Las poblaciones de pitas están en peligro debido al picudo negro, un escarabajo que llegó a España en 2007 y que hasta ahora se ha expandido por la costa mediterránea y ha llegado a puntos del interior de Murcia, Almería, Granada y Jaén. Un equipo de la Universidad de Jaén pide que se actúe contra este coleóptero.
Llegaron a la Península Ibérica hace más de 500 años y, desde entonces, han formado parte del paisaje del Sur y Este del país. Sin embargo, un pequeño escarabajo conocido como picudo negro puede esquilmar su población, hasta incluso hacerla desaparecer, si no se actúa con contundencia.
Pitas, habituales en los paisajes del sur y este
Las pitas (Agave americana) de la costa y el interior están en grave peligro a causa del picudo negro, una especie de escarabajo que las ataca sin piedad y, además del daño que él mismo produce con su voracidad, es capaz de transmitir un conjunto de bacterias que impiden la reproducción de esta planta.
El picudo negro es un coleóptero muy conocido en América, sin embargo, por estas latitudes es bastante nuevo. Fue detectado por primera vez en Barcelona, en 2007. Posiblemente llegó en algún contenedor de mercancía procedente del continente americano o adherido a alguna especie vegetal importada. Una vez aquí, este bichito encontró un territorio por explorar, en el que los depredadores brillaban por su ausencia y donde le resultaba muy sencillo encontrar uno de sus alimentos preferidos: los agaves, también conocidos como pitas.
Fue la combinación perfecta para que este insecto se extendiera por la costa levantina, llegara al litoral almeriense y granadino, y ascendiera por los valles de los ríos hasta zonas del interior de las provincias de Almería, Granada y la Región de Murcia.
Picudo negro, letal para las pitas, que ya se ha extendido por el Levante y el interior
Sin embargo su expansión no se ha quedado ahí. Los últimos datos que se tienen sobre el picudo negro advierten de que este coleóptero ya ha llegado a la provincia de Jaén, según han puesto de manifiesto investigadores del Departamento de Biología Animal, Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Jaén, que atribuyen su presencia a una “traslocación relacionada con el transporte de animales o materiales, ya que el insecto apareció junto a un centro de equitación”, explica el investigador de la Universidad de Jaén, Francisco Guerrero.
La movilidad internacional y el intercambio de mercancías han jugado un papel fundamental en la llegada de este insecto a la Península Ibérica, una invasión que está teniendo unos resultados catastróficos para las poblaciones de agaves, en un caso que recuerda bastante al vivido por las chumberas, esquilmada por la cochinilla del carmín, un parásito procedente de México.
La situación es calificada por los investigadores como “grave”, ya que las pitas tienen consideración de plantas invasoras, en virtud del Real Decreto 630/2013 de 2 de agosto, y eso, a pesar de que llevan en este país más de 500 años. Por ello, las autoridades competentes, en este caso, la Junta de Andalucía, no toman medidas para detener la expansión del insecto y del deterioro de los agaves.
El peligro poblaciones de agaves totalmente integradas en el entorno
De esta manera se podrían perder poblaciones de agaves totalmente integradas en el ambiente y que no representan ningún tipo de amenaza para la flora autóctona. Francisco Guerrero considera que se deberían replantear la condición de invasora de la pita o, al menos, realizar estudios de carácter más local, con los que se determine la necesidad de actuar o no contra los agaves.
“Hay casos como el del Agave sisalana, que sí entra en competencia con especies autóctonas como el azofaifo; entonces ahí sí se debe impedir la propagación del sisalana, porque además se reproduce mucho más rápidamente que el americana”.
Pitas en competencia de especies autóctonas en Parque Natural Cabo de Gata-Níjar
El Agave sisalana está en el punto de mira de las políticas conservacionistas en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, en Almería, y de hecho ya se han llevado actuaciones para erradicar su presencia, con el objetivo de beneficiar al azofaifo, una especie autóctona y en peligro, que reporta enormes beneficios en el este parque natural costero.
Sin embargo, ésta no es la tónica habitual de la presencia de las pitas que, por lo general, “no tienen una presencia masiva, no representan una competencia a otras especies locales y existe una convivencia equilibrada”, considera el investigador de la Universidad de Jaén.
Francisco Guerrero opina que el agave es mucho más que una especie invasora, ya que forma parte del paisaje de la Península Ibérica desde hace más de 500 años y ha entrado en el imaginario colectivo de manera natural.
“Creemos que debemos tener en cuenta el patrimonio cultural del ágave. Es cierto que hay muchos expertos que apuestan por su erradicación, pero creo que el patrimonio cultural debe tener un cierto peso. Y en muchos municipios, donde la pita ocupaba los espacios comunes, es decir, zonas de eras, las faldas de los castillos, zonas comunales en las vías pecuarias… que se mantenga”, opina el investigador de la Universidad de Jaén.
La pita se trajo desde América para aprovecharla en la fabricación de unas cuerdas muy valoradas. Con el paso del tiempo, nuevos materiales hicieron que se dejase de emplear la pita para ese fin, pero continuó formando parte del paisaje y del imaginario natural de este país. Tanto es así que el agave aparece en muchas obras de arte, recuerda Francisco Guerrero, como por ejemplo en una del siglo XVII, que retrataba la llegada de Colón a América o en otra mucho más conocida, como La Rendición de Bailén, pintada por José Casado del Alisal en 1864 y que hoy día se conserva en el Museo de El Prado.
Es por ello que remarca la necesidad de realizar estudios más amplios e intensivos para tener un conocimiento actual de la ocupación de la especie del picudo negro en el territorio nacional, así como que se lleven a cabo actuaciones que impliquen una lucha activa contra este escarabajo, de tal manera que se impida así su expansión, “permitiendo de este modo que generaciones futuras puedan seguir disfrutando de uno de los elementos característicos del paisaje del sur y este peninsular”, concluye Francisco Guerrero.