Conocer los procesos de formación de las memorias puede ayudar a lidiar con traumas, fobias, e incluso enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. A eso se dedican investigadoras e investigadores del Laboratorio de Neurofarmacología de los Procesos de Memoria de la Universidad de Buenos Aires.
Sin memoria, la imaginación es imposible. La fantasía es creada al combinar fragmentos de experiencias, emociones, pensamientos, algo escuchado, leído o vivido. Información que permite generalizar, inferir o abstraer, ya que sino se debería contar con un recuerdo para cada situación de la vida.
Toda memoria que una persona incorpora a su archivo le sirve para desenvolverse en el mundo. El cerebro los usa de forma automática para planificar y predecir las consecuencias de cualquier situación. Por ejemplo, si una persona ve una araña en un rincón, sabe que es mejor no acercar la mano porque puede llegar a picar.
Es una predicción que hace el cerebro en base a los sentidos y al conocimiento que tenemos. Pero, a veces el cerebro exagera, y genera un miedo irracional en la persona a ser picada por más que la araña se encuentre a cinco metros, o detrás de un vidrio. Es el caso de las fobias y los trastornos de ansiedad.
“Vos estás prediciendo algo y después recibís por distintas vías sensoriales información. En un lugar de nuestro cerebro se procesa, vuelve a las cortezas y, eventualmente, decide hacer algo por procesos de toma de decisiones”, explicó Mariano Boccia, investigador y docente del Laboratorio de Neurofarmacología de los Procesos de Memoria de la Cátedra de Farmacología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
Recuerdos que van y vienen
Cuando alguien hace memoria, ocurre lo que los especialistas llaman evocar. Es decir, ir al archivo, desempolvar un recuerdo y rememorar. Pero ese archivo recuperado no es algo inalterable, puede ser modificado por los procesos conocidos como reconsolidación de la memoria.
Por más que una memoria haya sido adquirida o consolidada hoy, ayer o hace 20 años, cada vez que se la evoca o activa, se inicia un proceso de reformateo. Puede ir cambiando dependiendo de en qué circunstancias se evoca, en qué momento, cómo se encuentre la persona, la situación externa, lo que representa ese recuerdo, o el significado.
“Nosotros estudiamos, entre otros, los procesos de reformulación de memorias a través de la intervención farmacológica en animales de laboratorio. Usamos distintas herramientas que actúan sobre el sistema colinérgico, que tiene que ver con la acetilcolina, neurotransmisor involucrado en la enfermedad neurodegenerativa que es el Alzheimer”, contó Boccia.
“Buscamos conocer todo aquello que pueda llegar a contribuir para el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas o trastornos patológicos de las memorias como el estrés postraumáticos a través de conocer qué vías y mecanismos están implicados”, agregó María del Carmen Krawczyk, también investigadora y docente del Laboratorio de Neurofarmacología de los Procesos de Memoria.
“Poder comprender mejor los mecanismos que llevan a formar los recuerdos, a su reformulación , y aquellos alterados en las patologías de la memoria, aportando conocimiento para un potencial blanco terapéutico”, explicó Krawczyk.
Cómo se forman las memorias
“Tanto la memoria, como el recuerdo, son dos constructos psicológicos”, contó Boccia. “Si yo te pregunto, ¿qué es la memoria? Me vas a decir: es de lo que me acuerdo. Algo que verbalizas. En un animal de laboratorio eso no existe, ahí la memoria se define o infiere a partir de una conducta”.
“La memoria se aprende”, continuó. “Sin aprendizaje, no hay memoria. Una vez que finaliza el aprendizaje, se sabe que esa memoria es sensible, es susceptible de ser modificada. Esto puede ser por otro aprendizaje, o por otro hecho que te pasa, tanto un hecho traumático, o no traumático. Ese proceso durante el cual la memoria sería susceptible de ser modificada, se lo llama consolidación de la memoria”.
Se solía creer que una vez que la memoria se consolidaba quedaba fija. Pero en las últimas décadas se ha demostrado que no es así. Pueden resultar modificadas cuando uno recuerda, que es cuando se activa el mecanismo conocido como evocación de la memoria, que permite a una persona poner ese recuerdo en palabras.
Cuando uno termina de evocar, esa memoria se vuelve a guardar, pero no siempre se archiva exactamente igual a como fue evocada. Puede sufrir un proceso de reestabilización.
“Nosotros creemos en nuestras memorias, pero, ¿son nuestras memorias fiel reflejo de lo que realmente ocurrió?”, preguntó Boccia. “Yo me aventuro a decir que no”.
Una investigadora Elizabeth Loftus, de la Universidad de California, planteó hace años la existencia de las memorias falsas. En unos experimentos que realizó pudo ver cómo la memoria cambiaba de acuerdo a cómo era hecha la pregunta. Tan sólo con cambiar un verbo alcanzaba.
