Más del 30 por ciento de la población padece de esteatosis hepática metabólica, su nombre médico, pero que comúnmente se conoce como hígado graso. Existen factores de riesgo que originan esta enfermedad, como son la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico, unas patologías que las padecen un porcentaje muy alto de la población. Conocer más sobre esta enfermedad es el primer paso para prevenirla.
“El problema es que no existe ningún fármaco para esta enfermedad, y puede derivar a largo plazo en un cáncer o que el paciente llegue a necesitar un trasplante”, explica con preocupación Rocío Aller de la Fuente, profesora de la Facultad de Medicina y doctora especialista en Aparato Digestivo en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, quien atiende en su consulta a pacientes con esta enfermedad desde 2004, y que resalta el gran incremento de casos estos últimos años.
Por esta razón, la profesora de la UVa acaba de presentar las primeras guías multisociedad sobre Esteatosis hepática metabólica en el Congreso Nacional de Endocrinología (SEEN), celebrado en Barcelona. Las guías pueden ayudar a todos los especialistas implicados para detectar a tiempo una enfermedad que no da la cara hasta que ya es tarde. ¿Cómo evitarla?. “La adopción de hábitos de vida saludables, “de momento, no hay otra manera”, sentencia.
Cuál es uno de los factores que favorecen la aparición del hígado graso
La obesidad es uno de los factores que más favorecen la aparición del hígado graso. Rocío Aller avisa con cierta alarma de que ya la obesidad afecta a un 30 por ciento de la población infantil, “con lo que esos niños cuando lleguen a la edad adulta van a tener hígado graso con alta probabilidad, por lo que llegará a ser un problema de salud de primer nivel, ya que muchos de ellos necesitarán un trasplante”.
El término médico de esteatosis hepática metabólica se acuñó para especificar este tipo de hígado graso cuando la grasa en el hígado se origina por un factor metabólico, como pueden ser la obesidad, la diabetes o el síndrome metabólico (tensión alta, índice cintura/cadera alto y alteración del metabolismo de los carbohidratos), frente al hígado graso originado por el consumo de alcohol.
“La típica obesidad de un paciente con un índice cintura/cadera alto, es decir la obesidad abdominal o visceral, es el perfil que le predispone a padecerla”, explica la doctora, quien habla de que muchos de los pacientes que pasan por su consulta a diario tienen sobrepeso o obesidad “ellos no lo notan, pero muchos, es seguro, tengan hígado graso”
De hecho, Rocío Aller es una de las especialistas con mayor número de pacientes con biopsia hepática de España, única prueba para diagnosticar esta enfermedad, por lo que es un referente sobre esta patología en nuestro país, con “330 pacientes biopsiados”, gracias a las cuáles se ha podido conocer más sobre esta patología, que ha convertido a Valladolid en el puesto número uno en biopsias hechas a pacientes. Actualmente, esta profesora de la Universidad de Valladolid es la secretaria científica de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) y pertenece al registro HEPAmet, un registro nacional que lleva el registro de todos los pacientes con hígado graso biopsiados.
Para qué ayudan las biopsias en casos de hígado graso
Las biopsias son fundamentales para detectar el hígado graso no alcohólico y ya se encuentran investigando en varios ensayos clínicos con fármacos destinados a estos pacientes, y que pueda tener cura, ya que en unos años se augura que será una de las causas que provoque más mortalidad, sobre todo ocasionada por la epidemia actual de obesidad y de diabetes.
Sin embargo, las biopsias son invasivas para el paciente por lo que se pueden diagnosticar antes con ciertas pruebas, que actualmente la especialista intenta que se adopten en atención primaria, ya que esos pacientes entran primero por ahí. “Allí no se tienen recursos para hacer biopsias pero sí se pueden adoptar pruebas que ayuden a detectarla antes”.
“En estas guías hemos juntado a nueve sociedades científicas, ya que es una patología multidisciplinar, porque aquí intervienen el endocrino, médico de atención primaria, el internista…y lo que hemos hecho es un consenso en cómo tienen que hacerse los flujos de derivación, cómo tiene que hacerse el diagnóstico”. La idea que se proponen es trabajar todos en conjunto y de forma coordinada.
Cuáles son los primeros indicios de esta enfermedad hepática
Los primeros indicios en estas personas con factores de riesgo son las alteraciones en su análisis de sangre, como en las pruebas del hígado, colesterol o diabetes, o por ecografías que se hacen por otros motivos y se les detecta la grasa en el hígado. “Las guías que vamos a hacer son para hacer hincapié en que hay que buscar la enfermedad”, recalca la doctora. “A un diabético se le mira el fondo de ojo, pero habría que mirarle también el hígado, porque el 70 por ciento de ellos tienen el hígado graso” Lo mismo ocurre con el 90 por ciento de obesos de grado tres (obesidad mórbida). De hecho, ya se ha convertido en la enfermedad hepática más prevalente frente a hace años que era la hepatitis C, cuya incidencia ahora es casi nula.
Un dato que hay que conocer es que esta enfermedad tiene varias fases, y el problema es que hasta que no se llega a la tercera no se detecta, lo que puede tener consecuencias fatídicas. La primera fase se produce cuando la grasa en el hígado supera el 5 por ciento; la segunda, cuando esa grasa produce inflamación, es decir, una hepatitis originada por la grasa; y la tercera, es la fibrosis (cicatriz en el hígado). Es en esta última cuando el hígado puede dejar de funcionar y conduce al trasplante.
Cómo prevenir el hígado graso
El tratamiento que propone Rocío Aller para prevenir el hígado graso es sencillo: dieta y ejercicio físico. Y la que más recomienda es la dieta mediterránea, que aunque “todo el mundo dice que la hace, muy poca la sigue”.
Y ¿qué quitamos?, las grasas saturadas y los hidratos de absorción rápida, es decir, los azúcares. Sobre todo, pide evitar las bebidas azucaradas e incluir el aceite de oliva virgen extra, que se ha demostrado que previene el cáncer.
“Se abusa mucho de estos productos energéticos, y además muchos se potencian con la mezcla del alcohol, especialmente entre los más jóvenes, lo que se convierte automáticamente en grasa en el hígado”.
La otra “pata” de la prevención es el ejercicio de fuerza, lo recomendable es caminar 150 minutos a la semana en tres sesiones a paso rápido, recomendado por la OMS, y si se acompaña con ejercicio de fuerza la mejoría metabólica es mucho mayor. Y finaliza con la prueba más rotunda para evitar la comida procesada o ultraprocesada “ya hay un estudio que relaciona la fast food (comida rápida) con el hígado graso”.