Dos factores: las diversas variantes en las enzimas encargadas del metabolismo del alcohol en el organismo, y las alteraciones en los genes asociados con los receptores y el transporte de dopamina (sustancia íntimamente ligada a la sensación de placer y estrechamente relacionada con el consumo de alcohol) incrementan las probabilidades de desarrollar una adicción a esta sustancia psicoactiva, aceptada socialmente y consumida en todo el mundo.
Tomarse unos “traguitos” ocasionalmente, o en algunos casos de manera recurrente, es una práctica arraigada a muchas culturas, sobre todo en épocas o celebraciones “especiales”. Solo por poner un ejemplo, la última Encuesta Nacional de Sustancias Psicoactivas (DANE) de Colombia reveló que el alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en este país hispanoamericano con un 84 %, seguido del tabaco con 33 % y los cigarrillos electrónicos con 5 %.
Aunque probablemente al momento de consumir alcohol “se pase bueno”, cuanto más elevado sea el consumo más riesgos conllevará para la salud: se puede afectar la coordinación, alterar el conocimiento o provocar daños en el sistema nervioso y hasta en órganos vitales como el hígado y corazón. Detrás de esto hay una explicación genética.
Lo que ocurre al “tomar trago”
El componente principal de las bebidas alcohólicas es el etanol, responsable de los efectos psicoactivos. Cuando este se ingiere, la enzima alcohol deshidrogenasa (ADH), que se encuentra en el hígado, se encarga de transformarlo en un acetaldehído, sustancia que genera los síntomas comunes de la borrachera como enrojecimiento, náuseas, pérdida de la consciencia y dolor de cabeza. Después otra enzima, la aldehído deshidrogenasa (ALDH), se encarga de retirarlo y convertirlo en acetato, un compuesto que al cuerpo le resulta más fácil transformar.
Esas características fueron analizadas a través del ADN con tecnologías moleculares. El profesor Mauricio Rey Buitrago, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), junto con estudiantes de la Maestría en Genética Humana, al iniciar el desarrollo de la línea de investigación analizaron el genoma de cerca de 150 personas, algunas sanas y otras con problemas de consumo de alcohol; los resultados de estas últimas mostraron que poseen variantes genéticas en genes relacionados con el metabolismo del alcohol que los ponen en riesgo.
Según explica el experto, “las variantes encontradas son las que hacen a las personas buenas “acetiladoras”, lo cual indica que el cuerpo metaboliza esta sustancia psicoactiva de manera más eficiente. Esto explicaría por qué las personas con estas variantes son más propensas a desarrollar tolerancia al alcohol, lo que puede conducir a un consumo excesivo y posterior dependencia. Dichas variantes son diferentes en todas las poblaciones, por eso es importante conocerlas”.
“Por ejemplo, contrario a lo que ocurre en Colombia, la población asiática tiene una variante que es buena transformando el alcohol en acetaldehído, pero también una variante que es mala transformando el acetaldehído en acetato. Entonces ocurre que les acumula acetaldehído y por eso al beber alcohol suelen sufrir de náuseas, vómito y malestar profundo, lo que se convierte en un factor de protección”.
Agrega que “una variante es un cambio en un componente del ADN. Puede haber varios componentes en el ADN, entonces la mayoría de las personas tenemos una secuencia determinada, pero en la población se pueden encontrar cambios y esos cambios pueden indicar una susceptibilidad”.
Pero ahí no quedó todo. En estudios posteriores, el profesor exploró los aspectos genéticos del alcoholismo como enfermedad psiquiátrica, desentrañando en muestras de sangre los genes de 140 personas, relacionados con los receptores y transportadores de dopamina en el cerebro.
Los resultados revelaron diferencias significativas entre hombres y mujeres, además de variantes genéticas específicas asociadas con la respuesta de placer. “ En este caso encontramos un polimorfismo en el receptor de dopamina tipo 2 que se llama TAQ1B. Hallamos diferencias entre las personas de los grupos control y casos. Poseer esta variante genética las hace más susceptibles al consumir alcohol”, manifestó el profesor.
Alrededor del 50 % de los casos de alcoholismo como enfermedad se atribuyen a factores genéticos, mientras que el otro 50 % se relaciona con factores psiquiátricos, psicológicos y epigenéticos. Por eso hoy el grupo de investigación está estudiando otros factores genéticos de inflamación que podrían ser candidatos a blanco farmacológico, es decir que ayudarían a desarrollar nuevas estrategias de prevención y tratamiento de la enfermedad.