El amor romántico o el amor para toda la vida está en crisis y no se sostiene en una sociedad cambiante como la actual. Las relaciones de pareja han cambiado al ritmo de la sociedad, para pasar del amor ‘hasta que la muerte nos separe’ a una monogamia sucesiva, con varias parejas a lo largo de la vida.
Hace un mes se celebraba el Día de los Enamorados, una fecha para regalos, cenas románticas y… promesas de amor para toda la vida, que en el fondo no son más que buenas intenciones o una mentira piadosa. Porque si bien es verdad que el amor es lo que mueve el mundo, o al menos así se repite hasta la saciedad, no siempre se ha tenido la misma concepción del amor y las relaciones amorosas, es más, ahora está en un nuevo proceso de resignificación.
Cómo queda el amor romántico en la ‘era Tinder’
En la era Tinder, en la que el amor se ha convertido en un producto de consumo rápido más, no cuadra la idea romántica de un amor para toda la vida. Sin embargo, la aspiración de la inmensa mayoría de las parejas es alcanzarlo, una suerte de autoengaño, en la que las dos partes implicadas depositan sus esperanzas en un ideal, que ni acaban de creerse ni tampoco están dispuestas a llevarlo hasta el final.
Como dato, basta decir que en 2021 hubo 86.851 divorcios, un 12,5 por ciento más que el año anterior; aunque si se pudieran contar las rupturas de parejas que no han dado el paso a oficializar su relación en algún registro, la cifra sería mucho mayor. Se ha aceptado como normal el pasar de tener una pareja para toda la vida a varias parejas a lo largo de la vida. Un cambio fruto del individualismo del mundo actual y de la liberación de ataduras morales propias de otras épocas, un salto hacia la europeización en el campo del amor, que ha llevado a lo algunos expertos llaman “amor líquido”.
¿Está en crisis el amor?
Habría que matizar, porque quienes verdaderamente se encuentran en crisis son la persona y sus sentimientos, tal y como opina la profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UNED, Belén Gutiérrez Bermejo. “Estamos ante el absoluto desencanto, ante la desoladora disyuntiva entre el amor romántico, que ya no se sostiene sobre sus propios mitos, y el mercantilista ‘amor fluido’, en el que lo efímero desplaza a lo permanente, en el que el amor caduca rápidamente y tiene obsolescencia”, afirma esta investigadora.
En la sociedad española llevan años gestándose la transición desde el matrimonio para toda la vida a la “monogamia sucesiva”. Sin embargo, a pesar de la evidencia, todavía queda la esperanza de encontrar la pareja para toda la vida, porque se sigue necesitando ese ideal, esos finales felices de comedia romántica y cuentos de príncipes y princesas. “Prueba de ello es que la mayoría de las personas que se divorcian reinciden y en muchos casos cada nueva unión es pensada y deseada como definitiva”, sostiene Belén Gutiérrez.
Qué hay detrás de esta actitud ante el amor
En el fondo, lo que subyace en esta actitud ante el amor es una necesidad tan humana como el propio sentimiento amoroso. Emerge la necesidad de confiar en que la relación va a salir bien, algo que “nos da seguridad”. Aunque, muchas veces se deja de lado que la marcha de la pareja no está en manos de azar, sino de los dos actores implicados en ella. Y el contexto no lo pone fácil.
El incremento de las rupturas de las relaciones de pareja está estrechamente relacionado con la condición humana de esta etapa de la historia, con seres humanos cada vez más frágiles y hedonistas, absorbidos tanto por la sociedad de consumo que han convertido el amor y las relaciones en un producto más.
“En este momento, el ser humano no tiene referente ni tiene remitente, no sabe ni de dónde viene ni adónde va. Y es este estado de desconcierto el que ha potenciado un individualismo atroz en todos los ámbitos, incluido también el amor”, afirma esta investigadora de la UNED.
¿El amor está en crisis?
Evidentemente no, porque es una emoción positiva fundamental para el ser humano, que genera otros sentimientos que no se pueden generar de otra manera. Lo que está en crisis es “el ser humano y la concepción de amor romántico basada en ideas de otros tiempos”. Entonces, cuál puede ser la salida a esta crisis. Desde luego no lo es mercantilismo, que puede satisfacer en el momento; ni tampoco el hedonismo ni posicionar el placer por encima de todo.
La salida a esta crisis pasa por entender el proceso de transformación de las relaciones de pareja, que no tienen nada que ni con esas uniones motivadas por los intereses económicos de las familias, como ocurría siglos atrás; ni tampoco con el sacramento bendecido por la Iglesia, de amor y fidelidad para toda la vida. Se trata de una idea diferente, que lleva años instalándose en la sociedad española y que esta profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UNED identifica con “amor confluente”.
Esta denominación no es tan nueva, surgió a mediados del XX en oposición al amor romántico, y representa un “modelo de amor o de relación de pareja que incorporó todos los avances sociales hasta el momento, tales como la aceptación de la homosexualidad, la igualdad de géneros, la anticoncepción, la legalización del divorcio o las transformaciones en la familia, entre otras”.
Qué implica el concepto de amor confluente
El amor confluente marca un paradigma diferente, para el que ya no valen los postulados que sostenían el amor romántico. Por este motivo, Belén Gutiérrez Bermejo considera necesario preparar a las nuevas generaciones desde la infancia con “valores acordes a la época, con apegos seguros que les permitan decidir si compartir su intimidad o no”. Porque ahora, tener pareja o no es una decisión personal, y no una imposición social, como hace unos años, y de ambas formas se puede vivir una vida feliz.
Al mismo tiempo, opina, hay que abundar y educar en la igualdad, en que ambas partes de la pareja son iguales en derechos y deberes, también desde el punto de vista emocional. Apostar por un amor en positivo, no dirigido a cambiar a la tora persona, sino a apreciarla tal y como es, sin crear un ideal que no se corresponde con la realidad. Y también un amor con implicación personal en la relación, para cuidarse mutuamente y también de los pequeños detalles.
¿Y qué ocurre con la fidelidad?
Pues depende del acuerdo alcanzado en cada pareja, porque ya no valen imposiciones externas ni tampoco convenciones socialmente impuestas. Un amor en el que “importa la pasión y en el que se le da importancia a la vinculación afectiva y a la satisfacción sexual”, mediante una sexualidad inteligente, mezcla de ternura, complicidad, misterio, delicadeza, pasión e intimidad.
La comunicación, entiende esta experta, ocupa un papel esencial en la pareja, como “base de la intimidad y de la continuidad de la relación”; entendida también como una comunicación no intrusiva, empática y también enfocada al interés por la otra persona: por lo que piensa, por lo que siente, por lo que hace en su día a día.
Y también, concluye Belén Gutiérrez Bermejo, un amor que exige un aprendizaje sucesivo, “ que va cambiando con el paso del tiempo y que precisa ir adaptándose en cada una de sus etapas para poder sacar lo mejor de cada una de ellas, lejos del ‘se casaron y fueron felices para siempre’”.
La sociedad cambia a velocidad de vértigo, por eso no tiene sentido empeñarse en una concepción de amor romántico caduca, responsable de malentendidos responsables de sufrimiento; un tipo de amor que no se ajusta a los tiempos líquidos actuales, con el que ya cuesta identificarse. Un amor que siga moviendo el mundo, pero de otra manera.