Artículo de
Rosario Moreno Soldevilla
Investigadora de la Universidad Pablo de Olavide
Llega el solsticio de invierno. Se acercan fechas de esparcimiento, un cierto desenfreno, bebida, trajes de fiesta e intercambio de regalos. Parecería que hablamos de la Navidad. Sin embargo, estoy hablando de una celebración de los antiguos romanos: Saturnalia o las fiestas de Saturno.
Las saturnales: diversión y regalos
El día del dios Saturno se celebraba en Roma el 17 de diciembre. A lo largo de los años, el periodo de fiestas celebradas en su honor llegó a durar una semana, acercándose a lo que más tarde sería la fecha de la Navidad cristiana. Aunque el emperador Augusto redujo las saturnales a tres días, posteriormente la duración oficial se extendió hasta cinco. Según cuenta Suetonio, Calígula añadió un día a las fiestas como medida populista.
A pesar de los vaivenes del calendario oficial, la gente celebraba esta fiesta durante siete jornadas. Unas fiestas se juntaban con otras cercanas en el tiempo, como ocurre en la actualidad. Y es que tras las saturnales venía la fiesta de los Sigillaria. Así se llamaba también el mercadillo donde se compraban figuritas de barro y otros productos que se regalaban por esta época.
Las saturnales eran unas fiestas tremendamente populares. Era un tiempo de diversión, relajación e incluso inversión de las normas sociales. Los esclavos gozaban de cierta libertad y los libres se vestían con el pilleus, un gorro típico de los libertos. Ponerse este tocado era una de las muchas inversiones de roles sociales características de estas fiestas. De hecho, en las saturnales encontramos muchos elementos carnavalescos.
Se permitían las apuestas en los juegos de azar, que estaban legalmente prohibidos el resto del año, y todo el mundo se entregaba al juego de dados. Había vacaciones judiciales y escolares. Se guardaba la toga y se vestía el traje de fiesta, la synthesis. Y, sobre todo, se comía, se bebía mucho y se intercambiaban regalos.
En la literatura latina…
Poetas como Catulo o Marcial adoraban las saturnales. Sin embargo, no todos los escritores romanos disfrutaban con la algarabía de la fiesta. Plinio el Joven cuenta en sus Cartas que en una de sus fincas tenía un estudio aislado. A él se retiraba durante las ruidosas saturnales. “Así yo no estorbo la diversión de los míos, ni ellos mis estudios”, dice.
Su coetáneo Marcial, en cambio, dedica muchos epigramas a esta fiesta. De hecho, aprovechaba esta época para publicar una edición anual de su poesía. El ambiente festivo y relajado propiciaba la lectura de su obra, a menudo ligera e irreverente.
Marcial dedicó muchos epigramas al intercambio de regalos. Hacerse regalos era un elemento fundamental de las sociedades antiguas. Los romanos en concreto regalaban en numerosas ocasiones, no solo en diciembre. Se entregaban presentes en celebraciones como bodas y cumpleaños. En la fiesta de los Matronalia las mujeres casadas eran agasajadas. También se hacían regalos tras una convalecencia, como cuando visitamos a un enfermo y le llevamos bombones o flores.
En muchos poemas Marcial se quejaba de recibir regalos ridículos o de segunda mano o, muy a menudo, de no haber recibido nada: “No me has enviado ningún obsequio a cambio de mi regalito y ya han pasado los cinco días de Saturno”. En otro epigrama incluye la lista de los regalos que ha recibido de uno de sus amigos, hechos por terceras personas: pequeños utensilios y comida (habas, aceitunas, mosto, higos, ciruelas…).
Era frecuente, de hecho, regalar alimentos por las saturnales. En otra composición, el abogado Sabelo presume de todo lo que ha recibido. La lista abarca trigo, harina de habas, incienso, pimienta, embutidos, vino dulce, higos, cebollas, caracoles, queso, aceitunas, un juego de tazas y una servilleta… ¡una auténtica “cesta de Navidad”!
Pero no todo eran presentes alimenticios. Los había para todos los bolsillos. Suetonio cuenta que Augusto regalaba por las saturnales tanto objetos lujosos como de poco valor. Probablemente se aluda en esa anécdota a las rifas, porque a veces los obsequios no se entregaban directamente, sino que se sorteaban en las cenas como forma de divertimento.
Marcial dedica a los regalos un libro entero, titulado Apophoreta. Se trata de un catálogo de regalos, un ejercicio poético divertido e ingenioso. Cada presente se describe en dos versos (un dístico elegíaco), precedidos del nombre del obsequio. Los regalos se ordenan temáticamente y se alternan los más caros con otros más asequibles.
El lector encontrará allí libros, utensilios, enseres, mobiliario, decoración, vajilla, velas. También artículos de belleza, objetos deportivos, comida y mascotas. No faltan joyas, ropa de hogar y de vestir (también ropa interior) o calzado (¡hay hasta pantuflas!). Se incluyen también instrumentos musicales, obras de arte y esclavos. Este libro es una mina de oro para los amantes de la cultura material de la Antigüedad. Quien tenga curiosidad encontrará este “catálogo de regalos” en el libro XIV de las obras completas de Marcial.
Las saturnales no desaparecieron del todo
Las saturnales se siguieron celebrando hasta la Antigüedad tardía. En el siglo V Macrobio escribió un diálogo titulado Saturnalia. En él recoge las conversaciones eruditas en casa de un aristócrata durante esta festividad. El cristianismo incorporó muchas de estas celebraciones y costumbres paganas a la Navidad.
No podemos trazar una línea de continuidad entre las fiestas navideñas actuales y las celebraciones en honor a Saturno. Sin embargo, cuando en estas fechas bebo algún vino dulce, me visto con ropa de fiesta, invito a familiares y amigos o hago y recibo regalos navideños, no puedo dejar de pensar en que en el fondo seguimos siendo romanos celebrando las saturnales. Io, Saturnalia!
Artículo de
Rosario Moreno Soldevila
Catedrática de Filología Latina, Universidad Pablo de Olavide.