Luis Antequera es escritor, periodista e historiador. Director del programa radiofónico de Historia “Esta no es una Semana Cualquiera”. Autor de siete libros y más de 2.500 artículos en prensa.
El Almirante Juan Bautista Antequera tiene, por méritos sobrados, un lugar en la historia militar del convulso siglo XIX español. Esa carrera militar al servicio de la patria le dará, sin embargo, propicia ocasión de realizar una serie de aportaciones científicas para nada desdeñables.
Se ha cumplido por estas fechas el bicentenario del nacimiento de uno de los grandes marinos del convulso siglo XIX español, porque el 1 de junio de 1823, en el municipio de San Cristóbal de la Laguna, venía al mundo Juan Bautista Antequera y Bobadilla de Eslava, a la postre, almirante de la Armada Española y dos veces ministro de Marina.
Perteneciente a una familia de origen manchego proveniente de la bella ciudad de Villanueva de los Infantes –su padre había sido destinado a las Canarias en calidad de intendente de las Islas- a la edad de quince años, como se hacía entonces, ingresa en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz.
Primeras acciones, Laureada y Diadema Real de Marina
Desde muy joven despunta en el servicio a la patria. En 1840, en el marco de la Primera Guerra Carlista, embarcado en el bergantín Héroe, participa en la acción de los Alfaques, siendo premiado con la Diadema Real de Marina, llamada por algunos “la laureada de los mares”. En esa acción, la flotilla al mando de Luis Hernández Pinzón se apodera de Rosas, Cadaqués, y las islas Medas.
Cuatro años más tarde, al mando del bergantín Manzanares, participa en el bloqueo de los puertos de Alicante y Cartagena, sublevados contra el gobierno del liberal moderado Ramón María Narváez. Su actuación le valdrá la Laureada de San Fernando, la medalla militar más importante de las armas españolas, de modo que, con apenas 21 años, se halla ya en posesión de la Laureada y de la “laureada de los mares”, algo al alcance de muy pocos.
Embarcado en el buque “Héroe”, en 1845 consigue que el presidente argentino, Juan Manuel de Rosas, libere a unos presos españoles que tenía, lo cual hará con habilidad y diplomacia. Se dice que al verse ante el mandatario rioplatense, que le recibió de cualquier manera, sin ni siquiera vestirse para la ocasión, le dijo: “Tiene Vd. razón mi general, aquí hace mucho calor, será mejor que nos pongamos los dos en mangas de camisa”, lo que al parecer, despertó la simpatía del argentino. Quien con esta soltura se dirige al tirano tiene 22 años y apenas es alférez de navío.
En 1851, al mando del vapor Habanero, participa en La Habana en varias acciones contra los piratas que asolaban la zona, entre otros, el temido Narciso López, cuya pretensión, según el historiador británico Hugh Thomas, no era otra que la de anexionar Cuba a los estados esclavistas del sur de los Estados Unidos. El buen hacer de Antequera en el escenario le ganan la cruz de Carlos III y el título de Benemérito de la Patria.
Corriendo el año 1859, y a las órdenes del General O’Donnell, a la sazón presidente del Gobierno, Antequera participa en la Guerra de Africa como comandante del “Villa de Bilbao”, dando muestras de buen hacer y valor en las acciones llevadas a cabo en Río Martín, Arcila y Larache, guerra que, como se sabe, termina con una gran victoria española y el Tratado de Wad Ras. Es ascendido a coronel. Tiene apenas 34 años.
La Guerra del Pacífico
Y llega el año de 1866. Tras casi medio siglo de total ausencia española en aguas tan lejanas, España envía al gran océano que Magallanes llamara el Pacífico una flota en misión meramente científica y diplomática. La desconfianza de las nuevas repúblicas americanas hacia la Madre Patria, unida al temor que otras intervenciones extranjeras de varias nacionalidades, -francesas, inglesas o norteamericanas-, estaban generando en el continente, hace que el ambiente se enrarezca a gran velocidad.
El detonador del conflicto será una simple reyerta entre civiles peruanos y españoles que, no resuelta a la satisfacción de los marinos españoles, lleva a los barcos hispanos a ocupar las peruanas islas Chincha. La firma del acuerdo Vivanco-Pareja, -Pareja era el comandante de la flota española, Vivanco un ex-mandatario peruano destinado como diplomático en Chile- no representa, en modo alguno, el final de la desconfianza, ni menos aún de las hostilidades, y España envía al escenario otros tres barcos. Entre ellos va la fragata blindada Numancia, uno de los primeros acorazados de la Historia, al mando de Méndez Núñez, el cual, al llegar al escenario, ante la muerte por suicidio de Pareja, toma el mando de la flota, dejando el de la Numancia a su segundo, Antequera.
Se bombardea primero el puerto chileno de Valparaíso, y luego, el 2 de mayo de 1866, el puerto peruano de El Callao, dando con ello por terminada la operación de castigo con la franca victoria española que conmemoran madrileñas plazas como “Abtao” o “Callao”, o el no menos madrileño barrio de “Pacífico”.
