Por Estefanía Acién González. Profesora Ayudante Doctora del Área de Antropología Social. Departamento de Geografía, Historia y Humanidades. Facultad de Humanidades de la Universidad de Almería.
Este libro versa sobre experiencias migratorias que nos interpelan como ciudadanos de un mundo cada vez más interconectado pero incapaz de asumir los enormes retos colectivos que nos presentan. Y lo hace desde la Antropología Social, contando con el mayor número de testimonios recogidos para el colectivo de mujeres nigerianas en un estudio de este tipo en España y mediante la etnografía, la presencia en el terreno durante toda una década.
El texto está dividido en dos partes: una que contextualiza desde el punto de vista teórico y en datos estadísticos y otra que nos sumerge en las vidas de estas mujeres. La Parte I pone el centro en la importancia de atender a las decisiones a las protagonistas del libro, mujeres migrantes que deben viajar con bajo capital económico y social, en un contexto de dificultad determinado por las políticas de fronteras y hacia un lugar, el Poniente Almeriense, con un modelo económico que condiciona y limita sus posibilidades de ganarse la vida.
Acercarse a una realidad tan dura y compleja solo fue posible a través de una metodología de lo que llamamos en Antropología conversación informal y observación participante, al más puro estilo clásico de la disciplina y para lograr una descripción densa y fiel de la realidad que se presenta en una segunda parte. Así, comenzando con el viaje, se expone el rudísimo lugar de partida de las protagonistas, las decisiones familiares, el acceso a (y clase de) recursos, el tipo de personas con las que contactan para avanzar en sus proyectos…
Y, así llegamos a entender cómo a mayor pobreza, mayor vulnerabilidad ante quienes capitalizan el conocimiento y los recursos durante el tránsito migratorio. Agentes estos especializados en lucrarse de la necesidad de quienes les necesitan para cruzar el noroeste africano y llegar a Europa.
Comprender esto es importantísimo para percibir con claridad el vínculo existente entre fenómenos jurídicamente identificables con los delitos tipificados como de tráfico de migrantes o la trata de seres humanos y las actuales políticas migratorias. Sin el cierre de fronteras, las redes de tráfico y trata no subsistirían, al menos tal y como las conocemos hoy. Todo ello forma parte de las extremas condiciones de viaje que vive la gran mayoría de las informantes, especialmente a medida que se acercan al norte, cuando casi pueden tocar Europa. En Tánger, ya a la vista de la costa tarifeña, el racismo, la exclusión social y los efectos perversos de la externalización de fronteras de la UE convierten esta parte del tránsito en un episodio que prefieren no recordar.
También se aborda el funcionamiento de los negocios en una particular forma de ejercicio del trabajo sexual que revela la capacidad comercial y estratégica de las mujeres para salir adelante en situaciones de extrema vulnerabilidad. Ante una necesidad de ocio de los migrados en diseminados entre invernaderos, las protagonistas garantizan su subsistencia articulando un sistema de trabajo y oferta de servicios que moviliza a cientos de personas. En ese entramado, se entretejen relaciones complejas entre trabajadoras, jefas, clientes, compatriotas, otros migrantes, trabajadoras de ONGs… todo ello bajo el oscuro paraguas de la clandestinidad y la presión a la que les somete el estigma.
Así, se demuestra la urgencia de abandonar los discursos simplistas e ignorantes para asumir que, donde hay necesidad, hay creatividad; que donde hay pobreza, hay explotación; donde hay vulnerabilidad, hay desequilibrios de poder y donde hay obstáculos, hay valentía y resiliencia. La dignidad humana se evidencia cuando vemos que la comunidad humana es capaz de generar espacios mullidos para el desarrollo de la identidad, la costumbre, la confianza, el ocio, la familia, la amistad, los apegos.
Por último y no por casualidad, el relato etnográfico se cierra con el incómodo encuentro entre las mujeres y la autoridad del Estado. La policía es el enemigo, la Ley de Extranjería el principal problema de sus vidas y la sociedad un campo de minas cargadas de estigma, racismo y exclusión. Mucho nos queda por construir como sociedad para suavizar la agresividad de ese paisaje.
La mayoría de los textos existentes y que hablan de mujeres migrantes que ejercen la prostitución trasladan una imagen victimizadora de sus vidas, culpando de su situación exclusivamente a otros migrantes que aprovechan su “situación de vulnerabilidad”. Sin embargo, olvidan, quizá, la inacción del Estado en políticas públicas para la justicia social.
La política contra la trata actual presiona sobre los contextos de las mujeres con el objetivo de apresar a los culpables de la trata, ellas son quienes deben denunciar, ayudar a encarcelar a los culpables, pero no consiguen colocarse en el centro de la agenda política como sujetos de derecho, entre otras cosas, porque su extrema marginación las aleja de cualquier posibilidad de ser escuchadas: lo suyo no es considerado un trabajo, sin papeles no existen, sin derechos ciudadanos, no parecen ser nadie.
Pero esto no es cierto, son alguien, forman parte de nuestra sociedad, tienen un proyecto de vida y hacen lo que sea necesario para perseguirlo. Se adaptan, se mueven, coadyuvan al extraordinario cambio social en el que estamos inmersos en plena globalización. Despliegan estrategias inteligentes para avanzar y, como sociedad, nos ayudaría a crecer asumir nuestra responsabilidad en los obstáculos que encuentran, en lo que ocurre y ver en qué medida nos interrogan sus problemas. Sobre todo, porque éstos sugieren las áreas en las que seguir trabajando para convertirnos en lo que pretendemos ser cuando decimos que nuestras sociedades se sostienen en valores como la justicia, la igualdad, el respeto, la responsabilidad social, el cuidado.