El mijo formaba parte de la dieta de los europeos hace 2.100 años

El mijo llegó a Europa con tribus nómadas.
El mijo llegó a Europa con tribus nómadas.

Una investigación de las universidades de Granada, Córdoba y el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-UGR) revela el consumo del mijo a partir del estudio de los huesos de una población gala del norte de Italia.

La domesticación de una planta no implica necesariamente su uso para la alimentación humana. Puede ser empleada como pienso para el ganado. Ocurre en la actualidad con el mijo, uno de los primeros cereales en ser cultivados, que se usa generalmente como alpiste. Domesticado en Asia hace 10.000 años y llegado a Europa gracias a las tribus nómadas, no había mucha constancia de su uso como alimento humano en la Prehistoria en este continente.

Un estudio de las universidades de Granada (UGR), Córdoba (UCO) y el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (IATC, CSIC-UGR) revela ahora la presencia de la planta en la dieta de poblaciones europeas a través de un estudio del colágeno en los huesos de una comunidad celta del norte de Italia de hace 2100 años.

En la necrópolis de Seminario Vescovile, en Verona, se conservan un mínimo de 174 esqueletos en buen estado de preservación, en su mayoría de niños. Corresponden a una tribu de galos cisalpinos, que ocupó el valle del Po entre el tercer siglo y el primero antes de nuestra era y antes de la conquista romana. La región era propicia para el cultivo del mijo (Panicummiliaceum) y algunas fuentes de la Antigüedad aluden a su uso en la dieta local.

El mijo en los documentos clásicos 

Así, Plinio el Joven afirmaba que, en esta llanura agrícola “de gran abundancia”, el mijo se empleaba para preparar harina para pan o consumirlo en caldos. Sin embargo, a pesar de sus escritos, no había pruebas documentales. La principal evidencia arqueológica para conocer si un alimento era usado en una época determinada es la presencia de semillas u otros restos en vasijas y útiles de cocina, pero en el yacimiento no había ningún resto orgánico del cereal.

El equipo multidisciplinar, compuesto por investigadores forenses de la UGR, prehistoriadores de la UCO y biogeoquímicos del IACT, pensó en una alternativa. En el colágeno de los huesos quedan restos de un compuesto de cuatro átomos de carbono. Esta molécula es propia de plantas, precisamente denominadas C4, ya que lo emplean en un tipo de ruta para la fotosíntesis. Este grupo incluye herbáceas como el maíz, el sorgo y el mijo. Las plantas C4 son típicas de climas cálidos. De hecho, la presencia de estos cultivos en Europa se reduce al sudoeste continental, en países como España, Italia, Francia y Portugal.

Colágeno en las costillas

A partir de muestras de costillas de 90 individuos de la necrópolis, de diferentes edades y de ambos sexos, y de siete huesos de animales (perros, caballos, vacas), se extrajo el colágeno de los huesos y se calcularon los valores de los isótopos de carbono. Las cifras correspondían a la composición propia de plantas C4. Los resultados del trabajo han sido publicados en la revista científica del grupo Nature Scientific Reports.

La llanura padana donde se asentaba esta tribu era, en aquella época, un gran espacio fértil que ofrecía las condiciones idóneas para cultivos de ciclo corto en las estaciones de primavera y otoño. Entonces como ahora, es posible sembrar el mijo y recoger la cosecha en un periodo de en torno a dos meses.

Desde la Edad de Bronce, esta planicie (que se extiende por el norte de Italia desde los Alpes hasta las regiones de Toscana, Umbría y Marcas) se caracterizó por la agricultura intensiva y el pastoreo. Se asentaron en la zona pueblos celtas, denominados por los romanos “galos cisalpinos” por estar para los habitantes de la metrópolis a ese lado de la cordillera, en contraposición al resto de los galos.

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