La moneda de plata española: abundancia interna y escasez interior

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Artículo de
María Teresa Muñoz Serrulla
Profesora Titular de Epigrafía y Numismática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Doctora en Historia por la UCM y por la UNED.

España mantuvo durante más de tres siglos la primera moneda global del mundo, el Real de a Ocho. Sin embargo aquel exitoso sistema monetario con cecas repartidas por todo el Imperio tuvo que enfrentarse a problemas como la escasez de moneda en los ámbitos más domésticos y las falsificaciones, provocando tensiones en un exitoso sistema que sobrevivió al Imperio Español.

Reales de plata y reales de a ocho. Arriba, reales de plata ajustados a la Pragmática de Medina del Campo. Tipología peninsular y de México. En la fila de en medio Reales de a ocho de plata fabricados en México y en Sevilla. En la fila de abajo Resello brasileño sobre un real de a ocho español y Real de a ocho ajustado a la orden de 1686 de Carlos II. Moneda de menor peso (plata nueva, maría). [Imágenes obtenidas de: Muñoz Serrulla, Mª Teresa. La moneda castellana en los reinos de Indias durante la Edad Moderna. UNED, Madrid, 2016].

En 1535 tenía lugar la fundación de la Casa de Moneda de México, fue el principio de la acuñación en el territorio americano, comenzando a labrarse moneda ajustada al sistema monetario implantado, el castellano. Dicho sistema seguía la norma establecida en la importante reforma de los Reyes Católicos de 1497, que aún seguía vigente (pragmática de Medina del Campo).

Se iniciaba así la producción de moneda que en poco tiempo sería la divisa internacional que articulaba el comercio global, donde su dominio con el real de a ocho o peso de plata, se conseguía gracias a las grandes cantidades de metal, la abundante fabricación y una política monetaria continuista que se mantuvo durante siglos. Todo ello hizo que la confianza y el prestigio se extendiera mundialmente.

Qué política determinaba el sistema monetario español

Una vez iniciada la fabricación de moneda en los reinos de Indias, las decisiones monetarias siempre fueron conjuntas, es decir, hubo una única política que determinaba el sistema monetario castellano, y las decisiones afectaban a los territorios donde dicho sistema estaba implantado. Sin embargo, la diversidad y amplitud de los nuevos territorios obligó a que se tomaran muchas decisiones particulares, dirigidas a solventar dificultades concretas, dando la sensación en ocasiones, de que estamos ante sistemas monetarios diferentes. Todo lo contrario, la unidad se mantuvo siempre, y las medidas particulares siempre se adoptaron con un estudio y análisis previo dentro del conjunto del sistema monetario castellano.

En este contexto monetario la plata americana supuso un elemento de gran importancia para que las decisiones de los Reyes Católicos se reforzaran, si su reforma resultó trascendental para un sistema que quería abandonar la tradición medieval e integrarse en las corrientes modernas europeas, el aporte de metal americano permitió que se diera un paso más, llegando a ese dominio internacional mencionado.

Cómo fue la emisión del mítico real de a ocho

Pero el real de a ocho, máximo exponente de la moneda castellana primero y española después, no se emitió de forma inmediata. Inicialmente, con el permiso para establecer la primera ceca en México, el real de a ocho no se contempló entre las piezas que se podían labrar. Data de 1537 el primer documento que menciona dicha moneda como amonedable en América, si bien tardarían años todavía en empezar a producirlo abundantemente.

La fundación de nuevas cecas se fue sucediendo hasta que en el reinado de Carlos III había establecidas siete: México, Lima, Potosí, Santa Fe de Bogotá, Guatemala, Popayán y Santiago de Chile. Hasta ese momento, se contempló la instalación de otras cecas, alguna llegó a fundarse como las de breve existencia en Panamá o en Cuzco, o la intermitente de Santo Domingo. Las solicitudes para establecer nuevas cecas fueron continuas, aunque el control de las fundaciones fue siempre bastante estricto. En general, todas las cecas contribuyeron a poner en circulación grandes cantidades de moneda, aunque entre todas destaca la producción de México.

