El tejido, conocido como ripstop, se ha usado como “escudo” contra las ondas electromagnéticas (una forma de energía que abarca un amplio espectro de frecuencias), que aunque se encuentran en muchas tecnologías como celulares o televisores –según la frecuencia, intensidad y duración–, pueden incluso desarrollar cáncer.
Ahora funciona como una jaula de Faraday, que conduce la corriente eléctrica del rayo hacia el suelo, gracias a la nueva aplicación que pone sobre la mesa el ingeniero electricista Daniel Rodríguez Manrique, magíster en Ingeniería Eléctrica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Se calcula que el rayo mide unos 8 km de longitud por solo 1 cm de anchura, descarga hasta 1.000 millones de julios de energía, con una corriente que puede alcanzar 200.000 amperios y 100 millones de voltios.
“Con el profesor Francisco Román Campos, líder del grupo de investigación en Compatibilidad Electromagnética (EMC-UN), evaluamos esas corrientes que van por tierra. Las personas que constantemente están en la intemperie se ven expuestas a que un árbol u otro objeto reciba el impacto del rayo y genere los potenciales en el suelo”, comenta el investigador.
Así se puso a prueba
A partir de la revisión de la literatura y de observaciones preliminares, el investigador formuló hipótesis sobre los posibles mecanismos de conducción del tejido ante corrientes de rayo, así como los niveles de energía crítica que podrían afectar sus propiedades.
Con base en estas hipótesis estableció un diseño experimental en el Laboratorio de Alta Tensión de la UNAL y utilizó un generador de impulsos de corriente para aplicar corrientes de rayo simuladas sobre las cerca de 100 muestras del tejido.
Hasta cuánta potencia de un rayo puede soportar este tejido
Tras rigurosas pruebas de laboratorio, que incluían la respuesta del tejido, finalmente se determinó que este material era capaz de conducir corrientes de hasta 18 kiloamperios, lo que lo convierte en una opción viable para proteger contra los devastadores efectos de los rayos.
Además se identificaron tres niveles de energía crítica en los cuales el tejido mantiene su capacidad de conducción, incluso ante daños visuales.
“En el primero la tela conduce la electricidad sin sufrir afectaciones visibles; en este nivel las corrientes son relativamente pequeñas. En el segundo, aunque la tela conduce la electricidad, se observan daños visuales como manchas café y quemaduras en el tejido; aquí las corrientes son mayores que en el primer nivel”.
“Y en el tercero, aunque la tela conduce la electricidad se produce una pérdida de material debido a las altas temperaturas; aquí las corrientes son las más grandes y por eso algunos componentes del hilo se evaporan”, explica el investigador.
Aunque aún se requieren más pruebas y estudios para que el tejido se pueda utilizar en refugios portátiles, los próximos pasos se orientan a evaluar diferentes configuraciones del tejido y la posibilidad de producirlo localmente para reducir costos.