Agricultura intensiva, el lado oscuro de un modelo de éxito

Vista aérea de la Sierra de Gádor y el ‘mar de plásticos’.

La agricultura intensiva en la provincia de Almería ha sido destacado como un modelo de desarrollo de éxito notable, tanto que sacó a la provincia del subdesarrollo y la colocó entre las más dinámicas. Sin embargo, esta actividad tiene unas consecuencias muy graves para el medio ambiente.

La agricultura bajo invernadero ha supuesto un revulsivo en la provincia de Almería, que ha pasado a situarse como la huerta de Europa. Un desarrollo sin parangón, realizado, en muchos casos, a costa del entorno de una de las regiones más áridas de Europa.

Consecuencias de la agricultura intensiva

Las consecuencias de la apuesta por la agricultura intensiva se hacen notar en la habitabilidad ambiental de la zona y en el mantenimiento de los recursos hídricos, según se destaca en un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Experimentales de la Universidad de Almería.

Dirigidos por Juan Miguel Requena Mullor, actualmente en una estancia en la Boise State University de Estados Unidos, han desarrollado un modelo para conocer los efectos de los cambios en los usos del suelo sobre los servicios ecosistémicos que aporta la naturaleza.

Efectos de la agricultura intensiva en los servicios ecosistémicos.

Modelo para la gestión del territorio

Este modelo se convierte en una herramienta de mucho valor para la gestión del territorio, que ofrece una información muy detallada de las alteraciones ocasionadas en los suelos del Sureste español y las consecuencias que han tenido en la actualidad.

Permite que los gestores del territorio puedan desarrollar estrategias de planificación del paisaje mucho más precisas, un factor de gran importancia en el Sureste, una de las regiones más amenazadas por el cambio global y donde el aumento de las temperaturas va a ser muy acusado.

Juan Miguel Requena-Mullor afirma que “las decisiones tomadas en el pasado acerca del uso del suelo siguen teniendo influencia hoy en día sobre la capacidad que tienen los ecosistemas de proveer servicios, por tanto, las decisiones que se tomen ahora, afectarán también en el futuro, y nuestro modelo cuantifica dicha influencia”, explica.

Hasta ahora había herramientas que permitían conocer los cambios producidos en el entorno, pero ninguna de ellas es tan precisa y está tan centrada en el ambiente específico de esta franja de la cuenca mediterránea, como la que han publicado en la revista internacional Environmental Research Letters.

Trayectoria de los usos del suelo e implantación de la agricultura intensiva.

Uso del agua, protección del suelo y habitabilidad

Para la elaboración de este modelo, el equipo de la Facultad de Ciencias Experimentales almeriense ha tenido en cuenta tres factores fundamentales en la gestión del territorio como la regulación del uso del agua, la protección del suelo y las condiciones de habitabilidad.

La novedad de este modelo, y lo que lo diferencia de los que había hasta ahora, es que añade la trayectoria de uso del suelo a lo largo del tiempo estudiado. Este factor permite obtener unos resultados muchos más precios, que permiten proyectar un escenario más ajustado a la realidad.

Han elegido las variables de regulación hídrica y protección del suelo porque son dos factores fundamentales para la sociedad, ya están directamente conectados con necesidades básicas de los seres humanos como el agua y el suelo para la producción de alimentos, dice Requena-Mullor; y añade que a ellos se les ha unido el factor de la calidad del hábitat, porque esencial para la conservación de la biodiversidad, de la que “dependen a su vez gran cantidad de beneficios que el ser humano recibe de los ecosistemas”.

Agricultura intensiva en un entorno profundamente transformado

En análisis se ha centrado en un entorno en el que en los últimos 60 años se ha producido una transformación de la agricultura tradicional en agricultura intensiva bajo invernadero, el abandono de las zonas rurales por una migración hacia los entornos urbanos y la protección de ciertas áreas naturales. Y que abarca las provincias de Almería y el norte de la de Granada, territorio objeto de estudio en el proyecto Glocharid, que tiene por objetivo la detección de un conjunto de indicadores para seguir los efectos del cambio global.

Tantos años de transformación han dado como resultado un uso del suelo muy diverso, en el que la mayor parte del territorio se ha destinado a cultivo de almendro y olivo, matorral y bosques fruto de la reforestación con pino, que ocupan el 93 por ciento de la superficie. Mientras que el siete por ciento restante está representado por la agricultura bajo invernadero, cursos de agua, zonas de pasto, entornos urbanos y suelos desnudos.

Una de las mayores transformaciones del terreno y con mayor impacto ha sido la aparición de “grandes núcleos de intensificación agrícola en el sur, sureste y norte del área estudiada”. Mientras que en el interior el suelo está viviendo el abandonado agrícola.

Juan Miguel Ruequena, autor de la investigación sobre los efectos de la agricultura intensiva.

Deterioro de los servicios ecosistémicos

Aunque el verdadero deterioro de los servicios ecosistémicos ha sido detectado en las zonas de implantación masiva de invernaderos. “En términos de provisión de alimento no cabe duda que cumple con su cometido, en cambio suspende en la mayoría del resto de servicios”, afirma este investigador. Y aquí se abre otro debate, sobre la implantación de un modelo de ordenación del territorio del tipo land sharing, en el que conviven juntas la explotación de los recursos y la conservación; o uno de land sparing, que el que se han impuesto en esta zona, en el que hay una intensificación de la actividad agrícola en determinazas zonas y ptrotección de otras.

Esta nueva herramienta ofrece “información clave para una ordenación del territorio más sostenible”. Porque, tal y como demuestra este estudio, las decisiones que se tomen en materia de cambio de uso del suelo, seguirán afectando muchos años después. Este modelo cuantifica el legado que se le deja a generaciones posteriores y se puede aplicar a cualquier tipo de sistema, dicen sus autores.

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