Se cumplen 100 años de la titulación de la primera ingeniera agrónoma titulada de Hispanoamérica

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El 22 de noviembre de 1922 Victoria Tagle Cavieres se convirtió en la primera ingeniera agrónoma titulada de Chile y Hispanoamérica por el Instituto Agronómico de Chile. Vivió 103 años (1899-2022) y dejó la puerta abierta y el camino avanzado para todas las ingenieras que hoy siguen sus pasos. 

“Era mal visto que la mujer estudiara y peor todavía con tantos hombres”, señalaba en 1985 Victoria Tagle Cavieres, quien el 22 de noviembre de 1922 se convirtió en la primera ingeniera agrónoma titulada de Chile y Hispanoamérica, luego de egresar del Instituto Agronómico de Chile. Vivió 103 años y dejó la puerta abierta y el camino avanzado para todas las ingenieras que hoy siguen sus pasos. Innovadora y pionera, tuvo que hacer el trabajo práctico en el campo acompañada de una tutora, frente a lo cual se volcó al laboratorio, donde hizo grandes avances en el campo de la fitopatología.

La Universidad celebra sus 180 años de existencia y también conmemora otros hitos ocurridos durante su historia, como el de la primera mujer ingeniera agrónoma del país y de Hispanoamérica, Victoria Tagle Cavieres (1899 – 2002), titulada el 22 de noviembre de 1922 del Instituto Agronómico de Chile, el cual cinco años después se convirtió en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile. Solo una década después le seguiría Dora Volosky.  

La “Toyita”, como le decían, es una pionera. No solo abrió camino a sus colegas ingenieras, también le gustaba estar en el campo, con los pies en la tierra, pero debía hacerlo acompañada de una tutora, pues eran territorios exclusivamente masculinos. Parte de su familia dijo que “deshonró” el apellido al estudiar y trabajar en lo que quería. También decidió sobre su vida y nunca se casó, pues tenía la situación económica necesaria para no depender de ningún hombre. 

Ella misma describe sus recuerdos en la vieja Escuela de Agronomía de la Quinta Normal: “Mi papá me dio permiso para ir a las prácticas, pero con una señora que me acom­pañaba. Era mal visto que la mujer estudiara y peor todavía con tantos hombres. Una vez me encontró una tía y me acusó de haber rebajado el apellido” (Colegio de Ingenieros agrónomos, 1985). 

Ella abrió el campo de la fitopatología, donde hasta hoy dominan las mujeres. El decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas, Gabino Reginato, celebró el centenario de esta mujer que abrió el camino a quienes le siguieron. “Marca un hito para la profesión. Tempranamente, busca insertarse en el ámbito agronómico, solicitando ser incorporada a la SACH, Sociedad Agronómica de Chile, y posteriormente se desempeña profesionalmente en los Servicios Agrícolas.

Hoy, 100 años después, la Universidad llama, con motivo de celebrarse los 180 años, a un “un futuro con todas y todos”, que bien pudo escribirse cuando Victoria recibió su título”, dijo el decano. 

Victoria Tagle trabajó en su vida profesional en distintas reparticiones: Se inició en la Corporación de Ventas de Salitre y Yodo, trabajando por 10 años. Luego ingresó al Ministerio de Agricultura, específicamente al Laboratorio de semillas y semilleros experimentales del Departamento de Genética y Fitotecnia de la Dirección General de Agricultura. Después, ascendió a Jefe del laboratorio del Departa­mento de Sanidad Vegetal. Se perfeccionó con diversos viajes al extranjero visitando organismos relacionados con su actividad profesional. 

La SACH, a través de su presidente, el ingeniero agrónomo René Henríquez Frödden, le rindió un “Homenaje de Admiración” en 1960, por ser “la primera mujer que supo interpretar el noble sentido de nuestra profesión”. Se rindió este tributo, además, por “haber abierto el camino a toda esa brillante pléyade de mujeres Ingenieros Agrónomos que hoy colaboran en diversas e importantes funciones técnicas tanto oficiales como privadas”. 

Uno de los estudiosos de su vida es el bibliotecario documentalista de la Facultad de Ciencias Agronómicas, profesor Pedro Calandra,quien la conoció y tuvo la oportunidad de compartir con ella. “Fue una innovadora para su época, en su vida profesional y personal. Su gran aporte en el campo es la fitopatología, que son los pesticidas y químicos para el Agro. Ella trabajó para el Servicio Agrícola y Ganadero, para INDAP, tasando y valorando la aplicación de pesticida y eso le abrió un campo a todas las mujeres en el área.

Hoy día hay congresos de fitopatología, hay una asociación de fitopatólogas y en su mayoría son mujeres. Curiosamente, porque a los inicios del tiempo, en los 1900, la Toyita para ir a las prácticas tenía que ir acompañada de una empleada. Ella abre este campo laboral y evidentemente que pre-reforma agraria la mujer sí tenía problemas en el campo, entonces, se dedicaba a la ciencia, al laboratorio”, rememora. 

“Hoy las mujeres estudiantes de agronomía representan más del 50% de los estudiantes a nivel nacional y en la U. de Chile también. O sea, la Toyita abre una puerta en los anales de la Universidad de Chile, en los orígenes de nuestra carrera, porque ella se titula del Instituto Agronómico de Chile. Cinco años después pasamos a ser la Facultad de Agronomía. Y la primera que se titula como agrónoma ya siendo facultad es Dora Volosky en 1933. Victoria estuvo una década siendo la única mujer”, agrega el docente que está preparando un libro sobre este tema. 

La brecha de género persiste 

Leslie Rauld Olave, coordinadora de la Oficina de Género, Diversidades e Inclusión (GDI) del Campus Sur, valora que se le reconozca para recordar e instalar en las generaciones de las estudiantes que existió una predecesora que abrió camino contra todo pronóstico. “Sabemos que hoy se garantiza el acceso a la educación superior de las mujeres y que incluso hay carreras que se han ido feminizando. Sin embargo, esto no significa que al interior de las carreras se experimente un cambio cultural donde existan condiciones que garanticen la igualdad de género”, dice Leslie. 

Agrega que en Campus Sur todavía existe una suerte de conformismo al creer que el acceso de las mujeres es lo que viene a garantizar la igualdad y que con eso es “suficiente”. “Lo que necesitamos es generar realmente un cambio de paradigma desde el enfoque de género y sabemos que esto es un trabajo de largo aliento. Primero, viene un proceso de sensibilización y concientización de prácticas y dinámicas que son a la base patriarcales y profundizan la desigualdad, y en un segundo momento, y de manera más profunda, la transversalización de género, es decir, que efectivamente se inunde cada espacio con prácticas que garanticen la igualdad sustantiva y -sobre todo- construyan un camino más amigable para tantas mujeres que deciden entrar al mundo del agro, que ha sido por años un mundo masculinizado”, afirma.