Solano y Ríos son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Ante nuestros ojos son felices, infelices, descarados, inseguros, tímidos, artistas, pícaros, tiernos…, su miedo y su alegría son también los nuestros. Su existencia depende de nuestra atención, su pervivencia de nuestra memoria.
Solano y Ríos, actores condenados a viajar para volver a representar en cualquier teatro, en cualquier momento para volver a escenificar su repertorio, son la esencia misma del teatro. Su pervivencia, su tenacidad, su necesidad de público, su capacidad para conmovernos, para emocionarnos o hacernos reír, es lo que realmente da sentido a esa extraña relación que se da entre esos seres anónimos que se sientan en la sala a observar y los protagonistas del drama.