El hallazgo, realizado por el Grupo de Investigación Microbiodiversidad y Bioprospección, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), ofrece una luz de esperanza en la lucha contra la leishmaniasis, enfermedad tropical considerada como un problema de salud pública en varias regiones del mundo.
Según el Instituto Nacional de Salud (INS), hasta junio del presente año se habían reportado 2.156 casos de leishmaniasis cutánea (que afecta principalmente la piel), 30 casos de leishmaniasis mucosa (vías respiratorias, nariz, boca, garganta), 4 de leishmaniasis visceral (órganos internos) y un fallecimiento.
En busca de alternativas para controlar esta patología, las profesoras Claudia Ximena Moreno Herrera y Gloria Cadavid Restrepo, lideran un estudio centrado en los microorganismos (microbiomas) que habitan dentro de los insectos vectores que transmiten la leishmaniasis.
El profesor Rafael Vivero Gómez, integrante del grupo y co-investigador del estudio, señala que “con el uso de estrategias, tanto clásicas como de vanguardia, determinamos qué microorganismos albergan los insectos vectores en su microbiota intestinal”.
“Hallamos endosimbiontes, y a partir de su análisis buscamos entender cómo influyen en la transmisión de parásitos como Leishmania, si facilitan o bloquean su desarrollo y si impactan o no el ciclo de vida de los insectos”.
Recolección de insectos en zonas de alta incidencia de leishmaniasis
En un trabajo conjunto, realizado con la Universidad de Liverpool y el Centro Internacional de Fisiología y Ecología de los Insectos (de Nairobi, Kenia) –a través de la red internacional Antivec–, se estableció una metodología unificada.
Esta consistió en recolectar no solo flebótomos, sino también mosquitos vectores de arbovirus y malaria (Aedes, Culex y Anopheles) en Antioquia, Caldas, Cundinamarca, Sucre y Córdoba, departamentos en los que se registra alta incidencia de leishmaniasis y otras enfermedades transmitidas por vectores.
Luego, tras clasificarlos según la especie, les extrajeron el ADN total e intestinal en búsqueda de endosimbiontes bacterianos.
“Así encontramos la bacteria Wolbachia, un endosimbionte muy conocido en el mundo, presente en el 60 % de los insectos, incluidos los vectores de leishmaniasis, el cual ya se utiliza, en otros vectores como Aedes aegypti para controlar la transmisión de dengue, zika y chikungunya”, señala el profesor Vivero.
Dicho microorganismo fue hallado con mayor abundancia entre las especies de insectos que no son tan relevantes en la transmisión, “por lo que, aunque no es una afirmación concluyente, porque faltan más estudios, sí es posible pensar que Wolbachia puede influir o modular en el insecto su capacidad de transmisión de Leishmania a los humanos”.
Además de Wolbachia, los científicos encontraron otros endosimbiontes como Microsporidia, Spiroplasma, Rickettsia, Cardinium y Arsenophonus, un banco importante porque son hereditarios y pueden modular el ciclo de vida del insecto.
El experto destaca que “lo que proyectamos es tener una plataforma de endosimbiontes (y bacterias intestinales en general) que se puedan usar para controlar a los insectos vectores de leishmaniasis, como ya se hace con los vectores de dengue, chikungunya y zika”.
En vista de que los endosimbiontes hallados son hereditarios, a futuro sería posible infectar con Wolbachia, por ejemplo, a un grupo de individuos de alguna especie relevante en salud pública, en condiciones de insectario o laboratorio, para posteriormente evaluar si en siguientes generaciones la población natural incorpora y sostiene la multiplicación de esta bacteria de forma constante, de manera que esta pueda modular la capacidad de transmitir o interrumpir el ciclo de Leishmania en el insecto.
Estudio en insectos vivos
En una segunda etapa, y con el fin de observar cómo influyen otras bacterias intestinales de los vectores de leishmaniasis visceral (Lutzomyia longipalpis y Lutzomyia evansi) en Colombia, los investigadores trabajaron con insectos vivos bajo condiciones de insectario recolectados en Sucre y Cundinamarca.
“Estos fueron infectados de forma experimental: tomamos grupos de insectos y los infectamos intencionalmente con parásitos de Leishmania para luego examinar sus intestinos, ver qué grupos de bacterias tenían, qué tanta carga del parásito contenían y si eran capaces de infectarse”, explica el investigador Vivero.
De esta manera se evidenció que bacterias como Ralstonia pueden modular en estos insectos la carga, desarrollo e infección por Leishmania, un hecho importante que, aunque faltan más estudios, podría llevar a pensar que sería menos probable que se transmitan parásitos a los humanos. Sin embargo, es un hallazgo muy experimental y se necesitan más análisis para extrapolarlo a un escenario en la naturaleza o para plantearlo como estrategia de control.