Un parque con arbolado da alegría y vida a una ciudad. Pero además de estos valores subjetivos, también aporta un conjunto de beneficios medioambientales, como la regulación de la temperatura y de la humedad, al tiempo que actúa como un sumidero de contaminación. Así se ha comprobado en un estudio realizado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), por Alejandra Calle Cárdenas, magíster en Estudios Urbano – Regionales.
“Los árboles, arbustos y otros tipos de vegetación presentes en las ciudades prestan diversos servicios ecosistémicos, tales como regulación del microclima, captura de carbono, regulación hídrica, oferta de hábitat y alimento para la fauna silvestre, control de plagas y enfermedades, solo por mencionar algunos, mejorando tanto la calidad de vida de las personas como la del medioambiente circundante”, explica la Ingeniera Forestal.
Dichos servicios se dividen en cuatro categorías; entre los servicios de aprovisionamiento se cuentan el agua dulce, los alimentos y materias primas. El de regulación abarca la calidad del aire, la regulación climática, la fertilización del suelo, el control de fenómenos extremos, control biológico de plagas, polinización, entre otros.
El de sostenimiento es necesario para la generación de otros servicios y son la base de los ecosistemas, como la formación del suelo, el ciclo de nutrientes y la capacidad de ser hábitat. Mientras que en el cultural, los beneficios son no materiales, se convierten en espacios verdes, experiencias estéticas, espirituales y culturales; detalla la investigación.
Para el desarrollo del trabajo de grado, la estudiante y su directora, la profesora María Fernanda Cárdenas, se enfocaron en los servicios ecosistémicos de regulación en los cuatro parques públicos seleccionados, debido a que estos se pueden medir inmediatamente.
Así, evaluaron la regulación térmica (disminución de la temperatura y confort térmico); el ‘efecto isla de calor’; la retención de monóxido de carbono; la filtración de polvo, cenizas, humo y PM10 (partículas menores de 10 microgramos – µm); la regulación de la escorrentía (retención y disminución de la velocidad de caída del agua de lluvia en la tierra), evapotranspiración, y la contaminación acústica o ruido. En el trabajo utilizó el software I-Tree Eco y el instrumento medidor ambiental 4 en 1.
Qué resultados se destacan en el estudio
Los parques que se escogieron para el estudio están ubicados en la parte más plana de Medellín, cerca al río para que no hubiese diferencias altitudinales que afectaran la temperatura y la humedad. Además, se comparó cómo los árboles influían en esas variables que íbamos a estudiar. Por ejemplo, los parques Laureles y Bolívar llevan mucho tiempo en la ciudad y aunque fueron remodelados, no se vio afectado su componente arbóreo. En cambio, el de las Ruedas de la 4 Sur y el del Río, (el tramo A para este caso de estudio) se diseñaron desde cero.
Entre los resultados se destaca que el arbolado urbano en los sitios de estudio, “disminuye la temperatura y, por ende, a mitigar el efecto isla de calor urbano, por medio de la sombra que proporcionan y la liberación de vapor de agua por la transpiración de las hojas. Esta capacidad de enfriamiento es esencial para contrarrestar el aumento de las temperaturas en las zonas más urbanizadas y crear entornos más habitables y confortables para los residentes”, menciona.
Además, “se determinó que las variaciones de temperatura oscilan entre 1°C y 2°C al comparar espacios cubiertos de jardines y árboles grandes y de copas frondosas (Parque Bolívar y Primer Parque de Laureles), en contraste con espacios de piso duro y grama y árboles de menor porte y copas más pequeñas (Skate park y Parques del Río), presentando incluso temperaturas similares en zonas cubiertas de grama y piso duro con poca o ninguna cobertura arbórea”, manifiesta la ingeniera Alejandra Calle.
Otro resultado determinante es el aporte de los árboles grandes y la diversidad vegetal. “Los sitios con valores de temperatura menores y los valores de humedad mayores, tenían en común los parques con árboles de gran porte y copas frondosas (Parque Bolívar y Primer Parque de Laureles). Cabe resaltar que la mayoría de sus coberturas eran jardines de diversos tamaños y especies, combinación que proporciona sensaciones climáticas más frescas y permite la permanencia de las personas por largos periodos de tiempo”, añade la investigadora.
De igual manera, “los árboles eliminaron en promedio cada año 833,60 kg de monóxido de carbono, 291,14 kg de dióxido de nitrógeno, 464,39 de ozono, 418,57 Kg de PM10, 17,07 Kg de PM2.5 (Material particulado menor a 2,5 micrones) y 108,11 Kg de dióxido de azufre, valores muy importantes en ciudades como Medellín donde la contaminación atmosférica y la calidad del aire son de las mayores problemáticas que afectan la salud de las personas”.
Aunque uno de los resultados del trabajo es que los árboles de copa frondosa, grande, y que llevan mucho tiempo en la ciudad, es necesario crear un plan de recambio de individuos. “Se debe analizar cuáles llevan mucho tiempo establecidos, y cuáles nuevas especies deberían establecerse cerca para que el cambio sobre los servicios ecosistémicos y el impacto visual no sea tan abrupto”.
Otra necesidad es la diversificación de especies, pues generalmente se encuentran las mismas especies, por ejemplo, los guayacanes rosados y amarillos. “Hay otras especies que son de gran aporte en los servicios ecosistémicos pero que no son tan conocidas; adicionalmente, se ha visto que algunas de las especies introducidas, presentan muchos problemas con sus raíces porque levantan los pisos, lo cual también debe ser valorado.