Un grupo de Biología Aplicada de la Universidad de Almería ( ha concluido que el consumo de piensos transgénicos en peces no conlleva riesgo de mutación genética. Este equipo, coordinado por el doctor Tomás Francisco Martínez, pretende conocer si es posible que estas variedades de transgénicos sean asimiladas por el pez a través del alimento. La investigación, que analiza ejemplares de dorada y tilapia, distingue entre un grupo de especies alimentadas con pienso de soja transgénica, otro con ecológica y un último que no lleva ningún tipo materia vegetal.
El objetivo era detectar posibles restos de transgénicos en los órganos comestibles del pescado. Los resultados provisionales apuntan que es fácil encontrar fragmentos de ADN modificado en los músculos y los órganos del animal. “Aunque hemos enriqueciendo su alimentación más de lo que naturalmente contiene para ver los resultados en un menor tiempo”, comenta Tomás Martínez, quien aclara que la asimilación de este tipo de sustancias por ingesta es algo “totalmente lógico”. De hecho, ya se ha demostrado anteriormente con el cerdo, donde han hallado restos en jamones, tras 10 meses de curación.
Si una dorada asimila los transgénicos que ingiere, ¿qué ocurre con la persona que come esa dorada? Lo normal es que también lo asimile indirectamente, sin embargo, esto no debe suponer un riesgo para la salud humana.
Según comenta este experto, las muestras encontradas no interfieren en el funcionamiento interno del organismo ya que las células poseen mecanismos (por propia naturaleza) para protegerse de elementos extraños. “Nadie ha conseguido demostrar que la evolución consiga incorporar el transgénico a las secuencias de ADN. Digamos que estos restos se han encontrado en tejidos externos, no en el núcleo de la células”.
Para concretar dichos resultados, este proyecto, que culminará en 2011, está empleando la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que permite obtener un gran número de copias de fragmentos de ADN.
Los transgénicos han protagonizado en las últimas décadas uno de los debates internacionales más controvertidos en el que confluyen múltiples intereses. La Ley comunitaria contempla mecanismos muy estrictos para la comercialización de estos productos, obligándolos a identificar inequívocamente su contenido si supera el 0,9% de su peso. Sin embargo, pese a la incertidumbre que genera en la sociedad, “no está demostrado científicamente que el consumo de estas sustancias sea perjudicial para las personas, al menos, a medio plazo”, comenta Tomás Martínez, que recuerda que la Unión Europea posee una de las políticas preventivas más taxativas en esta materia, respondiendo más al rechazo de los consumidores que a la evidencia científica.