Las prácticas agrícolas intensivas ponen han llevado a una pérdida alarmante de organismos del suelo

Un puñado de tierra alberga más vida que la población humana entera. Bajo nuestros pies, millones de criaturas diminutas —desde lombrices hasta microscópicos colémbolos y ácaros— trabajan incansablemente en la sombra, descomponen la materia orgánica, reciclan nutrientes y airean la tierra. Este mundo invisible es vital para la salud de los ecosistemas y la producción de alimentos. Son los arquitectos ocultos de la fertilidad del suelo, sin los cuales los exuberantes campos y frondosos bosques que conocemos no existirían. Sin embargo, las prácticas agrícolas intensivas están provocando una pérdida alarmante de estos organismos.

La conversión de ecosistemas naturales en sistemas de producción agrícola y de pastoreo es una de las mayores amenazas para la biodiversidad a nivel global. Esta transformación no sólo afecta la superficie visible de los paisajes, sino que tiene consecuencias devastadoras para la vida subterránea.

Un estudio reciente, publicado en Science of The Total Environment, realizado por investigadoras del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, Conicet-UNC) y del Instituto de Ecorregiones Andinas (Inecoa, Conicet-UNJu), ofrece una visión preocupante sobre cómo esta conversión afecta la fauna del suelo.

María Fernanda Chiappero, María Rosa Rossetti, María Laura Moreno y Natalia Pérez Harguindeguy, egresadas de la UNC, analizaron datos de diferentes estudios sobre el tema. “Existen pocos trabajos sobre bichos del suelo, fundamentalmente porque se sabe poco de su identidad taxonómica. Sabemos mucho de las plantas y de mamíferos que nos encantan, pero en la medida en que tenemos menos empatía y visión directa del organismo, se estudia menos. Hay un vacío de conocimiento, y eso funcionó como disparador y motivación de nuestro trabajo”, cuenta Rossetti, recordando cómo comenzaron en 2019.

En la investigación se analizaron datos de 260 estudios realizados en 53 países de cinco continentes: fueron 1732 observaciones de abundancia (cantidad de organismos) y 459 de riqueza (cantidad de especies) de la fauna del suelo. Los resultados fueron contundentes: la conversión del uso de la tierra reduce significativamente tanto la cantidad de organismos del suelo como la riqueza de especies.

Los impactos son especialmente severos en regiones tropicales (como la selva amazónica) y subtropicales (como los bosques de Córdoba), donde la transformación de la vegetación nativa por usos productivos es más drástica.

“El trabajo es un metaanálisis. Lo que hicimos es buscar la mayor cantidad posible de trabajos primarios y ver qué resultados reflejan: un efecto positivo, negativo, o nulo”, explica Natalia Pérez Harguindeguy. “Con esa información, un modelo estadístico permite cuantificar la probabilidad de tener resultados positivos o negativos. Es decir, si voy al campo y comparo un sistema natural con una producción, ¿qué probabilidad tengo de encontrar efecto positivo o negativo o de no encontrar un efecto sobre la fauna del suelo? Mostramos que si se compara un sistema natural con uno bajo producción intensiva, lo más probable es encontrar menos bichos del suelo y menos especies también, es decir un efecto negativo”, resalta la investigadora.

En ese sentido, Rossetti agrega: “Este tipo de análisis tienen mucha fuerza ya que compilan todo lo que está publicado sobre un tema, le ponen un número y cuantifican las tendencias más probables. Podemos hablar de consecuencias a nivel global y también en qué porcentaje se reduce la fauna del suelo con una determinada transformación”.

El rol crucial de la fauna del suelo

Algunos de los grupos más afectados por estas transformaciones productivas fueron los ácaros (menos especies) y los colémbolos (menor abundancia). Estos pequeños organismos desempeñan un papel crucial en la descomposición de la materia orgánica, lo que a su vez contribuye al reciclaje de carbono y nutrientes, esenciales para la fertilidad y estabilidad del suelo.

¿Por qué es tan preocupante la pérdida de estos organismos? La fauna del suelo es esencial para mantener la estructura y fertilidad del suelo, elementos clave para la producción agrícola sostenible. Estos organismos no sólo descomponen la materia orgánica, sino que también contribuyen a la circulación de nutrientes, aireación del suelo y el control de plagas. Sin ellos, los suelos se vuelven menos fértiles, más compactos, y menos capaces de retener agua, lo que afecta directamente la productividad agrícola.

La conversión del uso de la tierra no sólo amenaza a los organismos del suelo, sino que, a través de ellos también altera los procesos ecológicos en los que participan. Al reducirse la biodiversidad del suelo, se altera el reciclado de nutrientes, lo que lleva a una disminución en la calidad del suelo y, en última instancia, a una menor capacidad para producir alimentos.

Este es un problema global que afecta tanto a pequeños agricultores como a grandes sistemas de producción.

¿Qué prácticas pueden mitigar estos impactos?

“En general, la intensificación de uso sobre un pedazo de suelo no redunda en la conservación del resto del suelo. Simplemente se usa cada vez más suelo y más intensivamente. Esta intensificación tampoco ha solucionado el problema alimentario global, cuyo principal déficit no es la producción sino la distribución y las pérdidas en las líneas de distribución”, subrayan las investigadoras. Y agregan: “Como a cualquier sistema, a los suelos no se le puede extraer recursos infinitamente, y esa noción de sistemas en los ecosistemas es algo que siempre deberíamos tener presente”.

Ante este panorama, surge una pregunta crucial: ¿qué podemos hacer para mitigar estos impactos y proteger la biodiversidad del suelo?

En el marco de su estudio, las investigadoras proponen la necesidad de continuar estimulando la adopción de prácticas agrícolas compatibles con la conservación del suelo. Algunas de estas incluyen la agricultura de conservación, la agroforestería y el uso de cultivos de cobertura.

Según explican Rossetti y Pérez Harguindeguy, la adopción de estas prácticas es fundamental. Sin embargo, su implementación requiere un cambio de paradigma en la forma en que vemos y manejamos el suelo. “Es necesario que tanto quienes trabajan el suelo directamente, como quienes toman políticas sobre ellos, o quienes aprovechan sus beneficios, comprendamos que el suelo es un recurso vivo que debe ser protegido y restaurado”, señala Pérez Harguindeguy.

“Las síntesis de investigación como la que desarrollamos en este trabajo repercuten a nivel global y contribuyen a la construcción de iniciativas que dan marcos regulatorios a los gobiernos a través de acuerdos. Hay organismos internacionales, en los que participa el gobierno argentino, que toman esta información y la transforman en políticas públicas globales. A nivel local tenemos muchos colegas que están trabajando de forma integrada con productores que están siendo parte de este cambio de paradigma”, afirma Rossetti.