La avutarda común (Otis tarda) una de las especies ornítica más conocidas del campo andaluz se encuentra en una situación de emergencia. Su presencia denota la existencia de un hábitat agrícola de elevado valor natural, es lo que llaman los ecólogos una “especie paraguas”, bajo cuya protección se ampara la conservación de amplias comunidades de aves, vegetales o hasta de insectos exclusivos del agro andaluz. En Andalucía se encuentra declarada En Peligro de Extinción y si bien, la Junta de Andalucía invirtió notables esfuerzos en su conservación a través del proyecto LIFE “Conservación y Gestión en las Zonas de Especial Protección para las Aves Esteparias de Andalucía”, desarrollado entre 2010 y 2014, lo cierto es que la población de avutardas, después de disfrutar un tímido repunte en la región, viene sufriendo un preocupante declive en el último lustro.
En Andalucía, la especie se presenta en dos subpoblaciones: una al norte de la provincia de Córdoba y otra en el Valle del Guadalquivir. La especie no se distribuye de manera homogénea por el territorio andaluz, por estar éste muy fragmentado, sino que se presentan en varios núcleos más o menos aislados y de diferente entidad en cuanto al número de ejemplares que presenta. Los núcleos más aislados y con menor número de ejemplares son los más vulnerables.
Desde 2012, sus efectivos están descendiendo y se encuentran actualmente al borde de la extinción. Es lo que está sucediendo en los núcleos de Jaén, algunos en Córdoba y en Huelva, cuyos censos arrojan cada vez menos ejemplares y en los que apenas se aprecia reclutamiento de individuos jóvenes, consecuencia de la baja productividad y del aislamiento de los mismos. Estos núcleos pueden acabar como la población reproductora gaditana, desaparecida en el año 2010.
Las dos subpoblaciones soportan a duras penas un delicado estado de conservación. La situada en el N de la provincia de Córdoba ve atenuada su rarefacción gracias al reclutamiento e intercambio de ejemplares con Extremadura. Mientras, en el caso de las avutardas sevillanas, éstas han visto reducido su hábitat natural, hasta en un 25 %, por el avance del cultivo del olivar. El declive generalizado en el Valle del Guadalquivir podría situarse en torno al 20 % en los últimos siete años.
El optimismo que para esta especie ha exhibido la administración ambiental andaluza podría apoyarse en que la especie sigue mostrando una tendencia creciente entre 2003 y 2019 del 1,7%, y a que en años precedentes el éxito reproductor o la productividad eran óptimos. No obstante, según los datos publicados, en los últimos cuatro años, se ha pasado de una tasa de crecimiento del 3,4% al 1,7%, por lo que la especie va disminuyendo claramente sus efectivos. Esto se ve reflejado en el número total de ejemplares, que en 2012 alcanzaba las 492 avutardas y a día de hoy se estima en 413 individuos.
Las causas de esta grave situación son muy variadas, pero entendemos como principal y más determinante la pérdida generalizada del hábitat de la especie al sustituir el tradicional mosaico de cereal, barbechos y leguminosas, a favor de los cultivos de leñosas en intensivo (olivar, almendros y pistachos). Es básicamente lo que está llevando a la extinción de las avutardas jienenses y cordobesas, pero que también afecta a los núcleos principales de la especie. En segundo lugar, pero no menos importante, está la muerte por colisión de ejemplares con tendidos eléctricos.
En este sentido, y con el objetivo de revertir la dramática situación que podrían estar atravesando las avutardas andaluzas, la PCAEH ha registrado una solicitud oficial de reunión con la consejera de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible. El objetivo es contribuir a que no se pierda uno de los principales patrimonios andaluces y entendiendo que una administración que combina agricultura y medio ambiente debe ser garante de la conservación de las más destacada de las especies orníticas del campo andaluz.