Tras ver el video de un accidente de auto, se le preguntaba a un grupo ¿qué viste cuando se destruyeron los autos? Y a otros ¿que viste cuando los autos se tocaron? La rememoración de los sujetos no era fiel al video, sino que variaba de acuerdo con el verbo usado en la pregunta. Incluso agregando detalles que no habían visto.
Así es que se descubrió que la forma en que se hacen las preguntas, por ejemplo, a testigos de delitos, puede introducir una distorsión en los recuerdos.
“Las memorias falsas son muy dañinas durante la toma de testimonios por parte de los testigos”, explicó Krawczyk, “y una de las justificaciones del aislamiento de los testigos tiene que ver con eso. Porque si los testigos empiezan a hablar entre sí se produce una intromisión en el recuerdo de cada uno, y en realidad lo que dice el testigo va a ser parte de lo que vio, y parte de lo que alguien le comentó que vio”.
Sucede con cosas tan simples como contarle a alguien qué tal fue su experiencia en ir a ver una película al cine. Una persona va con un amigo a ver la película, la disfruta sin problemas. Pero a la salida, el amigo le dice que él no la pasó bien porque quien tenía al lado miraba el celular todo el tiempo. Es muy común que la otra persona, luego, cuente que estuvo buena la experiencia, pero que tuvo un vecino de butaca molesto, a pesar de que él ni se había enterado.
Memorias patológicas
Todas esas situaciones externas que pueden llegar a modificar un recuerdo podrían transformarlo en patológico, es decir, que a la persona le genera alguna alteración cada vez que lo evoca.
La forma en que los recuerdos se reformulan luego de una evocación es la reconsolidación de la memoria, el proceso que estudian los investigadores de la UBA. En particular, estudian un sistema llamado colinérgico, que tiene que ver con un neurotransmisor relacionado con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, llamado acetilcolina.
“En el trabajo con animales, no podemos hacerles preguntas, pero sí estudiar su conducta”, explicó Krawczyk. “Nosotros podemos medir así cómo ciertos componentes químicos, o fármacos, tienen que ver con la memoria episódica y semántica, es decir que uno verbaliza”.
La reconsolidación de la memoria se estudia principalmente por su asociación a lo que se conoce como memorias patológicas. Es decir, trastornos de ansiedad como las fobias. Que a su vez, también tiene que ver con los llamados errores de predicción.
“Nosotros estamos todo el tiempo prediciendo que va a pasar, si no sucede lo predicho, podemos llegar a reformular nuestras memorias originales en base a dicho evento. Si no hay errores en la predicción, es decir, siempre ocurre lo mismo, la memoria quedaría inalterada”, contó Krawczyk. “Es importante aclarar que un error en la predicción del individuo no es lo único que puede generar una reformulación de las memorias”.
“Lo que nosotros pensamos es que en los estados patológicos funciona mal la predicción, y por esa razón no se reformulan las memorias. La persona sigue teniendo el mismo miedo irracional a las arañas generado por una experiencia traumática tal vez ocurrida hace muchos años”, explicó la investigadora. “Si se reformula la memoria, se puede reformular el miedo”.
En eso trabajan las llamadas terapias de exposición, que se suelen usar en psicología cognitiva conductual. Cuando alguien tiene fobia a las arañas, por ejemplo, se los va exponiendo de a poco a ellas, primero en fotos, luego de lejos, a través de un vidrio, hasta que se puede acercar.
“Al reactivar el recuerdo se logra modificarlo con el proceso de reconsolidación de la memoria”, explicó Krawczyk. “No te borra la memoria traumática, pero la modifica cada vez que se la evoca de forma racional para que la persona pueda convivir con el recuerdo patológico sin sufrir ansiedad”.
Cada vez que una persona con una fobia experimenta algo que le recuerda el miedo, sufre un ataque de ansiedad. Si esa persona no medita sobre la irracionalidad de esa fobia, el recuerdo patológico se refuerza. Así es que las terapias trabajan mostrando la irracionalidad del miedo en el momento de la evocación, lo que lleva a que el recuerdo patológico vaya cediendo lugar frente al otro reformulado.
“Una de las cosas que puede disparar el que una memoria que está consolidada se reactive, y potencialmente se reconsolide, es un error en la predicción del sujeto. Es decir, que no ocurra lo que se espera, que posibilita el aprendizaje de una nueva memoria”, explicó Boccia.
“Lo que nosotros hacemos es tratar de generar conocimiento a través de experimentos. La pregunta que nos hacemos es cómo se forman las memorias, que estructuras cerebrales están involucradas, cuáles son los moduladores endógenos en esa formación de la memoria”, agregó el experto.
“Yo creo que la ciencia es construcción de conocimiento, entonces uno hace su aporte o su granito de arena para tratar de generarlo. Lo nuestro es ciencia básica con potencial traslación a la clínica. Si bien hoy no podemos traspolar lo que hace un animal de laboratorio, a lo que ocurre en un ser humano, todo constituye una etapa esencial”, concluyó Boccia.