Que la mayor parte de la ciencia se haga en inglés tiene numerosas ventajas, ya que facilita la comunicación entre diferentes equipos y disciplinas, sin embargo, esta característica también supone una desventaja para los angloparlantes no nativos que provoca, además de un sesgo hacia la cultura anglosajona, que se pierdan las aportaciones y la visión quienes viven en otro idioma. Así lo confirma el artículo que, basado en más de 900 encuestas a personas que investigan en el ámbito de las ciencias ambientales, se publica en PLOS Biology.
Según el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Juan David González-Trujillo, uno de los firmantes del artículo, “parece evidente que para una persona cuya lengua materna sea el chino o el castellano, es más complicado trabajar en inglés, sin embargo, es increíble que, hasta la fecha, no se haya hecho una estimación del coste que impone el idioma en el desarrollo profesional de quienes se dedican al mundo de la investigación ambiental. Y es que, que la ciencia se comparta y estudie en inglés representa un gran obstáculo para la participación de personas que no sean hablantes nativos del idioma”.
El grupo de investigadores estimó la cantidad de esfuerzo requerido para desarrollar actividades científicas en inglés a partir de una encuesta a 908 investigadores en ciencias ambientales residentes en ocho países. Luego se compararon los resultados de la encuesta en función de la procedencia de cada participante que tenía diferentes antecedentes lingüísticos y económicos.
Qué consecuencia tiene que la ciencia se escriba casi exclusivamente en inglés
“Los resultados de la encuesta, en la que también participaron angloparlantes nativos, revelan que, sin importar el país, las personas angloparlantes no nativas dedican más esfuerzo que aquellas angloparlantes nativas en la realización de actividades científicas tales como leer y escribir artículos, y preparar presentaciones o posters para difundir su investigación en congresos”, explica González-Trujillo que actualmente desarrolla su trabajo estudiando el efecto del cambio climático gradual y extremo en la biodiversidad terrestre, marina y de agua dulce.
Los datos compilados revelan, además, que el rechazo de artículos científicos por fallos relacionados con el idioma es 2,6 veces más alto o que la preparación de una presentación le lleva un 94% más de tiempo a una persona cuyo idioma materno no es el inglés. Además, la brecha es especialmente amplía al comienzo de la carrera científica y puede llevar a que muchos no participen en conferencias internacionales realizadas en inglés.
“El peor efecto de este sobreesfuerzo es que la ciencia termina perdiendo el potencial de quienes quieren dedicarse a la ciencia y cuya lengua materna no es el inglés. Eso sin contar los posibles efectos que este sobreesfuerzo puede provocar en la salud mental de investigadores e investigadoras.”, apunta González-Trujillo.
Para paliar este efecto negativo, los autores proponen medidas como aumentar en las universidades la formación relacionada con la redacción o lectura en inglés; fomentar la elaboración de resúmenes, difusión de resultados o realización de presentaciones en otros idiomas diferentes al inglés o establecer subvenciones para cubrir la edición y o traducción al inglés de las presentaciones y artículos entre otras.