Este país del área iberoamericana conserva en su territorio un total de 79.831 especies, lo que lo convierte en el de mayor diversidad por kilómetro cuadrado del mundo y el segundo más biodiverso en términos absolutos, superado solamente por Brasil. Cuenta con 2.000 especies de aves, de las 82 son endémicas; a las que se suman 26.000 tipos de plantas, entre las que 560 son orquídeas; y una colección de mariposas que se acerca a las 3.850 variedades, de las que 350 solamente se encuentran allí.
Este país disfruta de ambientes muy diversos, con hasta 81 ecosistemas diferentes, pero no todo son buenas noticias. De todos ellos, una veintena se encuentran en un estado crítico de conservación, es decir, al borde de la extinción; y cerca de una treintena se consideran en peligro.
Cuál es el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado del mundo
El país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado del mundo es Colombia. Para que no pierda esa posición de privilegio y conservar esta enorme riqueza natural, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) custodia más de 7 millones de ejemplares de flora y fauna en sus colecciones científicas.
El riesgo de que muchas especies desaparezcan es latente, advierte el profesor Miguel Gonzalo Andrade Correa, director del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la UNAL. “Entre las 1.700 especies ‘amenazadas’, todas las tortugas continentales se encuentran en ‘peligro de desaparecer’. Entre las plantas, y pese a su riqueza, 311 especies de orquídeas están ‘en riesgo’, así como 38 especies de frailejones, plantas endémicas de los páramos colombianos”, advierte el profesor Andrade.
A qué se debe que 1.700 especies colombianas estén en peligro
Por su parte la profesora Luz Stella Cadavid Rodríguez, vicerrectora de la UNAL Sede Palmira e integrante del Grupo de Investigación Prospectiva Ambiental, considera que “esta crisis, marcada por el cambio climático y la pérdida acelerada de biodiversidad, es reflejo de las fallas en los modelos socioeconómicos actuales, centrados en la explotación intensiva de los recursos naturales que llevará a la extinción de los seres humanos y de todas las formas de vida; por eso propongo una ‘transición civilizatoria’ que se haga mediante un cambio profundo en la relación entre los seres humanos y el medioambiente”.
“Debemos movernos de un enfoque extractivista centrado en el hombre y su postura de dominación, a uno horizontal en el que nos reconocemos como otra especie en la naturaleza y propendemos por la conservación de todas las formas de vida. No se trata solo de un cambio de modelo económico, sino también es de mentalidad: debemos pasar del consumismo desenfrenado a una economía que garantice la preservación de los recursos para las generaciones futuras”.
El grupo de investigación, de la mano de las comunidades de Tumaco y Arauca, ha promovido la transformación de residuos de pescado y desechos de comida en energía renovable, y además creó un fertilizante biológico subproducto del proceso, un aporte para detener la pérdida de biodiversidad con la eliminación de contaminantes y agroquímicos peligrosos para el suelo.
El profesor Diego Fernando Mejía Carmona, coordinador del Sistema de Gestión Ambiental de la UNAL Sede Palmira, destacó que “la biodiversidad no necesita de las personas, esta tiene un valor intrínseco independiente de las necesidades humanas”, al resaltar los servicios que la naturaleza le ofrece a la humanidad, mientras esta última representa sus principales amenazas por la deforestación, la minería, las semillas comerciales y las especies introducidas, como el caso de los hipopótamos en Colombia.
Diversidad genética, clave para el mantenimiento de las especies
Por su parte, la diversidad genética es fundamental para la biodiversidad porque proporciona la variabilidad necesaria para que las especies se adapten a cambios en el entorno y puedan resistir enfermedades y sobrevivir ante diferentes presiones ambientales. En ese sentido, los estudios sobre el área vegetal adelantados por el Grupo de Investigación en Diversidad Biológica se han enfocado en frutales, flores, plantas medicinales, follajes tropicales y especies para alimentación animal, explorando ganado vacuno, porcinos, aves, peces y microorganismos.
Dentro de estos animales se encuentra el arapaima, el pez más grande de agua dulce del Amazonas, en cuya diversidad genética se basa el estudio de Dagoberto Martínez, estudiante del Doctorado en Ciencias Agrarias, junto con los profesores Juan Carlos Rincón, Darwin Hernández y Jaime Eduardo Muñoz Flórez, líder del grupo.
“Estamos realizando una secuenciación de alto cubrimiento del genoma, para obtener una visión detallada de las numerosas secuencias que nos permiten identificar las características específicas, incluyendo posibles variaciones según las regiones geográficas, lo que contribuye a su conservación”, explica el profesor Flórez.