Me voy al cine

    ImageEn vista del panorama de esta actualidad, tan controvertida, he decidido escaparme a través del cine. Y en eso es en lo que estoy en estos momentos, con la memoria de los últimos encuentros cinematográficos, la mayoría de ellos al margen de las salas comerciales que, en el caso de Almería, no están para muchas exaltaciones. Seguramente debe ser cuestión de los exhibidores, algo tienen que ver, digo yo, velando por el negocio; pero también pienso que influye la actitud de un público alienado que pulula por los centros comerciales, el lugar donde han sido desterradas las salas cinematográficas. En esta actitud cinéfila viajera he pasado por diversos lugares, en Madrid (adonde hay que ir sin más remedio para ver determinadas películas) y en Almería. De esta manera me he encontrado con ‘La buena vida’ (director: Andrés Wood) y con ‘La clase’ (director: Laurent Cantet).

    Vamos por partes. ‘La clase’, película francesa que fue candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, es de esas película que hay que ver, propia de un coloquio-debate de cine-fórum, por ejemplo, imprescindible para el mundo de la enseñanza, para profesores y alumnos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), para padres que quieran saber qué pasa en los institutos, que la crisis social de la educación es universal y que las cifras estadísticas sitúan a España (y Andalucía sobre todo) en los lugares más inquietantes del fracaso escolar. En esta película la cámara va de la mano de un profesor de instituto francés, de suburbios, donde está la hegemonía de la inmigración. El profesor nos invita a ser testigos de la realidad que acompaña a los docentes y, sobre todo, a los alumnos (de catorce años más o menos), hijos de la inmigración (asiática y africana). Y en esas relaciones, el ojo-testigo desvela en imágenes el acontecer de la rebeldía y despropósitos de una realidad controvertida e inquietante de nuestra sociedad de progreso, del llamado ‘primer mundo’. El argumento (basado en la novela ‘Entre les murs’ de François Bégaudeau) se apoya en una ficción realista, en fórmulas de documental y en las formas de mirar del llamado ‘cinema-verité’ (‘cine-verdad’). Si ustedes vieron ‘Hoy empieza todo’ (director: Bertrand Tavernier), sobre una realidad similar en el terreno de la enseñanza infantil en Francia, pueden tener una visión bastante aproximada de lo que ocurre también aquí. Y de paso pueden conocer un cine que interesa. ‘La clase’ está en la programación del Cine-Club Universitario de Almería (día 6 de mayo en El Parador, día 7 en Teatro Apolo de Almería). No se la pierdan.

    Otro encuentro interesante, con distintas capas emocionales, es con la película ‘La buena vida’ del cineasta chileno Andrés Wood. En un Chile de transición, la película cuenta de forma paralela el acontecer cotidiano de cuatro personajes, en momentos relevantes de sus vidas, víctimas propiciatorias en los entresijos del paisaje urbano: una psicóloga, un peluquero, un músico y una joven madre soltera y marginada. Cada uno, a su manera, sobrevive y se busca la vida en medio del bullicio y ritmos de la vida en la ciudad. La película narra lo esencial, las vidas paralelas que pueden entrecruzarse, que se ignoran en la fauna de personajes anónimos urbanos. No hay oportunidades para el heroísmo, únicamente el día a día. Neorrealismo, a la chilena, la manera de entender el cine, aquí y allá, cuando se trata de contar historias desde una honesta creatividad sobre la realidad. ‘La buena vida’, como ‘La clase’, no es una obra maestra. Pero es ejemplo de un cine vivo, que no deja indiferente. Es un cine que aprende de la realidad, desde la ficción, y sorprende por su sencillez grandiosa.  

    Otro encuentroimportante es con la película israelí ‘Waltz with Bashir’ (director: Ari Forman).Lo singular de este largometraje es la unión del género documental con el cinede animación. Y el resultado es brillante, en la narración con testimonios deprotagonistas reales, de lo acontecimientos que se vivieron a principio de losochenta con la invasión israelí de Líbano y el colofón que fue la matanza derefugiados palestinos en Shabra y Shatila, por milicias falangistas cristianaslibanesas, bajo la mirada protectora y cómplice del ejército israelí. Elpersonaje protagonista, que vive inquietado por una pesadilla cuyainterpretación desconoce, intenta recobrar la memoria de unos sucesos trágicos vividos.Para ello se entrevista con antiguos compañeros para ir reconstruyendo su memoriacomo testigo de la tragedia. El proceso narrativo es brillante y conduce al espectadora la matanza de palestinos refugiados, con imágenes reales de la masacre. Unfinal, que deja al espectador preso en su butaca, incapaz de levantarse al momento,consciente de que ha asistido al encuentro con una realidad que no puedeolvidarse por nada del mundo.

    Aquí hay, pues, unaoportunidad para despertar a un público, que no debe escabullirse, con un cinediferente, creativo, crítico con la realidad y capaz de infundir esperanzadentro del gran desencanto. 

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