Cuando dos meses después se produzca la primera batalla naval en la que las dos armadas contendientes poseen acorazados, la batalla de Lissa, en el marco de las guerras por la unidad italiana, el comandante austríaco Wilhelm von Tegetthoff, vencedor a la postre de la misma, arengará a sus marinos con estas palabras: “Imitemos a los españoles en El Callao”.
La Vuelta al Mundo en la Numancia
Terminada la batalla, Antequera recibe la orden del Gobierno de volver a España atravesando el Pacífico. Al doblar el cabo africano de Buena Esperanza, ante el nuevo empeoramiento de la situación en América, en lugar de ascender hacia España, continua su singladura por el Atlántico hasta llegar a Brasil, donde, una vez que arriba, se convierte en el primer hombre en dar la vuelta al mundo en un barco acorazado.
Por esta hazaña se le concederá un lema con la inscripción “In loricata nave primus circundedisti me”, “En nave acorazada fuiste el primero en darme la vuelta”, mismo lema que recibiera en su día Juan Sebastián Elcano del César Carlos, con el añadido “In loricata nave”, “en nave acorazada”. Es condecorado con la medalla del Viaje de Circunnavegación de la Numancia.
Otras acciones
En los tiempos convulsos de la llamada Revolución Gloriosa que depone a la reina Isabel II, Antequera pone fin a un golpe republicano en Málaga, y luego, en Santa Pola, aborta, él solo, un brote de golpe militar surgido en el barco Villa de Madrid, lo que será premiado póstumamente por la Regente María Cristina con el título de Conde de Santa Pola, concedido a su hijo Juan Bautista en 1891. Asciende a contralmirante.
Ya en el reinado de Amadeo de Saboya, que por cierto, llega a España en la fragata Numancia, Antequera es elegido Senador por Tenerife, cargo que abandona para tomar posesión como Comandante General del Apostadero de Manila, con la misión de reforzar la defensa de las Islas Filipinas, la gran posesión española en el Pacífico. Recibe la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco.
Almirante Juan Bautista Antequera, Ministro de Marina
En 1876, es elegido Senador del Reino por la provincia de Alicante, con carácter vitalicio. Y ese mismo año, es nombrado Ministro de Marina en el Gobierno de Antonio Cánovas del Castillo, cargo en el que permanece un año y medio, y del que dimite cuando no le es aprobado el plan de reconstrucción de la Armada a partir de esos acorazados que tan bien conocía él, para la defensa del Imperio Insular, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
En 1884 vuelve a ser nombrado ministro de Marina. Y tras permanecer nuevamente año y medio al frente del ministerio, vuelve a dimitir por la misma razón: un plan de flota para la defensa del Imperio Insular que no le es aprobado.
Y pronostica el conflicto con Estados Unidos que efectivamente tendrá lugar en 1898. Lo hace en repetidas ocasiones, de la que extraemos ésta pronunciada ante las Cortes en 1884, cuando le reprochaban haber comprado el acorazado Pelayo, el mejor del mundo en aquel momento: “¿Es posible que un país que tiene las necesidades de Cuba y Filipinas no tenga una escuadra acorazada, cuando la tiene hasta China? ¡Pues qué! ¿se puede seguir así ni un minuto más? ¿Se oculta esto a los señores diputados? ¿No es patente como la luz del día?”.
En 1885, con 62 años de edad, es ascendido a vicealmirante. Un nombramiento que, por cierto, correspondía haber cursado un año antes, pero que no surte efecto al negarse a firmarlo él mismo, como le correspondía en su calidad de ministro, lo que da buena cuenta, una vez más y como tantas, de la rectitud y honestidad de su proceder.
El Conflicto de las Carolinas
En 1885, se produce el llamado Conflicto de las Carolinas. La Alemania de Bismarck, la potencia europea más poderosa y belicosa del momento, reclama unas islas del Pacífico que son españolas. España llega a preparar una flota de hasta nueve barcos para la defensa, flota que le es encomendada a Antequera, a pesar de que su graduación de vicealmirante era superior a aquélla a la que correspondía el mando de una escuadra como aquélla, y plenamente consciente del peligro extremo de la operación.
Ante la posibilidad de que los alemanes, en vez de atacar en el Pacífico, lo hicieran en Baleares para proceder luego a un intercambio de islas, Antequera realiza una modélica fortificación de las islas. Al final, un laudo arbitral emitido por el Papa León XIII, que reconoce la soberanía española de las islas Carolinas y otorga las Marshall a los alemanes junto con algunas ventajas comerciales, evita la guerra.
