Legado hispánico en Filipinas: 400 años de herencia borrados a sangre y fuego en unas décadas

Mapa del Mar de Filipinas de Pedro Murillo Velarde.

Federico Miguel Santaella Pascual (Cartagena – España, 1955). Capitán de Sanidad Militar. Licenciado en Geografía e Historia con la especialidad de Historia Antigua y Arqueología por la Universidad de Murcia.

Los libros de historia no siempre cuentan la verdad y a veces presentan los acontecimientos manipulados y al servicio de intereses espurios. El caso del desastre del 98 es paradigmático de esta realidad. Jamás en la historia de España se ha mentido y manipulado tanto para engañar a las generaciones coetáneas y futuras. Si bien, a finales del siglo XIX, España era una potencia decadente; poseía un Ejército infinitamente superior al estadounidense, y una flota como mínimo equiparable a la norteamericana y tecnológicamente superior, como creo haber podido demostrar.

El país que se perdió, al otro lado del mundo, fue España durante casi 400 años. Fue bautizado por Ruy López de Villalobos, su capital fue fundada por Miguel López de Legazpi, fue convertida en el centro de la primera globalización del planeta a través del Galeón de Manila, y hoy cuenta con las dos universidades más antiguas de Asia, una de ellas la universidad católica con más alumnos del mundo. La primera constitución escrita en español, arquitectura, apellidos, y un 1% de hispanohablantes, es todo lo que queda tras el exterminio sistemático de todos los elementos hispanos que llevó a cabo Estados Unidos en 1898 primero, y en la Segunda Guerra Mundial después. 400 años de herencia cultural borrados a sangre y fuego en unas décadas ante la indolencia del mundo hispano.

En una de mis ya lejanas lecturas juveniles, me llamó poderosamente la atención la afirmación de un filólogo alemán, cuyo nombre lamento no recordar, que decía: “muchas personas han creído en el poder simbólico de los nombres y en la capacidad de transformar las cosas en función de la forma en que se denominen”. Los pueblos antiguos conocían este poder y aplicaban todo su corpus de creencias, mitos, leyendas y experiencias para elegir el nombre de sus asentamientos, de sus hijos, de sus casas y de sus cosas. En algún momento, un pueblo emergente, fuerte e imperial decidió llamar Filipinas a un territorio y, queriéndolo o no, también marcó el futuro de otros hombres y otros lugares dispersos más allá de su mundo conocido. Es el archipiélago filipino y su bella capital, Manila, el primer territorio y la primera ciudad española en aquel inmenso lago español denominado océano Pacífico.

A lo largo de la historia, todas las potencias que han ocupado territorios allende sus fronteras primigenias han dejado en ellos su impronta cultural, su lengua, su religión, sus costumbres y, de alguna manera han seguido vinculados política y socialmente a aquellos lugares que otrora formaron parte de la metrópolis.

España nunca tuvo colonias sensu estricto, sino que aglutinó todos sus territorios conquistados como una extensión de la propia península, dotándolos del mismo estatus jurídico y considerando a los naturales de todas las regiones de su inmenso imperio en un plano de igualdad con respecto a los españoles de Europa. También España mezcló la sangre peninsular con la ultramarina, lo que hizo que los vínculos no solamente fuesen culturales, sino que también fuesen genéticos. 

Sin embargo, todo lo que España dejó en América no lo pudo conservar en Filipinas y el Pacífico donde con excepción de la religión católica se ha borrado, incluso en los libros de historia, todo rastro material y espiritual de la presencia y cultura hispánica.

El origen del descubrimiento de Filipinas es consecuencia del descubrimiento de América y de la búsqueda, por parte de la Corona española, de nuevas rutas que llevasen a las islas de las especias, como alternativa a las antiguas rutas transcontinentales.

España debía encontrar un trayecto desde América hacia el Pacífico para ocupar los territorios al este del contra meridiano de Tordesillas, sin entrar en conflicto con la monarquía portuguesa. 

Manila, fundada por Legazpi en 1571, se estableció como capital de la entonces denominada Nueva Castilla y pasó a ser el centro neurálgico del comercio mundial en el área Asia-Pacífico.

Tornaviaje. El galeón de Manila 

La travesía hacia las islas del Pacífico estaba resuelta porque los barcos navegaban a favor de los vientos y las corrientes marinas, sin embargo, los barcos no podían regresar por la misma derrota y la travesía por el Índico y la costa oriental de África estaba vetada por los portugueses. Este problema fue resuelto por Andrés de Urdaneta, que navegando desde Filipinas hasta una latitud al norte de Japón, aprovechando la corriente de Kuroshio, logró regresar a la costa de Nueva España.

