La atención sanitaria necesita una adaptación cultural con la comunidad gitana

Un estudio realizado en Almería, en el que han participado junto a la UAL, la Escuela Universitaria de Enfermería de Cruz Roja de la Universidad Autónoma de Madrid y la Facultad de Enfermería de la Universidad Católica de Murcia, concluye que la atención al paciente gitano necesita adaptación cultural y mayores esfuerzos en la mejora de la comunicación y la relación con el paciente y la familia por parte de los profesionales.

Prácticas de alumnos de Enfermería de la UCAM en el hospital Santa Lucía de Cartagena.

El Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Medicina de la Universidad de Almería ha publicado recientemente un artículo  en la revista Healthcare titulado ‘Mujer gitana y Salud: necesidad de un abordaje desde la Seguridad Cultural’, elaborado junto a la Escuela Universitaria de Enfermería de Cruz Roja de la Universidad Autónoma de Madrid y la Facultad de Enfermería de la Universidad Católica de Murcia.

El objetivo de este estudio ha sido profundizar en las percepciones de las mujeres gitanas sobre sus creencias en salud y experiencias con los servicios de salud y sus profesionales sanitarios, así como el papel de las mujeres gitanas en la salud de su comunidad.

Para ello, los investigadores han realizado 16 entrevistas en sus domicilios a mujeres que viven en Almería, de diferentes edades, que habían tenido contacto previo considerable con el Sistema Público de Salud. Además, todos los participantes vivían en zonas periféricas de la ciudad con un nivel socioeconómico medio-bajo, donde existen barrios marginales y donde el mantenimiento y limpieza de la zona es muy deficiente. Su participación fue voluntaria. Las entrevistas se realizaron durante octubre de 2021. En ellas comprobaron que un gran porcentaje de mujeres y hombres gitanos conciben la salud como la ausencia de enfermedad, y la enfermedad como una situación invalidante ligada a la muerte. Esta visión de la salud y la enfermedad hace que solo se preocupen por la salud cuando comienzan a aparecer los síntomas, por lo que las medidas de prevención son difíciles de implementar en esta población.

El estudio presentó una perspectiva émica de los informantes sobre su propio papel en la comunidad y su relación con el sistema de salud. Los resultados destacan el importante papel de la población romaní como cuidadores y transmisores de valores, lo que hace indispensable su participación activa en el diseño y desarrollo de los programas de salud a implementar en el colectivo gitano.  “Los resultados destacan el importante papel de las mujeres gitanas como cuidadoras y transmisoras de valores dentro de su comunidad, lo que hace indispensable su participación activa en el diseño y desarrollo de los programas de salud a implementar en el colectivo gitano.”

Además, las conclusiones de los investigadores indican que como grupo cultural diferenciado, el cuidado de las personas gitanas necesita una evaluación integral que tenga en cuenta sus valores, creencias sobre la salud y costumbres. Por lo que la atención al paciente gitano necesita adaptación cultural y mayores esfuerzos en la mejora de la comunicación y la relación con el paciente y la familia.

Además, el estudio concluye que en el ámbito hospitalario, es necesario buscar soluciones consensuadas entre la institución, los profesionales de la salud y las familias, para evitar conflictos, en cuanto a las visitas y estancias en el centro. Y también una formación intercultural de los profesionales sanitarios que se centre en la superación de prejuicios y estereotipos, en el aumento del conocimiento y comprensión de la cultura y los valores gitanos, y en la adquisición y/o mejora de habilidades comunicativas.

Por otro lado, señalan que la salud del colectivo gitano está marcada por su situación de vulnerabilidad social y sus condiciones de vida que se deben tener en cuenta.  “Para mejorar la salud de las mujeres y los hombres gitanos, es indispensable abordar los determinantes sociales de la salud —escasos recursos, bajo nivel educativo, entornos de vida insalubres, etc. — junto con las dificultades para acceder a la atención médica debido a las diferencias culturales y los prejuicios de los profesionales”.

Los investigadores apuestan por que las intervenciones en los ámbitos sanitarios y socio-sanitarios del colectivo gitano sigan los principios de la Seguridad Cultural, que ha demostrado una gran eficacia en la disminución de las desigualdades en la salud de los colectivos vulnerables y en la mejora de las condiciones socio-sanitarias de estas poblaciones. “Debemos visibilizar la realidad de una minoría gitana, impulsar acciones desde el sistema de salud y la salud pública para atender sus necesidades de salud, y abordar los determinantes sociales y políticos de su exclusión (todo con la participación activa de mujeres y hombres gitanos) para poder avanzar hacia la equidad social y una mejor salud de la población gitana”, explican los investigadores en el artículo.

Los responsables del artículo apuestan por que la incorporación de mediadores interculturales gitanos y profesionales de la salud gitanos ayudará a establecer puentes culturales entre personas gitanas y no gitanas. “Esto mejorará el conocimiento cultural de los profesionales de la salud y las relaciones en el área de la salud, debilitando los prejuicios y estereotipos existentes, como se muestra en diferentes estudios con el colectivo gitano y otros grupos etnoculturales menores”, explican.