La pandemia paralizó el mundo entero. Calles vacías, empleados sin poder ir a su puesto de trabajo, empresas que tuvieron que echar el cierre, planes totalmente rotos… ¿y los estudiantes? Además del agobio propio de ver cómo se interrumpieron las clases y se pasó a un formato a distancia en todas las etapas formativas, la pandemia tuvo otras consecuencias sobre este sector de la población, según han descubierto investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Una encuesta realizada a 582 estudiantes colombianos durante los primeros meses de confinamiento obligatorio para contrarrestar la expansión de casos de COVID-19 mostró niveles altos percibidos de estrés y ansiedad derivados del distanciamiento social y la imposibilidad de asistir a los centros educativos, además de dificultades académicas originadas por esta situación. De igual manera, los estudiantes que llenaron la encuesta manifestaron sentirse limitados y que la situación tanto de confinamiento como de ansiedad y miedo había afectado sus estudios.
Qué síndrome presentó la población estudiante en el confinamiento
Estos son algunos de los principales resultados de la investigación adelantada por expertos del grupo de investigación Management and Marketing de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). El estudio identificó que durante el confinamiento por COVID-19 al menos uno de cada dos encuestados tuvo alguna de las condiciones del síndrome de burnout o síndrome del “quemado”.
La profesora Sandra Patricia Rojas, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNAL Sede Bogotá y co-líder del grupo de investigación, explica que el burnout “es una forma que han encontrado los expertos para hablar de los malestares reflejados en extrema ansiedad y estrés en los seres humanos, los cuales provocan desequilibrios físicos, emocionales y mentales que impactan directamente la calidad de vida de quien lo padece”.
“El desgaste empieza silenciosamente con un dolor de cabeza, insomnio, gastritis, demasiada ansiedad y mal genio, y se puede complicar con la pérdida de interés y no querer hablar con otras personas”.
Agrega que “aunque el síndrome empezó explicando el agotamiento en espacios laborales, también se presenta en el ámbito académico, ya que al estar expuestos a una nueva realidad en donde las clases eran remotas, los estudiantes se sintieron encerrados en un círculo vicioso de no aprendizaje, somnolencia, y pérdida de confianza en las estrategias de enseñanza”.
Cómo se hizo el estudio
El estudio se realizó por medio de encuestas con la técnica de muestreo “bola de nieve”, lo que quiere decir que se buscó que la información se fuera propagando a medida que era compartida; estos cuestionarios se publicaron en una página de Facebook para que cualquier persona pudiera acceder y responder, y también se utilizaron las clases virtuales para difundir la información.
Se recibieron 528 respuestas de estudiantes de la UNAL y de las Universidades de Antioquia, del Valle y Externado de Colombia.
Las preguntas tuvieron dos partes, una que se tomó de una escala encontrada en la literatura revisada, que tiene una serie de preguntas de tipo ¿me siento con un estado de ánimo bajo en las clases? o ¿al final de mi jornada educativa me siento agotado? y una calificación para cada una como: nunca, rara vez, algunas veces, frecuentemente y siempre.
La segunda parte estaba compuesta por preguntas acerca de los síntomas físicos que se sentían al estar en el encierro por la pandemia, como dolor de cabeza, síntomas de COVID-19, y otras molestias como fatiga, alteraciones dermatológicas, cólicos, sensaciones de resfrío o cambios gastrointestinales.
Qué problemas se encontraron los estudiantes ‘quemados’
“Se encontró que entre los estudiantes existía dificultad para entender las clases, ya que antes de terminar la jornada las personas ya no querían estar más en el aula virtual; por ejemplo, algunos estudiantes empezaban su jornada a las 5 de la mañana y terminaban a las 6 de la tarde, entonces tenían una sensación de mayor carga y dificultad para concentrarse”, asegura la profesora Rojas.
Además, algo muy marcado fue que presentaron más somnolencia que antes de la pandemia, cuando se tenían que desplazar en el transporte público –a veces por dos horas– para llegar a la Universidad o a sus casas.
“Se presentaron comportamientos de procrastinación, en donde las personas no prestaron atención plena a lo que decía el profesor, la gente estaba tan cansada que no tenía la capacidad de aprender en las clases, aun teniendo la posibilidad de revisar las grabaciones de estas”, señala la experta.
Debido al malestar y desgaste físico y mental que sufrieron los jóvenes universitarios, se llegó a un punto en el que esta población prefería evitar cualquier contacto social, desentendiéndose de sus deberes académicos, e incluso de sus cuestiones y relaciones personales.
La experta concluye que “la pandemia agudizó el burnout, evidenciando no solo que no hay una serie de alertas y planes de manejo eficientes para esta problemática, sino que este tipo de transformaciones sociales modifica nuestra conducta y hace que hoy tengamos secuelas emocionales al ver que se especula sobre la posibilidad de volver a una modalidad virtual o la llegada de nuevas pandemias por virus emergentes”.