Este tornaviaje propició que Hispanoamérica contase con dos rutas de comercio marítimo que abarcaban casi con exclusividad todos los mercados mundiales, de modo que ejercía el monopolio de todas las actividades mercantiles que tenían como origen y destino los territorios españoles.

Para la travesía del Pacífico navegaba el galeón de Manila, que regresaba a Acapulco por la ruta de Urdaneta y, una vez en América, parte de las mercancías quedaban en los virreinatos y otra parte se transportaba a Veracruz por caminos de herradura, organizándose las llamadas flotas de indias.

La lengua española que mayoritariamente se hablaba en Manila y la isla de Luzón en realidad era una lengua elitista utilizada por los intelectuales, literatos, poetas, burgueses, comerciantes y empleados de la administración. Además era la lengua de la justicia, la prensa la docencia y las relaciones comerciales.

En el proceso de ocupación y evangelización se fundaron 116 misiones y 967 parroquias, calando profundamente la religión católica y sus festividades en la mayoría de los naturales del archipiélago filipino.

España también construyó hospitales públicos, casi todos ellos a cargo de los hermanos de la Orden de San Juan de Dios, así como escuelas públicas, de modo que en 1898, año en que España abandona las Filipinas, había censadas 2.100 escuelas.

La administración española, al igual que había hecho en Hispanoamérica, también se ocupó de la fundación de universidades y colegios mayores, siendo la universidad más importante la de Santo Tomás, erigida en Manila en el año 1611 y la primera que se fundó en Asia.

La Pontificia y Real Universidad de Santo Tomás, Universidad Católica de Filipinas o simplemente Universidad de Santo Tomás. Es la universidad católica más grande del mundo. Fue fundada el 28 de abril de 1611 por el arzobispo español Miguel de Benavides. Posee los estatutos de fundación más antiguos de toda las Filipinas. Es la universidad más antigua de Asia.

Arquitectura colonial 

La arquitectura filipina está muy influida por la arquitectura colonial hispanoamericana

Unido a las características propias de la influencia arquitectónica española, los edificios incorporan elementos materiales propios de la zona. De esta forma, templos, monasterios, conventos, iglesias y edificios administrativos utilizan el bambú, la madera, las conchas e incluso el coral en combinación con la piedra.

Dadas las condiciones sísmicas de la zona, los edificios se construyeron con muros de ancha base que iban menguando mientras se elevaban en altura. Son los edificios asiáticos que mejor han soportado los terremotos

Manila intramuros

El barrio intramuros de Manila es el conjunto que mejor representa la realidad arquitectónica colonial de Filipinas

El interior del recinto se organizó a modo de trama reticulada, con una plaza mayor rodeada de los edificios más notables. Las calles, al estilo de las ciudades coloniales de América, presentaban perfiles uniformes con balcones y alquerías, y las viviendas se construían en torno a patios que favorecían la socialización y facilitaban la iluminación y ventilación de los ambientes interiores.

Del patrimonio arquitectónico que no fue destruido en la II Guerra Mundial, queda la iglesia de San Agustín, que es el mayor tesoro arquitectónico que se conserva en Filipinas; la catedral de Manila (1582) destruida por los bombardeos de McArthur, y la iglesia de San Pedro y San Pablo de Calasiao.

Otros edificios notables son el fuerte de Santiago, el edificio de la Aduana, la casa Manila, el palacio episcopal, el palacio de la gobernación y la universidad de Santo Tomás (destruida en la II Guerra Mundial). 

Además de Manila, Vigan, en la isla de Luzón, es otro notable ejemplo de la arquitectura colonial filipina. En 1999 fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

El 7 de diciembre de 2014, Vigan (Filipinas) es considerada como una de las Nuevas siete ciudades maravillas del mundo. Fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1999, ya que es la ciudad española en Asia mejor conservada. Es bien conocida por sus calles empedradas y una arquitectura única que mezcla el diseño de los edificios de Asia y de la construcción europea con la arquitectura colonial y la planificación.​

Capitulación de Manila

Después del combate de Cavite, los americanos ocuparon el Arsenal, pero no tenían tropas de infantería para atacar Manila, y la labor de bloqueo de la ciudad fue encargada a los rebeldes de Aguinaldo.

