. Como de lo que se trata en esta sociedad es de consumir mucho se desprecia cualquier alargamiento de la vida de estos productos. Antes no existía esta cultura del usar y tirar porque había pocas posibilidades de reabastecerse. Hay otra faceta y es que la mayor parte de los residuos biológicos eran aprovechables en la cultura rural. Los que cultivamos la tierra no generamos residuos, porque los empleamos en el campo. Si a eso le sumas que no pides bolsas de plástico y vives de una forma austera, tienes que la huella ecológica es el diez por ciento de la del resto de la sociedad que vive en entornos urbanos.
Qué acciones ayudarían a mitigar los efectos del cambio climático
Lo fundamental es seguir exigiendo a políticos y empresarios un cambio de modelo energético. Existe la tecnología, existe el dinero y el diagnóstico, es decir, sabemos lo que nos ocurre y cómo curarnos. A mí me gusta mucho el considerar que en estos momentos, el planeta necesita que caminemos, que subamos escaleras y que demos pedaladas, así de claro. Necesitamos darle al planeta estas caricias que, por otro lado, son excelentes para la salud de las personas.
¿Hay forma de hacer compatibles las comodidades de la sociedad actual con la conservación del planeta?
El impacto que suponen los 14 millones de conexiones por segundo con móviles que hay a nivel global, los dos millones de fotos por segundo que se hacen con los móviles… todo eso consume energía y, sobre todo, inteligencia y sensibilidad. Para arreglar la atmósfera y curarnos un poco de las mayores enfermedades de la historia, que es creer que tener un teléfono es tener la realidad en el bolsillo, hay que apelar a una reducción al uso de las tecnologías de la comunicación. Hay que estar menos conectados a las redes y más a la naturaleza.
Usted se define como un campesino, ¿qué significado tiene hoy día presentarse así?
Es una reivindicación y una provocación. Campesino es una de las cosas más importantes que se pueden ser, casi más importante que ser doctor. Esta sociedad, en otro de los giros perversos, ha decidido que los que trabajan con sus manos y su sudor para darnos de comer deben ser considerados como la parte menos importante, como la que no hay que recompensar de una manera justa. Como yo tengo ciertas oportunidades de salir en los medios de comunicación, de eso que no presumen los campesinos, que a veces niegan serlo, hago todo lo contrario con la máxima intencionalidad, para mostrar que uno puede sentirse orgulloso de cultivar la tierra, entender los procesos naturales y alimentarte a ti mismo con una huella de carbón mucho más reducida.