Para interpretar el humor negro se necesita el contexto

Hugo Carretero Ríos.La respuesta ante el humor denigrante, como los chistes sexistas o racistas, y la respuesta al humor negro, depende de las características del receptor y del contexto, y de que quién escucha se sienta o no identificado con el colectivo al que se hace referencia, sean mujeres, inmigrantes o políticos. Además, el humor no existe sin receptor y sin contexto, por lo que evaluar un chiste teniendo en cuenta sólo el chiste en sí mismo es una simplificación del humor, de sus consecuencias y de su propia función.

Así lo explica Hugo Carretero Dios, profesor del departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Granada y uno de de los mayores expertos de España en estudiar el humor desde un punto de vista científico, quien apunta que “la clave de cualquier tipo de humor es dónde se cuenta el chiste, en qué contexto, ante qué audiencia y qué características tiene la persona que escucha el chiste”.

El trabajo de este investigador de la UGR ha dado lugar recientemente a una publicación en la revista más importante del mundo sobre el estudio del humor, Humor, en colaboración con el profesor Thomas Ford, de la Western of Carolina University (Estados Unidos), y donde también participa la profesora de la Universidad de Granada Mónica Romero.

Como explica Carretero, la teoría más antigua que existe sobre el humor es la de la Superioridad-Denigración, donde ya se insiste en que la clave del humor siempre es denigrar a otro/otros. “En este sentido, la ridiculización o humillación son ingredientes básicos de gran parte del humor”.

El investigador destaca que el humor negro “ha sido intentado controlar a lo largo de la historia. Es más: la distinción entre un humor “adecuado” e “inadecuado” ha estado presente igualmente a lo largo de los tiempos”.

“Como es lógico, nunca se ha conseguido controlar a ese ‘humor inadecuado’. La palabra humor tiene su origen en el latín “umor”, referido a los fluidos corporales. Y creo que se ha hecho heredero de ese origen, en el sentido de que como cualquier fluido o líquido, su forma va a depender del recipiente donde se introduzca, y ese recipiente se llama sociedad, poder, ideología o creencias imperantes”, explica el experto. “Si algo define al humor es, precisamente, su falta de límites, y es ahí donde surge el humor negro”.
El humor y la tragedia
“La antropología nos muestra que el contenido de las bromas y objeto de los chistes suele estar relacionado con los asuntos más importantes de cada sociedad: los intereses dominantes, las actitudes y valores relativos a las identidades (género, etnia, clase social, etc.), pero también las tragedias, como una forma de romper normas, al tratarse el propio hecho de contar ese chiste inadecuado como una reivindicación de que tenemos derecho a poner en duda lo que nos dicen que es intocable”, apunta Carretero.

“El humor, por encima de cualquier contenido concreto, es el ingenio con el que ideas aparentemente opuestas se colocan juntas para despertar y provocar la respuesta de humor. La sorpresa es la clave del humor, y no hay nada más sorprendente e inesperado que hacer humor con la tragedia o con el drama de una manera creativa e ingeniosa. Es decir, no basta con hacer uso del drama o la tragedia: hay que hacerlo de manera ingeniosa, creativa”, relata el experto de la UGR.

De esta forma, nos puede resultar “gracioso” el humor negro, porque la forma de presentarse el chiste nos resulta creativa y original, aunque a la misma vez nos despierte rechazo el contenido sobre el que versa. El humor ante todo supone una ruptura de las reglas, y cuanto más fijas sean estas reglas, más alerta aparece el humor para intentar romperlas.

“La investigación nos ha demostrado que quien alguna vez se ha divertido o ha contado un chiste racista no es racista, y que quien se ha divertido o narra un episodio de humor negro no es un terrorista o un asesino. El humor trasciende las reglas de lo real, para en un plano propio y característico del homo ludens, hacer sencillamente que la vida sea sometida a abstracción, maquillaje y reestructuración. Por eso somos seres humanos. Porque nos resistimos a la literalidad. Y en ese ejercicio, el humor es una de nuestras más poderosas herramientas”.

El chiste más antiguo del mundo
El investigador de la UGR recuerda que el chiste más antiguo del que se tiene constancia data del año 248 d.C., y pertenece a una serie de manuscritos llamados Philogelos (“Amante de la risa”), de autor anónimo.

“En ellos se recogen un total de 265 chistes, de los que 110 se refieren a los “que imparten o reciben lecciones” (scholas, scholasticos), 60, a burlarse de los de otras ciudades; en 30 aparecen médicos; en 7, videntes o astrólogos, y el resto es un compendio sobre borrachos, cobardes, etc.”. El elemento común entre todos estos chistes es que el foco principal era ridiculizar o humillar. Y es que la denigración siempre ha estado presente, de una forma u otra, en el humor a lo largo de la historia”, destaca Hugo Carretero.

Aristóteles y Platón eran enemigos del humor obsceno y tosco (Platón prohibió la risa en su Academia), y en la antigua Grecia el humor no era propio de las situaciones cotidianas, sino que se circunscribía a momentos de celebraciones, donde se permitía relajar las normas de comportamiento y entregarse a la risa.

A lo largo de la historia, tradicionalmente ha habido un lugar para el humor y otro para lo serio. Había sitios donde uno podía hacer bromas y disfrutar del humor y otros donde su uso era incluso penalizado o reprobado. En la actualidad, aunque el humor lo domina todo, lo domina de una manera “benigna” o inocua.

A juicio de Carretero, polémicas como la del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, quien ha dimitido por unos chistes publicados en Twitter sobre el Holocausto o las víctimas del terrorismo, “demuestran, una vez más, que el humor refleja en qué tipo de momento histórico nos encontramos”.

“En una sociedad donde la clave es el “yo”, el bienestar personal, y las emociones placenteras, se ve como un ataque imperdonable cualquier amenaza a ese bienestar. El humor debe ser para divertirse, no para reflexionar: debe ser ligero e intrascendente. Si nos hace pensar si el contenido es adecuado o inadecuado, es que no merece la pena”, concluye el investigador.

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