En España quedaba una escuadra de reserva con los mejores barcos de la Flota. Esta, al mando del almirante, recibió instrucciones para dirigirse a Filipinas, pero incomprensiblemente cuando la agrupación naval había sobrepasado el canal de Suez y navegaba por el mar Rojo recibió la orden urgente de regresar a la Península. La escuadra de reserva no iría al Caribe ni al Pacífico, había que dar facilidades al enemigo y justificar a toda costa la entrega encubierta de los territorios de Ultramar a los Estados Unidos.

Tras los desastres de Montojo y Cervera, el 16 de julio de 1898, el Gobierno ordenó la capitulación de la ciudad de Santiago de Cuba, que se entregó sin que esta hubiese sido conquistada por los norteamericanos, a pesar de las protestas de cientos de oficiales del Ejército español.

Algo similar ocurrió el 15 de agosto de 1898 con la ciudad de Manila, pero, en esta ocasión, se realizó un simulacro de combate. Parece ser, y en otros trabajos personales lo demuestro documentalmente, que la capitulación de Manila se había pactado de antemano y había que hacer una parodia, donde la artillería norteamericana tirase por elevación (y así fue) para no dañar la ciudad y que las tropas españolas dejasen entrar a la exigua infantería norteamericana en ella.

La capitulación de Manila, según el Derecho de guerra, fue un hecho ilegal y carente de fundamentos jurídicos en el momento en que 48 horas antes los dos gobiernos contendientes habían pactado un alto el fuego supervisado y sancionado por un mediador internacional.

El malagueño Ruy López de Villalobos fue quien bautizó al país como Filipinas.

Tratado de París (10.12.1898)

El primero de octubre de 1898, con el máximo secreto, cerrado el parlamento español, decretada la censura de prensa y suspendidas las garantías constitucionales, comenzaron las conversaciones de paz entre el reino de España y la república de los Estados Unidos de América. Los representantes de ambas naciones se reunieron en el ministerio francés de Asuntos Exteriores. (Previo al debate, que tenía por base el acuerdo de alto el fuego firmado en Washington el 12 de agosto de 1898, la representación española solicitó la devolución de Manila porque había sido tomada 48 horas después del referido acuerdo. Los americanos se negaron a atender la demanda española, incumpliendo el principio cronológico del acuerdo).

Durante todo un mes, el asunto monográfico fue la cuestión de Cuba, que, en realidad, era el único territorio que el gobierno de Sagasta había pactado entregar en secreto. Pero los Estados Unidos fueron mucho más lejos con sus pretensiones y exigieron también la entrega de Puerto Rico y la isla de Guam (en el archipiélago delas Marianas).

Pero no quedó ahí el asunto puesto que España no solo se resignó a perder la ciudad de Manila (único territorio ocupado y de forma ilegal de las Filipinas), sino que vendió todo el archipiélago filipino a la potencia americana por veinte millones de dólares.

El pueblo español no se enteró de estos manejos y todas las conversaciones se llevaron en secreto y sin control parlamentario para evitar un estallido social de la población española.

Cabe afirmar que el Tratado de París es ilegal, según las normas y preceptos del derecho internacional, en el momento en que dos de estos preceptos no se cumplieron: por una parte no fue ratificado por el Parlamento español y por otra no se dio opción a los habitantes de los territorios en litigio a que conservasen su nacionalidad española, que era un derecho que no se podía conculcar.

Tras el Tratado de París, a España solo le quedaban los archipiélagos de las Marianas, Carolinas y Palaos.

Portada del libro “1898 CRÓNICA DE UNA DERROTA PACTADA”, de Federico Miguel Santaella Pascual. Editado por SND Editores 

Proclamación de la República filipina y genocidio americano

Cuando la escuadra española fue destruida en Cavite, las fuerzas estadounidenses que ocupaban el Arsenal no eran suficientes ni para consolidar esa posición ni para ocupar la ciudad de Manila. En espera de refuerzos, los americanos recurrieron a 12.000 rebeldes filipinos para que rodearan el perímetro de la ciudad. El recurso al apoyo de las fuerzas de Aguinaldo fue bajo la promesa del reconocimiento de la independencia de Filipinas. Sin embargo, una vez que los rebeldes hicieron su trabajo, los americanos los ningunearon y humillaron hasta el punto de no dejarles participar en la ocupación de Manila.

