Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Granada han constatado que millones de bacterias llegan cada año a Europa suspendidas en partículas de polvo y arena de origen africano transportadas por el viento. La mayoría queda en estado latente, pero algunas se desarrollan con éxito y pueden llegar a colonizar el ecosistema. El fenómeno, aunque no es nuevo, se acentúa por el cambio climático. Las conclusiones se publican en la revista Environmental Microbiology y han sido reseñadas en el último número de la revista Science.
El grupo dirigido por Emilio Ortega Casamayor, del Centro de EstudiosAvanzados de Blanes del CSIC (Gerona), analizó las bacterias presentes enel agua de los lagos del Observatorio Limnológico de Pirineos (ParqueNacional de AigüesTortes, en Lérida) y las comparó con las presentes enmuestras de polvo recogidas en el desierto de Mauritania, el lugar donde seoriginan muchas de las tormentas de polvo que llegan a Europa.
Como explica Casamayor, lo más frecuente es que la mayoría demicroorganismos, aunque lleguen vivos, no se desarrollen: “la mayoría quedaen estado latente en espera de tiempos mejores o bien el propio sistema loscontrola a través de depredadores; aunque estos aspectos aún los estamosestudiando”. “El próximo paso es determinar qué factores pueden inducir laactivación de los microorganismos latentes (por ejemplo, un aumento en latemperatura de los lagos) y qué efectos podrían tener en el ecosistema:desplazar a los autóctonos, infectar a especies emblemáticas…”, continúa.
Entre los microorganismos hallados se encuentran bacterias relacionadas conAcinetobacter, un patógeno oportunista (que de momento se encuentra enmuy bajas concentraciones y en estado latente), Pseudomonas oStaphylococcus. Además, han identificado un grupo, al que han llamadoAirbone-beta 1, que está presente en los suelos africanos y que sí hacolonizado con éxito algunos lagos de los Pirineos y de otras partes delmundo. “Lo curioso es que estos microorganismos carecen de esporas, asíque deben disponer de algún otro mecanismo que desconocemos pararesistir los viajes en la alta atmósfera, donde la sequedad y la radiacionesdañinas son tremendas”, reflexiona el científico del CSIC.
Los investigadores han tomado como referencia los lagos de alta montaña delObservatorio Limnológico de los Pirineos, porque estas masas de aguaprístina son muy útiles para estudiar la incidencia de microbios invasores deorigen remoto transportados por el viento, ya que ofrecen datos globales dela calidad microbiológica del aire y de la salud global del ecosistema de altovalor diagnóstico. “Estos lagos podrían actuar como sistemas de alarmatemprana frente a microorganismos colonizadores”, apostilla Casamayor.
El fenómeno no es nuevo, pero se ha acentuado en los últimos años debido ala sequía prolongada que sufren las zonas del Sáhara y el Sahel, así comopor el crecimiento de las prácticas agrícolas y ganaderas extensivas en lazona. “El cambio en el régimen de pluviosidad y en los usos de la tierra, lasmalas prácticas ganaderas y agrícolas, la erosión y la pérdida de la cubiertaherbácea protectora en amplias zonas de África tiene efectos remotos sobreecosistemas europeos de alta protección, como los Parques Nacionales”,explica el investigador.Además, según Casamayor, “trabajos recientes apuntan a que el cambioclimático augura un incremento de la frecuencia e intensidad de las entradasde polvo africano, cuyas repercusiones sobre la salud y el funcionamiento delecosistema es necesario evaluar”.