Los constructores de la Edad del Hierro en la Península Ibérica “eran maestros de la tierra, de la arcilla” para la elaboración de ladrillos de adobe

Los resultados de los estudios contribuyen a cambiar la mirada que tenemos de la Prehistoria.

Alejandra Sánchez Polo, investigadora posdoctoral Juan de la Cierva del Área de Prehistoria de la Universidad de Valladolid (UVa), se ha desplazado hasta Grecia para determinar la influencia del material orgánico en la calidad del adobe. Los constructores emplearían, según la investigadora, bloques de adobe de distinto tamaño, peso y recetas para las diferentes partes de las casas, y las decorarían con pinturas y elementos figurativos complejos y únicos en la península ibérica.

La investigadora Alejandra Sánchez durante su estancia en Marruecos / Foto: Proyecto PIAR-2023-07 “M’hamid: análisis constructivo y territorial del patrimonio construido en tierra del último oasis del valle del Draa”.

Los resultados de los estudios contribuyen a cambiar la mirada que tenemos de la Prehistoria y mostrarnos a unos pobladores más imaginativos y a comunidades más igualitarias.

“En el yacimiento de Cerro de San Vicente (Salamanca), nos hemos encontrado con cuatro tipos de adobes para una misma casa, preparados cada una de ellos con una receta y molduras diferentes. Elaboraban varias mezclas según la función que tendrían. Unos iban para el zócalo externo, otros para el techo, otros para las paredes. También el mobiliario interno era de adobe y barro: había un hogar central, el banco corrido perimetral, vasares…”, explica Alejandra Sánchez Polo.

“La cantidad de paja o su forma de añadirla o la especie vegetal hace los bloques más o menos pesados y aporta determinadas características, como cierta impermeabilización o la ligereza o robustez de la construcción. Estudios etnográficos y los propios mayores que hicieron adobes apuntan a que la paja de centeno, por ejemplo, es muy buena para fabricarlos. Es un aspecto que estoy investigando ahora mismo en Grecia”.

Con el objetivo de establecer una biblioteca de este material orgánico utilizado en la construcción de adobes, la investigadora posdoctoral Juan de la Cierva en el departamento de Prehistoria, Arqueología, Antropología y Ciencias y Tendencias Historiográficas de la UVa, se ha desplazado hasta Grecia, donde realiza una estancia de tres meses en la Escuela Británica en Atenas, cargada de paja y barro, para experimentar con las diferentes especies vegetales y ver las improntas que dejan en el adobe. Para ello utilizará técnicas procedentes de la geología que permiten analizar a nivel micro los materiales con los que experimente.

“Pensamos en el barro de una forma homogénea, pero lo que hemos visto hasta ahora es que los constructores de estas edificaciones en la Edad del Hierro, tenían un conocimiento integral del entorno y de la geología. Eran maestros de la tierra, de la arcilla. En este sentido, lo que voy a hacer a Grecia es investigar la parte orgánica de los adobes. Reconocer la parte geológica es fácil con difracción o fluorescencia de rayos X, pero la parte orgánica no la tienes, ya que se pierde naturalmente con el tiempo”.

El trabajo forma parte del estudio que la investigadora está realizando de arquitectura en tierra en prehistoria y protohistoria peninsular, para lo que está analizando macroscópicamente y mediante técnicas arqueométricas los restos de adobes y de barro con varias improntas hallados en yacimientos de la Primera y Segunda Edad del Hierro, como Pintia (Padilla de Duero, Valladolid), el Cerro de San Vicente (Salamanca), Icedo (burgos) y Soto de Medinilla (Valladolid).

Alejandra en otro momento de su estancia investigadora / Foto: Proyecto PIAR-2023-07 “M’hamid: análisis constructivo y territorial del patrimonio construido en tierra del último oasis del valle del Draa”.

Actualmente está involucrada en varios proyectos para financiar estos análisis, como el concedido por Galletas Gullón y la Asociación Reserva Geológica de Las Loras (ARGEOL) para el estudio interdisciplinar los restos de barro de Icedo y dirigido por Jesús García Sánchez (IAM-CSIC) y ArchTerra I de la European Research Infrastructure for Heritage Science (E-RIHS) nodo España codirigido con Lucía Ruano (UCM) para otros yacimientos de la meseta norte.

Otra de las fuentes que está utilizando para su investigación es material de archivo del Fondo Palol conservado en el Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC) en Tarragona, como son planos, diarios de excavación, etc., de las intervenciones por parte de los arqueólogos Pedro de Palol y Federico Wattenberg en el yacimiento vallisoletano de Soto de Medinilla con el que intenta entender la estratigrafía y relacionarlo con el hallado en otras excavaciones posteriores.

“Todos estos estudios nos están cambiando la mirada que teníamos de la Prehistoria. Siempre te la imaginas, por una parte, en blanco y negro, básica y rudimentaria, y en realidad las personas eran más imaginativas que nosotros y aplicaban variadas soluciones estéticas y técnicas. En este sentido, vemos que las casas estaban muy pintadas por dentro, de rojos, blancos, con formas figurativas; con pigmentos raros, como los azules que no sabemos de dónde vienen. De la misma forma que tampoco sabemos, aún, por qué les pareció una mejor opción hacer una cúpula, en lugar de un techo plano elaborado con elementos vegetales y/o barro”.

“Este tipo de construcciones con adobe llega a la península ibérica con los fenicios a partir del s. IX antes de Cristo, especialmente al Levante y sur peninsular, así como a la zona del Ebro (que pudo tener un desarrollo autónomo). Es una técnica que se ha mantenido hasta hoy en día, de hecho, y que estoy investigando también en Marruecos, junto con el CSIC en un estudio etno-arqueológico gracias a las ayudas PIAR y dirigido por Esther Rodríguez, en el que tratamos de ver qué soluciones constructivas hay con el adobe, pero también otros elementos de tierra, como el barro”, explica la investigadora.

Por ejemplo, entre los restos más importantes de construcción en adobe se encuentran los templos fenicios, como el del Carambolo (Camas, Sevilla) o Gadir. El de Casas de Turuñuelo (Badajoz), es un centro-santuario tartésico (s.V. a.C) y está construido totalmente con adobe. En el cerro de San Vicente, hay casas circulares de adobe y un edificio que se ha identificado como un santuario a la divinidad fenicia de Astarté.

“En cuanto a lo que se llama la cadena técnica operativa, los constructores de estos edificios, y a partir de las improntas de los más de 300 adobes hallados en el Cerro de San Vicente, estamos viendo es que hay improntas de dedos algunos muy pequeños que parecen de niños o de mujer. Pensamos que al menos en el Hierro Antiguo (s. VIII-IV a.C.) estaba involucrada toda la comunidad en hacer los adobes, en el Hierro II estamos investigándolo”.

“Es complicado de ver -continúa- porque desde el s. VIII hasta el s. IV (a.d.C.) las mujeres estarían especializadas en la cerámica, un conocimiento que se trasladaría de una comunidad a otra, debido al intercambio exogámico. Así que de igual manera que vienen mujeres que en sus comunidades sabían hacer cerámicas, seguramente también llegarían sabiendo la técnica de construcción del adobe”.

“Siempre pensamos, por ejemplo, gracias a lo que actualmente ocurre en sociedades tradicionales, que las viviendas las construyen los hombres y las mujeres son las que decoran. Pero si vemos, por el contrario, que toda la comunidad está involucrada y que es un trabajo mucho mas comunitario, estaríamos hablando de comunidades más igualitarias, no tan jerárquicas, ni masculinizadas”, concluye.