Aguinaldo, a quien los americanos no le habían comunicado sus planes del Tratado de París, proclamó la independencia unilateral de Filipinas el 12 de junio de 1898, independencia que los americanos, faltando a su promesa, no reconocieron, y el 4 de febrero de 1899 declaró la guerra a los Estados Unidos. Aguinaldo, de aliado, pasó a ser considerado bandido y fugitivo, y asimismo sus guerrilleros.

El presidente McKinley afirmaría: “Los filipinos son incapaces de autogobernarse. Hay que educarlos y cristianizarlos”. ¡Cómo si no llevasen casi cuatro siglos cristianizados y educados cuando solo en el archipiélago filipino se habían creado más escuelas y universidades de las que existían en toda el área Asia-Pacífico!

Aguinaldo se arrepentiría toda su vida de haber luchado contra España. Lo manifestó en múltiples ocasiones e incluso asistió en la catedral de Manila a los funerales que se rindieron al rey Alfonso XIII, manifestando que era el Rey de todos los filipinos y que para él España era la madre patria.

La guerra Filipino-Norteamericana se prolongó desde el 4 de febrero de 1899 al 16 de abril de 1902. En ese tiempo, los norteamericanos llevaron a cabo un plan de exterminio planificado no solo de los combatientes, sino también de toda la población, centrándose especialmente en los pobladores de raigambre y estirpe española. Cuando las tropas norteamericanas ocupaban una aldea mataban a toda la población. El general Jacob Smith, por su parte, ordenó la ejecución de todos los filipinos mayores de doce años fueran o no combatientes. En este periodo de guerra fueron exterminados millón y medio de filipinos (la quinta parte de la población). Este poco divulgado periodo ha pasado a la historia con el nombre de “primer genocidio filipino”. 

La damnatio memoriae de la cultura española en Filipinas 

Terminada la guerra se instauró un periodo de exterminio de la herencia española. Un auténtico genocidio cultural, imponiendo a la fuerza el inglés como lengua vehicular de la población y de la administración.

A lo largo de los siglos de presencia española en Filipinas, la lengua, costumbres, gastronomía, religión, modelo administrativo, la enseñanza en escuelas y universidades y, en general, todas las manifestaciones de la hispanidad habían calado profundamente en el archipiélago. El español como lengua oficial de la administración, la prensa y la literatura convivían en perfecta armonía con el tagalo y el chabacano (lengua criolla), lenguas que incluían vocablos tanto de la lengua española como de los numerosos dialectos filipinos.

Paradójicamente fue durante la ocupación norteamericana cuando la lengua española en Filipinas gozó de mayor vitalidad. Este fenómeno se produjo como reacción identitaria a la invasión cultural anglosajona. En este periodo se editaron multitud de periódicos y revistas en español, se representaban zarzuelas en los teatros y la literatura en español alcanzó su más alto nivel.

La Constitución filipina está escrita en español.

También se escribió en español la literatura clásica filipina como la de José Rizal, Graciano López y Pedro Paterno, así como la de todos los autores modernos hasta la II Guerra Mundial. En este periodo destacaron Cecilio Apóstol con sus Pangélicas y Zaragoza Cano y sus Cantos a España. Por su parte, el poeta Fernando M.ª Guerrero, apodado príncipe de la poesía lírica filipina, se lamentaba de la intrusión de la lengua inglesa, manifestando que sin lengua no hay espíritu.

Todo rasgo del legado hispánico había que destruirlo. De eso se encargó la administración estadounidense, alimentando la leyenda negra antiespañola; imponiendo la educación en inglés con el envío de 1.500 profesores de esa lengua; sustituyendo a los clérigos católicos por pastores protestantes; persiguiendo y censurando a la élite intelectual filipina que se expresaba en español; privando a los filipinos de su memoria como pueblo, y omitiendo en los libros de historia todo rasgo de presencia española.

Vista aérea de la ciudad de Manila destruida, en mayo de 1945. Foto: Wikipedia.

Segundo genocidio filipino. La destrucción de Manila 

El proceso de desamortización de la presencia española en Filipinas se aceleró, en gran medida, durante la II Guerra Mundial en que las Filipinas y, muy en concreto, la ciudad de Manila fue humanamente masacrada por las tropas japonesas y materialmente destruida por el ejército de McArthur.

Después del desastre del 98 en Manila y toda la isla de Luzón, permaneció una importante comunidad española dedicada fundamentalmente al comercio y los negocios. Cabe destacar la actividad de los cultivos de azúcar, tabaco y la elaboración de cerveza, como la fábrica de cerveza San Miguel, inaugurada en su barrio homónimo, o la compañía general de tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona.

