A partir de la segunda mitad del mes de julio las perseidas comenzaron a surcar el cielo nocturno. Pero, si hasta ahora se han podido registrar entre uno y dos eventos cada hora, el verdadero espectáculo astronómico tendrá lugar a partir de la noche de hoy, 11 de agosto, cuando esta lluvia de estrellas alcanzará su máxima actividad: en lugares alejados de la contaminación lumínica de las grandes ciudades podrán verse hasta cincuenta perseidas por hora.
Las perseidas, uno de los espectáculos astronómicos clásicos de las noches de verano en el Hemisferio Norte, tienen su origen en el cometa 109P/Swift-Tuttle. Este cometa completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años aproximadamente y, cada vez que se aproxima a nuestra estrella, el 109P/Swift-Tuttle se calienta y emite chorros de gas y pequeñas partículas sólidas que forman la cola del cometa. Todos los años, entre finales de julio y finales de agosto, nuestro planeta cruza los restos de esta cola, lo que provoca que estas partículas, denominadas meteoroides, choquen contra la atmósfera terrestre a gran velocidad.
Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides que el cometa deja a su paso, el número de partículas va siendo cada vez mayor, por lo que la actividad de las perseidas aumenta. En 2020 esa actividad alcanzará su máximo durante la noche del 11 al 12 de agosto. El brillo de la Luna, que se encontrará en la fase de cuarto menguante, interferirá sin embargo en la observación, dificultando así que puedan verse las perseidas más débiles.
“Si las condiciones de observación fuesen idóneas podrían llegar a verse del orden de cien estrellas fugaces por hora, pero el brillo de la Luna será uno de los factores que provocará que el número real de perseidas visibles descienda hasta unas cincuenta”, apunta José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC).
“La mayoría de los meteoroides que se desprenden del 109P/Swift-Tuttle son tan pequeños como un grano de arena, o incluso menores. Cuando se cruzan con nuestro planeta, entran en la atmósfera terrestre a una velocidad a más de 210.000 kilómetros por hora, lo que equivale a recorrer nuestro país de norte a sur en menos de veinte segundos”, señala José Luis Ortiz, investigador del IAA-CSIC.
A estas velocidades el choque con la atmósfera es tan brusco que la temperatura de estas partículas aumenta hasta unos 5000 grados centígrados en una fracción de segundo, por lo que se desintegran emitiendo un destello de luz que recibe el nombre de meteoro o estrella fugaz. Esta desintegración ocurre a gran altitud, normalmente entre los 100 y los 80 kilómetros sobre el nivel del suelo. Las partículas más grandes (del tamaño de un guisante o mayores) pueden producir estrellas fugaces mucho más brillantes, que reciben el nombre de bólidos o bolas de fuego.
CÓMO OBSERVARLAS
Para disfrutar de las perseidas no es necesario utilizar telescopios ni ningún otro tipo de instrumento óptico. Basta con observar el cielo, preferiblemente desde algún lugar lo más oscuro posible y lejos de la contaminación lumínica de las ciudades. Durante el máximo de este año la Luna menguante interferirá con la observación a partir de la segunda mitad de la noche, momento en el que su brillo dificultará la visión de las estrellas fugaces menos brillantes.
Estas estrellas fugaces podrán aparecer en cualquier lugar del cielo. Al prolongar su trayectoria hacia atrás parecerán proceder de un punto situado en la constelación de Perseo, de donde procede su nombre. Este punto recibe el nombre de “radiante”. Dado que la constelación de Perseo sale sobre el horizonte después de anochecer, la probabilidad de ver perseidas aumenta conforme avanza la noche y tiene su máximo cerca de la hora del amanecer.
TAMBIÉN EN LA LUNA
Las perseidas también impactan contra la Luna. A diferencia de la Tierra, la Luna carece de una atmósfera que la proteja, por lo que los meteoroides colisionan directamente contra el suelo lunar a más de 210.000 kilómetros por hora. Esto hace que los meteoroides y parte del suelo lunar en el que impactan se destruyan de forma brusca, formándose así un nuevo cráter. Pero en cada una de estas colisiones también se desprende un breve destello de luz que el ojo humano no puede percibir directamente, pero que sí puede ser detectado desde la Tierra con la ayuda de telescopios.
“El estudio de estos destellos permite a los astrofísicos obtener datos muy relevantes sobre las colisiones que se producen contra la Luna y contra la Tierra. Por este motivo, durante las noches de mayor actividad de las Perseidas nuestros telescopios del proyecto MIDAS apuntarán también a la Luna para poder registrar cómo las partículas desprendidas del cometa 109P/Swift-Tuttle se desintegran contra el suelo lunar”, concluye José María Madiedo.