La abundancia y el prestigio que la moneda española fabricada en las cecas americanas y peninsulares son de sobra conocidas, la importancia del real de a ocho en la globalización del comercio, su trascendencia en los circuitos asiáticos, su difusión por medio de las flotas de Indias y el Galeón de Manila, la utilización por parte de otras naciones carentes de plata, etc. Pero ¿qué pasaba al mismo tiempo en la circulación monetaria interior tanto de América como de España? La situación no era la misma.

Los siglos modernos, cuando más cantidad de moneda se fabricó y se puso en circulación, presentan considerables problemas en el interior de ambos territorios.

Ruta del Galeón de Manila. El Real de a Ocho se convirtió en la primera moneda global de la historia. Una divisa mundialmente aceptada y que el Galeón de Manila contribuyó a difundir, cuya ruta se refleja en este mapa. En rojo, las cecas en funcionamiento en el siglo XVIII.

Qué otra moneda había dentro del propio Imperio Español

En la Península existía, además de la moneda de oro y de plata, una tercera especie monetaria, la de vellón (aleación de cobre con pequeñas cantidades de plata). Esta especie era la de menor valor y por tanto la ideal para las compras diarias y los pagos menores (maravedíes). Necesaria así mismo para realizar los cambios con las monedas más pequeñas de plata, el real y el medio real. En los años en los que la dinastía de los Austria reinó hubo graves problemas con esta especie.

Desde la política Isabel y Fernando que consiguieron controlar y sanear la moneda de vellón heredada de Enrique IV, la moneda de vellón fue siendo objeto de medidas que contribuyeron a su decadencia. Carlos II inició la renovación y reforma del sistema, no sin dificultades.

Posteriormente, Felipe V, una vez finalizada la guerra de Sucesión decidió la eliminación de la plata que se incluía en esta especie y puso en circulación una moneda exclusivamente de cobre, moneda que tardaría en extenderse y sustituir a todas las especies que había en circulación de épocas anteriores, pero que ya sería definitiva.

Una moneda con menos proporción de plata

Además, la continua extracción ilegal de metales preciosos que padecía la monarquía y que se sumaba a la extracción legal, necesaria en la compra de productos extranjeros, complicaba la disponibilidad en el mercado interior de moneda de plata. En este sentido, Carlos II inició una política denominada “duplicidad de especies” dirigida a fabricar una moneda de plata de menor peso que conviviera con la moneda de mayor peso, destinada al comercio interior y que por su menor valor fuera menos atractiva a la extracción ilegal, de forma que se mantuviera en circulación.

Felipe V retomó esta política, estableciendo de forma definitiva dos especies de plata, una de mayor valor (fuerte, después denominada nacional) destinada al comercio internacional y otra de menor valor (plata provincial) destinada al comercio interior. Medidas dirigidas a dotar al mercado interior peninsular de un numerario útil para las compras menores y sobre todo, que la moneda permaneciera en el territorio, evitando el desabastecimiento que en diferentes ocasiones se había sufrido.

Cómo se actuó en América

Sin embargo, en América no sucedió lo mismo. Aunque en las primeras órdenes dirigidas a la ceca de México se contemplaba la fabricación de moneda de vellón, enseguida se dejó de labrar. Solo en Santo Domingo se fabricó vellón de forma intermitente y en cantidades pequeñas, solo para surtir aquel comercio.

Con el paso de los años, la fabricación de esta moneda no se retomó, y la moneda de menor valor con la que se contaba para los pagos menores era el medio real de plata, que tampoco se labraba en cantidades suficientes.