En el periodo de ocupación japonesa se calcula que fueron exterminados un millón de filipinos. Un episodio especialmente sangriento se dio entre el 3 de febrero y el 3 de marzo de 1945, en lo que se llamó la “masacre de Manila”, ciudad en la que todavía vivía una numerosa y próspera comunidad española.

Antes de que los japoneses se retirasen de Manila presionados por el ejército estadounidense, se dedicaron a exterminar a toda su población. Los soldados tenían orden de no dejar testigos de sus desmanes. Se dedicaron metódicamente a asaltar casa por casa, matando a sus moradores. Ni siquiera respetaron la inmunidad de las legaciones extranjeras, e irrumpieron en el consulado español matando a todo el personal funcionario y a cientos de españoles que se habían refugiado en él. Se calcula que murieron más de cien mil manileños y, entre ellos, varios miles de españoles. Tras estos sucesos, miles de españoles abandonaron definitivamente su residencia en Filipinas.

Después de esta masacre, los americanos incrementaron el terror de manera totalmente innecesaria, puesto que los japoneses ya estaban abandonando la capital.

Pese a que se había prohibido el bombardeo de ciudades a partir del 9 de febrero de 1945, el general McArthur, con la excusa de que aún quedaban núcleos de resistencia japonesa, mandó bombardear el casco histórico de Manila. Más de 45.000 proyectiles de cañón, morteros y aviación cayeron sobre la Manila intramuros, causando el terror de los supervivientes y haciendo saltar por los aires las vetustas piedras de palacios, escuelas, conventos, iglesias, murallas y fortificaciones, así como la universidad de Santo Tomás (la más antigua de Asia) y la mayor parte del legado arquitectónico que había dejado España en sus casi cuatro siglos de presencia en Filipinas.

Aunque este es un hecho histórico poco conocido, se puede afirmar que, junto a Varsovia, Manila fue la ciudad más arrasada en la II Guerra Mundial. De hecho, hubo más víctimas que las que causaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Después del desastre del 98, el predominio de la lengua española sobre la inglesa se fue eclipsando hasta la II Guerra Mundial y las generaciones nacidas hasta 1950, las últimas hispanohablantes.

En 1916, los Estados Unidos dotaron a Filipinas de una autonomía limitada y Filipinas obtuvo su independencia definitiva el 4 de julio de 1946, pasando a ser el inglés la primera lengua oficial de la nueva nación.

Hasta el año 1973 el español se mantuvo como lengua cooficial junto al inglés y al tagalo y continuó siendo una asignatura obligatoria en la universidad hasta el año 1987.

En la actualidad solo el 1% de la población filipina tiene el español como lengua materna.

Pero no quiero terminar esta exposición sin aludir al recuerdo de los que estuvieron al otro lado de la historia como los “últimos de Filipinas” y los demás héroes olvidados, aquellos que no entendían de intrigas, de complots, de manejos ni de traiciones. Aquellos que se limitaron a cumplir con su deber y que dieron su vida por España. Aquellos que no querían entregar sus armas cuando desde el gobierno recibieron la orden de rendirse.

Tampoco nos podemos olvidar de los que tuvieron que abandonar sus pueblos, sus casas y sus cosas; los descendientes directos de aquellos pioneros que al descubrir un nuevo mundo crearon un mundo nuevo.

BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN:

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, Madrid.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Sevilla.

ARCHIVO HISTÓRICO DE LA ARMADA, Cartagena.

ARCHIVO NACIONAL DE FILIPINAS, Manila.

ARCHIVO VISO DEL MARQUÉS, Ciudad Real.

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CONGRESO DE LOS DIPUTADOS DEL REINO DE ESPAÑA, Diario de Sesiones, 23 de junio de 1898.

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FERNÁNDEZ REDONDO DÍAZ, Revista CESEDEN.

JUDERÍAS, J.: La leyenda negra y la verdad histórica. La ilustración española y la americana, Madrid, 1914. 

PASTOR SANTOS, Emilio: Los territorios de soberanía española en Oceanía, Instituto de Estudios Africanos, CSIC, 1950.

RED DE BIBLIOTECAS Y ARCHIVOS DEL CSIC, MadridVILA FRANCÉS, Alfonso: España 1898:El final de todo, el principio de nada, Artículo.