La Fundación Séneca financia la estancia en Italia de un investigador de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), para el desarrollo de unos sensores de nueva generación que ‘escuchan’ como los seres humanos y están interconectados. Son necesarios para crear paisajes sonoros basados en modelos psicoacústicos, que dejan anticuados a los actuales mapas de ruidos.
La contaminación acústica altera la calidad de vida. Varios estudios han demostrado que el ruido está relacionado con problemas de salud como dolores de cabeza, agitación respiratoria y aumento de la presión arterial. Además, a los desajustes meramente físicos se suma el propio malestar psicológico que genera en las personas que lo sufren de manera constante.
Para combatir la contaminación acústica las ciudades tienden a apostar por fórmulas restrictivas. Sin embargo, la tecnología permite un tipo de actuación diferente, tal y como está estudiando el profesor de la UCAM e integrante del Grupo de Investigación en Telecomunicaciones Avanzadas (GRITA), Juan Miguel Navarro Ruiz.
Con qué sensores se crean los paisajes sonoros
El investigador de la UCAM está desarrollando un modelo psicoacústico innovador para evaluar el impacto del ruido sobre la vida de las personas, y que permite construir paisajes sonoros. Como parte de ese proyecto, Juan Miguel Navarro Ruiz está realizando una estancia de investigación de tres meses en la universidad italiana Luigi Vavitelli, financiada por la Fundación Séneca. Allí trabaja en el desarrollo de unos sensores acústicos de nueva generación que captan el sonido en modo binaural, es decir, igual que lo hacen las personas con sus dos oídos, y que permiten evaluar el ambiente sonoro y estudiar su correlación con los efectos en los aspectos fisiológicos y psicosociales de las personas que viven en entornos urbanos.
Estos sensores son mucho más sofisticados que los sonómetros empleados habitualmente. Se trata de dispositivos conectados y de bajo coste; captan el sonido por dos vías diferentes, tal y como lo hacen los seres humanos, algo que se ha logrado con una tecnología similar a la utilizada en los teléfonos móviles, equipados con varios micrófonos. Actúan en red, facilitan de datos sobre lo que está ocurriendo en diferentes puntos de la ciudad o el entorno a analizar, y todo ello, en tiempo real.
Qué cambio permiten estos sensores inteligentes
Gracias a estos sensores de nueva generación, los investigadores de GRITA podrán pasar de los ya conocidos mapas de ruidos a los «paisajes sonoros», que suponen un cambio de paradigma y van mucho más allá de determinar el nivel de decibelios en una zona determinada. Tanto es así, que con estos sensores binaurales se puede determinar también qué sonidos son molestos para los seres humanos y acercarse a la percepción subjetiva que se tiene al percibirlos.
Entre otros avances, los paisajes sonoros permiten devolver a cada espacio el ambiente sonoro que le corresponde, más que simplemente combatir el ruido. «Por ejemplo, que en una plaza pública se coloque una fuente, para que su sonido opaque el ruido del tráfico», explica Juan Miguel Navarro.
Qué elementos se necesitan para dibujar los paisajes sonoros de las ciudades
Para dibujar esos paisajes sonoros, se necesitan los sensores que ‘oyen’ como las personas. Sin embargo, solamente con ellos no es suficiente. También entran en juego conceptos más subjetivos como la molestia, agudeza y rugosidad del sonido, con los que se puede elaborar un «modelo complejo que se acerca más a definir la molestia provocada por un ruido», añade el investigador de grupo GRITA.
Durante su estancia en Italia, financiada por la Fundación Séneca, Juan Miguel Navarro tiene acceso a un laboratorio con un equipamiento muy específico, no disponible en España, y está recogiendo datos para elaborar un entorno sonoro del campus italiano, que pondrá en valor para desarrollar una metodología aplicable otros lugares.
Además, está realizando pruebas psicoacústicas con personas en el laboratorio de realidad virtual SENS i-Lab, que servirán para cuantificar de forma más precisa el bienestar o la molestia del entorno acústico urbano en las personas. Los investigadores emplean un sistema de monitorización de datos fisiológicos y, al mismo tiempo, las personas participantes en el estudio responden a encuestas, para recabar datos sobre la percepción subjetiva del ruido. Con todo este trabajo en Italia, el grupo GRITA pretende, por un lado, validar el uso del nodo acústico como sistema de bajo coste, en comparación con los actuales en el mercado, para evaluar el paisaje sonoro y, por otro lado, obtener nuevas conclusiones sobre el efecto del paisaje sonoro en las personas.
«Estamos recogiendo entornos sonoros a los que les vamos a sacar los parámetros de calidad acústica, con la idea de hacer una valoración objetiva y subjetiva. Esto nos permitirá evaluar nuestro modelo objetivo de molestia», aclara.
Qué información dan los datos sobre ruido para la gestión de las ciudades
En paralelo, el grupo GRITA trabaja en la interpretación los datos recabados por sensores acústicos de ciudades como Barcelona, para lo que emplean modelos de inteligencia artificial. Con esta información pudieron elaborar patrones de comportamiento, que serán todavía más ricos cuando se comiencen a utilizar los sensores de nueva generación que han desarrollado.
«Con los nuevos sensores obtenemos los decibelios y los parámetros psicoacústicos. Además podemos detectar las fuentes sonoras de manera automática con IA; y todo sin vulnerar la privacidad de las personas», explica Juan Miguel Navarro. Esta nueva manera de entender el ruido en las ciudades abre vías nuevas para la gestión de los espacios urbanos y hacerlos más habitables.
La conexión entre los distintos tipos de sensores permitirá interrelacionar datos y obtener modelos más complejos, que se traducirán en una mejora del bienestar de los habitantes de las ciudades.