Por lo tanto, el desabastecimiento de numerario en el interior del territorio indiano fue la característica general de la época. Pero el comercio debía continuar, las compras de los productos de primera necesidad eran imprescindibles a diario, por lo que se articularon diferentes medios de pago. La denominada “moneda de la tierra” fue uno de estos medios. Su diversidad fue grande: plumas de aves, conchas, sal, cacao, etc., aunque la mayoría se fue abandonando, permaneciendo el cacao como principal medio para realizar pagos pequeños. A esto se unió otra solución articulada por los tenderos, los tlacos y señas, denominación genérica para piezas pequeñas de diferente material: hierro, cobre, madera, cuero, etc., en las que los tenderos grababan su nombre o iniciales para identificarlas y que servían para dar las vueltas de los pagos realizados con medios reales. Un medio que creó muchos problemas y que fue objeto de diversos intentos de erradicarla.

Barrilla y dos cuartos de cobre de Filipinas. Arriba, barrilla. Abajo, dos cuartos de cobre, monedas fabricadas por el Ayuntamiento de Manila. [Imágenes obtenidas de: Muñoz Serrulla, Mª Teresa. Moneda y crisis monetarias en Filipinas durante la época hispánica (1565-1898). UNED, Madrid, 2021].

Las “barrillas’ y cuartos de Filipinas

En cada zona se utilizaron diferentes soluciones para llenar el vacío que la moneda de vellón o de cobre dejaba. Uno de los episodios que sirve como ejemplo de las decisiones tomadas por las autoridades peninsulares y de su incorrecto control es sin duda lo ocurrido en Filipinas.

A mediados del siglo XVIII se concedió permiso al Ayuntamiento de Manila para que fabricara moneda de cobre, primero las denominadas “barrillas”, después los cuartos. El Ayuntamiento debía encargarse de las labores, instalando un taller de acuñación temporal ya que no se permitió establecer una Casa de Moneda hasta avanzado el siglo XIX. Las pocas medidas de seguridad y el ahorro de costes fueron las principales causas de la crisis monetaria provocada por la gran cantidad de moneda falsa que se introdujo. Las emisiones de esta moneda se mantuvieron en el siglo XVIII de forma intermitente, hasta que al final de la centuria y sobre todo en las primeras décadas del siguiente siglo se desató la crisis.

El fraude alcanzó tal gravedad que en ocasiones, no se había terminado de fabricar una nueva moneda y ya circulaban piezas falsificadas. El descrédito y la desconfianza llegaron a un punto en el que los tenderos no admitían esta moneda a cambio de sus productos, habilitándose el pago con cigarrillos, medio de pago que también se falsificaría, poniendo en el papel en lugar de tabaco, “serraduras de madera, hojas de árbol y otras diferentes especies” [Informe de Pedro Antonio de Salazar, 11 de enero de 1836. [AMN, Mss. 2286)].

Manila veía como la plata llegaba a su puerto y cómo se dirigía casi de forma inmediata a los mercados asiáticos para pagar los productos que el Galeón transportaba de vuelta a América. Por lo que al igual que en otros territorios, la escasez de moneda en el interior era un grave problema.

En resumen, la monarquía hispánica gracias a la plata americana consiguió que el sistema monetario castellano primero, español después, fuera un sistema internacional con una divisa mundial, el real de a ocho también llamado peso. A pesar de tanta riqueza argentífera que permitió dotar al comercio mundial de grandes cantidades de moneda, en el interior, tanto en América como en la Península, hubo frecuentes problemas de desabastecimiento. Pero el auge del real de a ocho continuó incluso después de la independencia del territorio indiano y esta moneda sirvió como modelo para la creación de sistemas monetarios de las nuevas naciones, incluso los Estados Unidos de América adoptó este modelo para labrar su dólar, si bien, inicialmente en los mercados asiáticos seguían prefiriendo la moneda española en la que confiaban, prueba de ello es el informe de la Sociedad Económica de Manila de 1831: «… se limitaron a imprimir sobre los pesos españoles su propio sello, sin variar el peso y ley, solo borraron el cuño español y sellaron el suyo. Esa simple modificación provocó que los chinos y los pueblos de Asia no quisieran recibirlos, de forma que con cien dólares no se compraba la misma mercancía que con cien pesos» [Informe de 17 de febrero de 1831. (AMN, Mss. 1671, doc. 21)].