Según un estudio realizado en pacientes afectados por la COVID-19, las secuelas en los ojos podrían perdurar hasta 10 meses después de sufrir la enfermedad. Esta es una de las conclusiones de la investigación realizada por el Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega y el Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias.
La enfermedad, aunque se dé de forma leve, puede producir alteraciones en el tejido nervioso de la córnea y dolor ocular, consecuencias asociadas, también, a la neuropatía diabética y el ojo seco. Los resultados han sido publicados en la revista The Ocular Surface.
La COVID-19 afecta a la salud ocular, incluso después de haber superado la enfermedad. Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores formado por oftalmólogos, optometristas y la catedrática de Fisiología de la UMH Juana Gallar, a través de un estudio que asocia la infección por Sars-Cov-2 y la neuropatía de fibras pequeñas en la córnea.
“Las alteraciones morfológicas encontradas en córneas de pacientes con COVID-19 son similares a las encontradas en córneas diabéticas y con enfermedad de ojo seco”, comenta el optometrista del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega Alberto Barros.
“El dolor y la incomodidad concuerdan con los síntomas de estas enfermedades y se acompañan de pérdida funcional y alteración de la sensibilidad”, señala el experto. En los pacientes esto influye en incomodidad, sequedad, irritación e incluso episodios de dolor. Los ojos se vuelven más sensibles a condiciones externas, como el aire acondicionado, y se produce sensación de arenilla o de pinchazo.
Esta investigación ha reunido a un grupo de pacientes que había superado la COVID-19, examinados bajo microscopía confocal para obtener imágenes de las fibras nerviosas de la córnea. “El 91,3% de los pacientes presentaron alteraciones en el tejido nervioso corneal, compatibles con una neuropatía de fibras periféricas”, destaca el oftalmólogo del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso. Además, apunta que la infección viral causa axonopatía de las fibras sensoriales, una degeneración de la prolongación de las neuronas, que se vuelve crónica después de la recuperación de los pacientes.
Los expertos han hallado señales de que estas secuelas pueden ser de larga duración. En los pacientes estudiados, los daños se mantenían tanto a los 3, como a los 6 y 10 meses de haber pasado la enfermedad, e incluso en algunos casos empeoraban dichas alteraciones, lo que les lleva a pensar que esas variaciones se pueden mantener a lo largo del tiempo.
La investigadora de la UMH Juana Gallar explica que las secuelas que la COVID-19 deja en las personas, tanto durante el transcurso de la enfermedad como después de superarla, han sido objeto de estudio desde que se conoce el virus. “Nos llamaba la atención, inicialmente, que hubiese pacientes que perdían el olfato y eran incapaces de apreciar los sabores. Sabemos que la función somatosensorial de este sentido está mediada por el nervio trigémino y éste comparte una rama que inerva la córnea”, comenta la catedrática, y añade que “valorando la inervación de la córnea, podíamos ver si había alguna alteración en ese nervio, asociada a una infección por coronavirus”.
La publicación científica de este estudio se puede consultar de forma gratuita hasta el 7 de enero de 2022 a través del enlace https://doi.org/10.1016/j.jtos.2021.10.010