La arquitectura para la salud, protagonista en un curso de verano de la UNIA

Imagina una vivienda que respira contigo. Que regula su temperatura sin necesidad de artificios, deja entrar la luz justa, amortigua el ruido exterior y te conecta con el entorno natural sin que tengas que moverte. Imagina ahora una ciudad pensada no para sobrevivirla, sino para habitarla con dignidad, salud y placer. No es utopía. Es arquitectura saludable. Y es urgente.

Este verano, la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) coloca el foco en esta nueva manera de pensar los espacios y entornos actuales con un Curso de Verano en su Sede Tecnológica, que no sólo mira al futuro, sino que responde a una necesidad muy actual: diseñar entornos que tributen al cuidado a las personas. Porque si algo nos enseñó la pandemia, es que nuestras casas, oficinas y ciudades no siempre están a la altura de nuestras necesidades más básicas.

Arquitectura para la salud

«Diseñar espacios saludables no es sólo evitar que se propaguen enfermedades; es crear entornos que mejoren nuestra calidad de vida”, afirma Pablo Valero, doctor Arquitecto y miembro del grupo de investigación Healthy Architecture & City. Valero, codirector del curso Arquitectura saludable: nuevos retos y estrategias para planificar edificios y ciudades sanas, junto al también arquitecto y profesor de la Universidad de Sevilla, Santiago Quesada, insiste en que la arquitectura debe dejar de ser vista como un mero ejercicio estético o funcional: es también una forma de prevención, una herramienta para el bienestar colectivo. «Arquitectura y salud son un binomio inseparable», resume.

El curso, pionero en Andalucía, ha despertado una gran expectativa. Está estructurado en cuatro jornadas temáticas que abordan la arquitectura sanitaria, las estrategias públicas y privadas, la neuroarquitectura y el envejecimiento activo. Todo ello, de la mano de un profesorado multidisciplinar que incluye arquitectos, médicos, investigadores y responsables de políticas públicas. Una mirada transversal que permite explorar desde múltiples ángulos cómo los espacios pueden incidir —positiva o negativamente— en la vida de las personas.

Uno de los momentos clave deviene la jornada práctica en la Azucarera de Torre del Mar (Vélez-Málaga), un ejemplo de cómo los espacios industriales pueden reconvertirse en escenarios saludables, sostenibles y humanos.

El espacio importa

«El espacio importa. Y mucho», recuerda Valero. «Pasamos la mayor parte de nuestras vidas en interiores. Y si esos entornos no están pensados para cuidar de nosotros, difícilmente podremos hablar de calidad de vida». Esa conciencia, que despierta durante el confinamiento, ha generado una nueva demanda social: la de entornos que no solo no enfermen, sino que curen, que reconforten, que acompañen.

Este curso, además de constituir una respuesta académica, constituye una propuesta concreta para cambiar el modelo. Porque como señala Valero, «el camino de la arquitectura saludable acaba de empezar, y es responsabilidad de todos —no solo de arquitectos— recorrerlo».

En un futuro no tan lejano, preguntar si una vivienda o un hospital es saludable será habitual. Y este curso quiere adelantarse a ese momento, sembrando una semilla que, con suerte, transforme nuestra forma de vivir, construir y habitar el mundo. La arquitectura saludable no es una tendencia: es un nuevo pacto entre el espacio y la vida.