Un equipo multidisciplinario e interinstitucional, liderado por la académica del Departamento de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Susana Mondschein, concluyó que la incidencia, prevalencia y mortalidad por este cáncer han aumentado. Por otra parte, identificó que las personas con menores recursos económicos o que viven fuera de Santiago tienen menores posibilidades de acceder a un mejor tratamiento.
El cáncer colorrectal representa el 10% de los cánceres diagnosticados en el mundo. Es el segundo más común en mujeres y el tercero en hombres. Relacionado con el estilo de vida, su incidencia está aumentando a nivel global. En Chile, un estudio liderado por la académica del Departamento de Ingeniería Industrial de la U. de Chile e investigadora del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), Susana Mondschein, detectó que en una década, los nuevos pacientes diagnosticados con este tipo de cáncer aumentaron 58,6%, pasando de 2.909 pacientes en el año 2009 a 4.615, en 2018.
La investigación constató, además, que en el mismo período las muertes por cáncer colorrectal subieron 53,6%, alcanzando las 2.923 personas en 2018. Por otra parte, el trabajo identificó que aunque la mayoría de los pacientes con este cáncer tenían más de 55 años, está aumentando en el grupo de 35 a 50 años, y que es notoria la diferencia en la sobrevivencia de pacientes según su nivel socioeconómico y su región de residencia.
El equipo, integrado también por profesionales del Hospital Clínico de la U. de Chile y de la Universidad de los Andes, utilizó datos públicos anonimizados de egresos hospitalarios y defunciones disponibles en el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud. De esta manera, usando modelos estadísticos, se evaluó el impacto de factores observables en la sobrevida de los pacientes, además de obtener una visión más completa a nivel nacional de la evolución de la incidencia y mortalidad de este tipo de cáncer en la última década.
“El cáncer colorrectal es una enfermedad con alta mortalidad e incidencia, donde el tratamiento es parte del plan GES, pero sin ninguna política nacional de detección precoz o prevención”, explica Susana Mondschein. Aunque el estudio no puede asignar causalidad a las variables observadas, sí encontraron grandes diferencias de sobrevida dependiendo del tipo de seguro de salud de los/as pacientes (Fonasa o Isapre), la complejidad del centro donde fueron atendidos/as y su zona geográfica de residencia. “Por ejemplo, la probabilidad de sobrevida a 5 años de los pacientes afiliados a Isapre es cercana al 65% mientras que para Fonasa nivel A (el grupo de menores ingresos) apenas alcanza al 30%”, sostiene la académica.
Al comparar el primer año después del diagnóstico de cáncer colorrectal, solo el 13% de los pacientes de Isapre fallecieron, indica el estudio, mientras que esta proporción fue de aproximadamente 24%, tanto en el grupo Fonasa C como en el D, aumentando al 30 y 38% en los grupos B y A, del nivel socioeconómico con menores ingresos.
En lo relativo a la distribución geográfica, destaca una mejor tasa de supervivencia en la Región Metropolitana, lo que tiene explicación en conocidas barreras de acceso a la salud, determinadas por la distribución centralizada de recursos, como el número de hospitales de alta calidad, la concentración de médicos de subespecialidades y el acceso a una colonoscopia rápida. “De hecho, la Región Metropolitana tiene una tasa de médicos de 212 médicos/100.000 de personas, casi el doble que en el resto del país (119 y 117 médicos por cada 100.000 habitantes en las regiones norte y sur, respectivamente)”, señala el artículo.
Escasa detección precoz del cáncer colorectal
El cáncer colorrectal entró al programa de Garantías Explícitas en Salud (GES) en 2014. Con él, se garantiza el acceso rápido al mejor tratamiento disponible, con protección financiera e independientemente del seguro médico. No obstante, hasta 2018 (último año analizado por el estudio), las tasas de supervivencia no habían mejorado significativamente desde su implementación, como sí ha ocurrido en otros cánceres como el de cuello uterino, de mama o de vesícula biliar, que han disminuido levemente sus tasas de mortalidad.
“En nuestro estudio no encontramos impacto estadísticamente significativo en la sobrevida de los pacientes producto del programa GES. Existen varias hipótesis al respecto, como -por ejemplo- que el período desde la introducción de la patología al programa GES no es lo suficientemente extenso como para observar su impacto, o que al no incorporar políticas de detección precoz dentro de las prestaciones garantizadas se llega tarde y no se consigue modificar la sobrevida”, indica Mondschein.
Como continuación de este estudio, el equipo intentará explicar las causas de las desigualdades en la sobrevida y una posible hipótesis es que el conocimiento de la enfermedad y el acceso a detección precoz es diferente en los distintos grupos de la población. “Encontrar cáncer colorrectal en etapas tempranas o incluso antes de que los pólipos se transformen en malignos puede reducir la mortalidad de la enfermedad significativamente. La sobrevida de cáncer colorrectal está directamente relacionada con la etapa del diagnóstico. Los programas de búsqueda permiten no solo la detección precoz con mejor expectativa de sobrevida, sino la detección y resección endoscópica de pólipos para prevenir el cáncer”, destaca la investigadora.
En Chile, existen experiencias con el Programa de Prevención de Neoplasia Colorrectal (PRENEC) en algunos hospitales y clínicas, pero no hay programas a nivel nacional. Con base en estas experiencias, las recomendaciones actualizadas sugieren comenzar con la detección del cáncer colorrectal al menos a los 45 años.
El estudio, que pronto será publicado en la revista científica PLoS One, observa un aumento sostenido de la incidencia y la mortalidad, aun ajustando por la edad de la población y también en individuos menores de 40 años. “El cáncer colorrectal continúa en aumento en el mundo occidental, por lo que no es esperable que sin una política pública que modifique los factores de riesgo (alimentación, consumo de alcohol, sedentarismo, obesidad, entre otros) o que identifique precozmente a los pacientes afectados observemos un cambio en esta tendencia”, subraya la especialista.
El equipo de investigación también estuvo compuesto por Felipe Subiabre, del Departamento de Ingeniería Industrial de la FCFM, Natalia Yankovic, de la Universidad de los Andes, Camila Estay y Zoltan Berger, del Hospital Clínico Universidad de Chile, y Christian von Mühlenbrock, del Departamento de Medicina Interna de la U. de los Andes y del HCUCH.