Conceptos como "felicidad pública", "utilidad social", "buen gusto" o "reformismo" eran totalmente desconocidos en la provincia de Almería del siglo XVIII. Su introducción y su puesta en práctica se deben a Antonio José Navarro López, un clérigo ilustrado nacido en Lubrín en 1739, y que dedicó su vida al conocimiento y a la investigación de su entorno geográfico. Su localidad natal le rinde homenaje el próximo 6 de agosto, a las 21 horas, con un acto en el que tomarán parte su biógrafo, Antonio Guillén, y el director de la revista Velezana, José Domingo Lentisco.
La vida de José Antonio Navarro estuvo entregada al conocimiento de la tierra del sureste peninsular. Fue un gran amante del patrimonio histórico, por la época poco respetado, con un gran interés por el yacimiento romano de El Villar, en Chirivel. Redactó una completa memoria de la construcción del templo de la Encarnación de Vélez Rubio, copió documentos en mal estado del archivo parroquial, recorrió sus campos en busca de minerales y formó una importante colección de antigüedades, plantas y piedras.
Escribió memorias; digiere las doctrinas de un escogido elenco de escritores europeos y traduce la obra del naturalista francés Conde de Buffon, su primer maestro; redacta las ordenanzas de la Junta de la Caridad e impulsa el nuevo Hospital Real velezano; experimenta e investiga escrupulosamente las tierras comarcanas y las del Almanzora.
En 1777, en dura oposición con clérigos de gran talla, opta a la canonjía lectoral de la Iglesia Colegial de Baza, una abadía dentro del pequeño y pobre obispado de Guadix. Aquí residirá el resto de su vida y se desarrollará su imparable carrera eclesiástica, al calor de la monarquía que, por el derecho de presentación del Real Patronato, pudo colocar a placer a fieles peones del pensamiento ilustrado en los cabildos eclesiásticos.
Imbuido de conceptos como “felicidad pública”, “utilidad social”, “buen gusto”, “reformismo”, dedicará su vida a ponerlos en ejecución sobre la piel de una tierra que agoniza entre ignorancias y rutinas multiseculares. Navarro trabaja y se dedica a una franja de terreno muy concreta, la que él llamaba "mi país": "desde la costa de Vera hasta el puerto de Águilas, seguirá por Lorca, Vélez, Huéscar, Baza, Almería y, siguiendo la costa por el Cabo de Gata, vendrá a concluir en Mojácar". Fiel a esta premisa, todos sus escritos sobre Historia Natural, Economía Política, Arqueología, Viajes Científicos, etc, irán destinados a este lejano y, para él, entrañable rincón peninsular.
En 1790 es ascendido por Carlos IV a la dignidad de abad mitrado de la abadía de Baza. Poco después también será galardonado con los títulos de socio del Instituto de París y corres-pondiente de la Real Academia de la Historia, incluso se barajaba su nombre en la corte para ocupar la vacante surgida en los obispados de Almería y Barcelona, pero la muerte se le presenta de pronto y arrasa sus 57 años de vida.