El vaso de Trinidad Cuartara vuelve a coronar la Casa de las Mariposas

Trabajador de las obras de rehabilitación sustrayendo el vaso del castillete.

El vaso de vino que permaneció en la cúpula de la Casa de las Mariposas durante casi cien años regresa esta misma tarde a su lugar, después de haberlo retirado en diciembre de 2009, debido a las obras de restauración de este singular edificio modernista de la Puerta de Purchena. El acto de colocación del vaso se llevará a cabo esta tarde, a partir de las 19,30 horas.

Al finalizar la construcción de la Casa de las Mariposas, en la Puerta de Purchena de Almería, Trinidad Cuartara, arquitecto municipal, celebró el feliz acontecimiento con los obreros y los propietarios brindando con una arroba de vino. Como colofón, un niño que trabajaba de peón colocó el vaso protagonista de ese brindis encima del castillete de la cúpula del edificio.

La Casa de las Mariposas, conocida como casa Rapallo hasta los años 40, es un inmueble singular. En él han convivido cinco generaciones de la burguesía almeriense. Su sigularidad se muestra, además, en su arquitectura y ubicación.

Cuando el Ayuntamiento de Almería expropió la antigua posada de Los Álamos para ensanchar la Puerta Purchena, los hijos de los propietarios, Bernardo y Ana Campos, junto al marido de ésta, José Rapallo, decidieron, en el verano de 1909, construir el edificio. Para llevar a cabo esta difícil tarea, contactaron con el arquitecto municipal, Trinidad Cuartara, quien se inspiró en otros inmuebles similares de Madrid y Francia.

El castillete donde se encontró el vaso es una figura de finales del siglo XIX, y forma parte de un edificio que está considerado símbolo del modernismo, como muestran las mariposas que lo adornan. El arquitecto municipal buscaba con su diseño ornamentar el centro urbano con un edificio que simbolizara el creciente poder económico y político de la burguesía almeriense de la época. En efecto, la Casa de las Mariposas es un típico ejemplo de arquitectura burguesa y urbana, aunque sobrepasado en dimensiones, pues se trató en sus años del edificio más alto y voluminoso de la ciudad, con cuatro plantas.

Días de sol, intensos vientos, tormentas y hasta bombardeos ha resistido este sencillo pero resistente vaso de cristal, que representa un centenario de intensos cambios políticos, económicos y sociales en la ciudad. Para que no se malogre ahora, después de tanto tiempo intacto, el vaso se ha guardado hasta que finalice la restauración, momento en el que, tras un nuevo brindis, regresará al lugar donde ha sido encontrado.

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