Muerte y honores póstumos
Juan Bautista Antequera morirá a las 12:00 horas del 16 de mayo de 1890, con una edad de 66 años. Dejando esposa, Atanasia Angosto, con la que, empeñado como había estado en todo momento en el servicio a la patria, no contrae nupcias sino en 1879, a la avanzada edad de 59 años, lo que no será óbice para conseguir una nutrida descendencia de cuatro hijos: un Juan Bautista, prematuramente muerto, otro Juan Bautista, Rosario y Luisa.
En sus exequias, el Gobierno decreta que se le rindan honores de almirante con mando de escuadra, y la Reina Regente manda depositar sobre el féretro una corona de flores.
Se halla enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz, junto con otros grandes marinos españoles como Jorge Juan, Federico Gravina, Juan Ruiz de Apodaca, o el que fuera gran amigo de Antequera Casto Méndez Núñez.
El 28 de junio de 1892, en agradecimiento a sus servicios, la Regente otorga a su hijo Juan Bautista, de cuatro años y diez meses de edad, el título de Conde de Santa Pola.
En 1906, Benito Pérez Galdós dedica uno de sus Episodios Nacionales a “La vuelta al mundo en la Numancia”.
En 1930, la Armada le da el nombre de Almirante Antequera a un destructor, ese tipo de barco ideado por su amigo Fernando Villaamil, que él tanto había apoyado.
En la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, cerca de la cual naciera, una calle y una estatua perpetúan su recuerdo, como también lo hacen en la isla de Tenerife una playa y una bahía.
Al servicio de la Náutica y de la Ciencia
Antequera fue una persona entregada a la milicia, y desde la milicia a la patria. Desde esta posición, sin embargo, son muchas las aportaciones que tuvo ocasión de realizar al servicio de la náutica, de la ciencia y del saber.
Para empezar, y lo más importante de todo, demostró las capacidades de los buques acorazados, hacia los cuales se tenía en la época gran desconfianza: apenas seis o siete marinas del mundo los tenían, y sólo los utilizaban en navegación de cabotaje (con la costa en la proximidad), y en operaciones de vigilancia de costas.
La fragata Numancia con la que había dado la primera vuelta al mundo en un barco acorazado fue, además de ello, el primer acorazado en cruzar la línea del ecuador, el primer acorazado en aguas del Atlántico Sur, el primer acorazado en cruzar el estrecho de Magallanes y el primer acorazado en el Pacífico… Todo ello requería de pericias nuevas que no dejaban de ser importantes aportaciones al mundo de la náutica tanto militar como, a la larga, también civil.
Por otro lado, Fernando de Villaamil es el diseñador, el “inventor”, de un nuevo tipo de barco de guerra que se halla entre los más estimados incluso al día de hoy, el destructor. “Destructor”, así con mayúsculas, era el barco creado por Villaamil al que se dio ese nombre propio. Los sucesivos que, a su imagen y semejanza, crearán después todas las marinas del mundo, tomarán ese nombre como el genérico de la embarcación, tal fue la buena aceptación del prototipo de Villaamil.
Pues bien, Villaamil era uno de los cinco asesores más cercanos a Antequera, miembro del que Antequera daba en llamar el “Pentágono” (palabra que, por cierto, medio siglo después acabará dando nombre al Departamento de Defensa de los Estados Unidos). Desde todos los puestos en los que estuvo, y particularmente desde el Ministerio de Marina cuando fue su titular, Antequera brindó siempre un apoyo incondicional a los trabajos de Villaamil para sacar adelante su “destructor”. Precisamente un destructor acabará llevando el nombre de Almirante Antequera.
Tras su doble paso por el Ministerio de Marina, y en su condición ahora de vicepresidente del Centro Técnico y Facultativo de la Armada (con mando efectivo de presidente, pues el tal presidente se hallaba de baja), Antequera apoyará también de manera inequívoca el proyecto de submarino de Isaac Peral, que tantos enemigos tenía y tantas dificultades hallaba, señalando en un escrito “que se autorice a Peral para que efectúe en él [el submarino] cuantas modificaciones y experiencias considere necesarias, pues si se consigue que el servo motor dé resultados satisfactorios, pude casi asegurarse el éxito del invento”. Añadiendo que Peral debía disponer de cuanto material y personal estimara necesario “sin limitación alguna”, y concediéndole un crédito de 25.000 pesetas.
A su paso por las Islas Filipinas, funda el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores, en la ciudad de Cañacao, con muchos de los avances de la época.
Amén de todo ello, Antequera es el fundador de la Revista General de Marina, llamada a difundir todos los nuevos hallazgos en el campo de la marina, la navegación y la náutica. Una revista que, por cierto, se sigue publicando actualmente, camino ya de cumplir su siglo y medio, cosa que hará en 2027, y que probablemente sea, al día de hoy, la decana en la categoría de prensa de periodicidad mensual.
En el que es uno de sus últimos discursos ante el Congreso de los Diputados en 1886 antes de dimitir porque no se le aprueba el plan de Escuadra que había presentado, insistirá vehementemente que la Marina no puede desatender la investigación científica y las actividades culturales.